La mancha negra de Dante

 Cuando la desgracia tocó la puerta de su casa, la familia Simiati apenas tuvo tiempo de asimilar la noticia. La presencia de dos agentes de policía, con una orden de arresto dirigida al señor Fernando Simiati, esposo de Marta y padre de Dante y Maristella, conmocionó la tranquila monotonía del hogar. 


Por: Jefferson Echeverría 

De nada sirvieron las súplicas de inocencia ni los reproches a los agentes justificando un posible error; en la orden de arresto aparecía muy caro el nombre del señor Simiati. Los gestos de confusión de Marta y de Dante se confundieron con los de un dolor creciente, en medio de las risotadas inocentes de Maristella. 

La confusión pronto invadió la atmósfera del hogar; solo los llantos mezclados con palabras de esperanza se sobreponían a una futura pena, a la ausencia paternal, a los señalamientos, juicios y burlas. Pues eran conscientes no solamente de la larga espera que habían de asumir para tener a Fernando de regreso, sino también del estigma que se levantaría ante los ojos de todos por el hecho de tener a un esposo y a un padre en prisión, y eso sería, sin lugar a duda, una mancha negra que jamás podrían borrar.

Así comienza, en resumidas palabras, la obra de Anna Lavatelli titulada La mancha negra, con una situación inesperada que pone a prueba el carácter de la familia, principalmente el de Dante, un joven que ve cómo, a temprana edad, está obligado a mostrarse fuerte en medio de la adversidad. El transcurrir de la obra es un vaivén de emociones entre confusas, iracundas, piadosas, tristes y emotivas, pero siempre conservando el hilo de las circunstancias orientado en la actitud y el valor de Dante. 

La situación de Dante va evolucionando con la trama y la desgracia de su padre se convierte en una herramienta para su formación humana; la atención se centra en el universo atormentado y complejo del muchacho y en su lucha contra las emociones derivadas del encarcelamiento de Fernando. Ante este panorama, se perciben en la novela una serie de variables definidas en lo inexplicable, lo abrumador y lo humano, lo desgarrador y lo compasivo, logrando que la simplicidad sea tan reveladora para el lector como necesaria, para no perder de vista la conexión de Dante con su entorno. 

En la nobleza de un carácter sumido en la desgracia nace un alma capaz de luchar con firmeza contra sus propios impulsos, muchas veces puestos a prueba por la crueldad de los demás. Dante, aparte de soportar la mala noticia de su padre, también debe cargar el peso de la responsabilidad al asumir junto con su madre las riendas del hogar, responder con las obligaciones del colegio, ser el protector de su hermanita y, como si no fueran suficientes las presiones, soportar los señalamientos de algunos de sus compañeros y vecinos. 


Es la prueba de que la crueldad colectiva desconoce el dolor ajeno convirtiéndose en un  tropiezo más, que impide cerrar heridas y alimenta el resentimiento de un alma joven que aún no sabe cómo superar sus propios dolores. En el caso de Dante, ya sea por justicia divina o por recompensa a su valentía, él logra ponerse a salvo de los señalamientos ajenos y los prejuicios.

Las transformaciones que atraviesan su interior nos muestran cómo es posible mirar el mundo sin temor y sin reparar en la vergüenza creada por la falsa moral y la hipocresía. Dante es el símbolo de aquellos seres que asumen el valor de reinventarse, de reconocer su debilidad, causa de la inexperiencia, y engrandecer su espíritu. 

Sanar el resentimiento causado por los errorer del padre, comprender gracias a la experiencia adquirida que el mundo es extrañamente injusto; aprender que un impulso febril trae graves consecuencias, son argumentos inapelables para despertar una profunda reflexión en los lectores, tanto en quienes han experimentado la posible deshonra y desprecio en su realidad, como en quienes quieren verse ante un espejo de ciento cinco páginas y responder a la pregunta: ¿qué tanto nos importan los sufrimientos ajenos? 

En el transcurso de la novela (ilustrada por Claudia Navarro y traducida por Edson David Rodríguez), si bien nos centramos en el carácter de Dante, no podemos pasar por alto la paciencia y el apoyo incondicional que demuestran notablemente Remo, el gran amigo del padre de Dante y Marco y Simona, sus amigos del colegio. Ellos tres nos enseñan el valor de una amistad auténtica que no hace reproches, antes bien, se convierten en un amparo importante para sobrellevar el dolor: Remo, ofreciéndose en conseguir un trabajo para Marta y de paso un abogado eficaz que pueda estar al tanto del caso de Fernando; Marco y Simona, en ser los tiernos cómplices de travesuras para recordarle siempre a Dante que, en medio de tanto sufrimiento, nunca debe olvidar la responsabilidad que consigo mismo, de ser feliz.

El valor de esta obra condensa la reconciliación en varios aspectos, por eso es primordial formularnos un amplio propósito antes, durante y después de su lectura, que nos permitirá comprender mucho mejor la situación de Dante y su familia: considerar a las demás personas como parte esencial de nuestro entorno, a quienes debemos brindar nuestra ayuda incondicional —así como también sentimos su apoyo—, sin reparar en la magnitud de las circunstancias, sin lanzar juicios hirientes ni mucho menos despreciar a quien está en problemas.

PdL