Fantasías eróticas, entre la realidad y el deseo: Yasutaka Tsutsui

En occidente, el nombre de Yasutaka Tsutsui quizás no resulte tan conocido como el de Haruki Murakami o Banana Yoshimoto, pero lo cierto es que en Japón es uno de los autores contemporáneos más respetados. Varios de sus libros, como Paprika o La chica que saltaba a través del tiempo, han sido adaptados al manga y al anime. 


Por Javier González Tapia


Hombres salmonela en el planeta Porno
Yasutaka Tsutsui
Atalanta
Girona, 2010
182 páginas

Estoy desnudo
Yasutaka Tsutsui
Atalanta
Girona, 2009
198 páginas


En nuestro idioma, podemos encontrar a Yasutaka Tsutsui (Osaka, Japón, 1934) gracias a las versiones que de su obra viene recogiendo el sello Atalanta, en donde el autor tiene una novela, Paprika, y dos colecciones de cuentos, Hombres salmonela en el planeta Porno y Estoy desnudo, este último selección de sus mejores relatos hecha por el autor especialmente para esta editorial española. A Tsutsui se le suele encasillar como un autor de ciencia ficción, aún así esta clasificación no le hace suficiente justicia en cuanto sus cuentos gozan de gran versatilidad y se mueven también dentro del terreno fantástico hasta llegar a lo real. Sin embargo, es constante en su obra el tono cómico, representado siempre por un narrador en primera persona, con un humor directo que no apela a sutilezas y que por ello puede llegar varias veces a lo vulgar. Otra constante es la presencia de lo onírico, ya que, hasta en sus historias más realistas, los personajes suelen tener experiencias que se emparentan con los sueños o las fantasías eróticas.

En una entrevista publicada al final de la versión en español de Hombres salmonela en el planeta Porno, Tsutsui señala que su interés inicial en la ciencia ficción se dio porque vio en este género la posibilidad de incluir elementos oníricos que ya habían sido explorados por el surrealismo, a su vez, el interés por el surrealismo surge de las lecturas de psicoanalistas como Jung o Freud. 

En Hombres salmonela en el planeta Porno, cuento que da título al libro, se describe un planeta en el que todos los seres vivos parecen tener actitudes, fisonomías y relaciones altamente sexuales, de ahí que sea denominado por los seres humanos que lo exploran como el planeta Porno. La historia comienza cuando una mujer, miembro del equipo de investigación de la Tierra, queda embarazada accidentalmente por una planta llamada El íncubo de la viuda. Por esta razón, dos de sus colegas científicos, acompañados de un hombre pervertido, tienen que realizar una travesía desde su campamento hasta el emplazamiento de los únicos seres inteligentes de ese planeta para aprender cómo abortar a ese posible engendro.

El paisaje de este planeta resulta por todas partes obsceno, sus dos soles, ubicados uno al lado del otro, generan un fenómeno natural conocido como “Tetas Doradas” y las especies que lo habitan reciben nombres como “penerecto”, “hierbas acariciantes” o “cortejador incansable” por sus características físicas: “Pequeñas aves rojizas llamadas ‘gorriones-pene’ poblaban el aire. Era un pájaro terriblemente obsceno cuya cabeza guardaba una gran semejanza con el miembro viril”. Este paisaje, sin embargo, les resulta útil a los científicos para discutir sobre la teoría de la evolución de Darwin y el psicoanálisis. Si una de las características de la evolución es la lucha por la supervivencia, el que en una cadena alimenticia un animal se alimente de otro, en este planeta lo que se da es una involución. Los animales son en su totalidad herbívoros y al no haber entre ellos una relación de cazador-cazado sus contactos son motivados no por impulsos tanáticos, sino eróticos: “Y en cuanto a los animales de este planeta, el impulso erótico se amplifica, puesto que no tienen necesidad de mostrarse agresivos ni con los individuos heterogéneos ni con los homogéneos. Por eso intentan copular con individuos de ambos tipos”. En el planeta Porno, que para los científicos resulta tan aberrante e involucionado, no existen tabúes, la cultura no ha impuesto censura sobre la desnudez ni sobre el sexo, las especies no luchan entre sí sino que, por el contrario, tienen sexo unas con otras; de ahí que sea un planeta pacífico y, en cierta forma, más evolucionado que la tierra.



“El día de la pérdida”, por otra parte, es un cuento realista que narra la historia de un hombre de veinticuatro años, quien tiene programada una cita con una de sus compañeras de trabajo en un love hotel, un hotel destinado para encuentros sexuales. El joven, Isamu Warai, se destaca por ser uno de los mejores empleados de su empresa; aplicado, obediente y quien fuera también un excelente estudiante, no ha perdido, sin embargo, aún su virginidad. El encuentro programado para la noche afecta, entonces, su rutina laboral. Durante el día Warai no deja de pensar en cosas como cuánto costará su cita, si debe o no comprar condones, si sus calzoncillos están demasiado sucios o cómo debe dar su primer beso. Estas reflexiones hacen que termine murmurando cosas y que sus compañeros de trabajo las escuchen: “A ti hoy te pasa algo. Te pones a reír con una voz extraña, luego hablas de la virginidad de no sé quien, más tarde montas un follón con el dinero que se te ha perdido. Y ahora vas y dices en voz alta: ‘Unos condones’”.




Lo que se pone de presente en este cuento es la constante represión de los deseos sexuales. Durante su juventud, Warai ha debido oponerse a sus deseos sexuales con tal de destacarse como estudiante, pero, en vista de que no puede contener del todo sus deseos, ha debido encontrar maneras de darles salida: “En otra ocasión, al grito de ‘¡Perdón por introducir mi pene de hierro!’, ya que cuando estaba congestionado era como de acero candente, abrió un gran agujero en la gruesa piel de una enorme sandía que acababa de comprar y se le quedó el pito teñido de carmesí”. Varios años de castidad hacen que, cuando Warai está próximo a perder su virginidad, no pueda pensar en otra cosa. Sin embargo, una vez más debe contener sus impulsos sexuales durante todo un día, el cual le parece eterno, ya que se encuentra en un ambiente laboral organizado, calculado, que no admite pensamientos ni distracciones de este tipo.

Producto de una gran imaginación, los cuentos de Yasutaka Tsutsui se mueven siempre en direcciones imprevistas, lanzando dardos a la sociedad desde diferentes puntos, poniendo de relieve sus hipocresías y contradicciones. En “Maneras de morir” un oni, una especie de demonio de las fábulas japonesas, irrumpe en una oficina y empieza a matar de forma sangrienta a cada uno de los trabajadores que se encuentran en ese lugar, provocando en ellos reacciones absurdas. “El peor contacto posible”, cuento que recuerda a las novelas de ciencia ficción de Fredric Brown, narra la historia de un ser humano que entabla relaciones con un extraterrestre, en las que priman las situaciones absurdas y los malentendidos, y que lo lleva al borde de la locura. “El último fumador” es una parodia de una situación demasiado actual, en la cual gobiernos de ideas “progresistas”, con el supuesto fin de beneficiar a una mayoría, reprimen a las personas que han tomado la decisión personal de fumar cigarrillos hasta llevarlos a su extinción. “Rumores sobre mí” critica al voyerismo y la morbosidad de los medios de comunicación quienes, como sucede en los realities, han llegado hasta el punto de documentar la vida de personas sin importancia con tal de captar mayores audiencias.

Las historias de Yasutaka Tsutsui hacen críticas despiadadas de la sociedad, se burlan de ella y la parodian, de ahí el interés por lo cómico y, una vez más, por la ciencia ficción: “Pocas formas literarias permiten hacer una crítica tan rotunda a la civilización como la ciencia ficción. Ningún género puede criticar mejor lo peligrosa que ha resultado ser finalmente la tecnología”. Igualmente, los sueños le permiten acceder a una escritura libre de las imposiciones de la razón o de preocupaciones estéticas o morales. Antes de iniciar su carrera como escritor, Tsutsui tuvo una amplia formación como actor de teatro cómico, la cual ayudaría a formar su narrativa. Sus historias, representadas sobre todo por narradores que le hablan directamente al público, de forma desenfadada y hasta con un lenguaje grosero, son como espejos que distorsionan y ponen en escena toda la farsa e hipocresía humana.


PdL