Crónicas de un futuro imperfecto

Publicamos hoy esta reseña de Antonio Mora Vélez que acaba de morir en la ciudad de Montería a sus 82 años de edad. En 2013, Mora Vélez colaboró en nuestro especial de PdL alrededor de la ciencia ficción. Lo recordamos hoy con su reseña sobre Michael Marshall Smith y su libro Clones.


Por Antonio Mora Vélez

Clones, crónicas de un futuro imperfecto
Michael Marshall Smith
Editorial Grijalbo,
México D,F., 1998
417 págs.

El escritor inglés de ciencia ficción, Michael Marshall Smith (n. 1965) con solo cuatro novelas y varios relatos se ha convertido en uno de los más importantes narradores del género en su país y en el mundo. Only forward, la primera novela, obtuvo el importante premio “August Derleth” en 1995. La segunda, One of us (1997) fue publicada en varios idiomas. Y la tercera, la novela de 417 páginas titulada Clones (“Spares”, en inglés) o “Crónicas de un futuro imperfecto” que ha sido considerada como el Blade Runner de los años noventa y comprada por Steven Spielberg para hacer con su argumento y trama una producción cinematográfica. Un logro excepcional en tan poco tiempo para un escritor joven. La trama de Clones es bien sencilla. Jack Randall, un policía drogadicto y retirado, conoce las granjas en donde la sociedad mantiene como animales a los clones de los seres humanos que éstos utilizan para reemplazar los miembros y órganos dañados de quienes son accionistas del sistema, que lo son solo los pertenecientes a los estratos altos. Se interesa por el abandono en que éstos viven, en túneles que son “como una tienda de carnicero en donde la carne se mueve de vez en cuando”, y decide enseñarle a varios de ellos el lenguaje y el comportamiento de los humanos. 

Con un grupo de estos clones regresa a Nueva Ricmond, una gigantesca aeronave varada en tierra y convertida en ciudad, cerca de la vieja capital de Virginia destruida por una guerra cien años atrás. La red Seguridad, organismo armado y privado que mantiene el control del sistema de clones con métodos gansgteriles, lo persigue y recupera a varios de ellos, y Randall emprende entonces su búsqueda para volverlos a la libertad, viajando por los diferentes estratos (pisos, literalmente) de la ciudad y llegando al final al Abismo, “el escenario sombrío e irreal de una vieja guerra, forja de lo peor de cuantos participaron en ella” que el autor parece identificar con el suelo americano destruido por la conflagración. Al final los clones de Randall son asesinados por Arlend Maxen, accionista y uno de los jefes de la Red criminal, y Randall termina acompañado de una prostituta en una playa solitaria en un poblado destartalado y abandonado de la Florida, olvidando el fracaso de su aventura y recordando a su esposa e hija, también asesinadas.


Michael Marshall Smith

La obra es una muestra de la ciencia ficción que hoy se escribe en el mundo, combinación de ciencia futurista y fantasía con la tendencia a mostrar las consecuencias futuras del desarrollo de la actual sociedad guerrera y expoliadora que vivimos. Al lado del sistema de clonación, de androides auxiliares que realizan trabajos mecánicos, de la nave ciudad que finalmente se eleva en busca de su rumbo, de casas y calles inteligentes y de cerebros electrónicos pensantes y con personalidad, como Ratchet, que se pueden guardar en el bolsillo para posteriormente ser colocados como conductores de máquinas, hay un mundo de escenas fantásticas como las carreras de los niños que corren con la velocidad de un guepardo, los árboles que se trasladan de sitio, las hojas que actúan como si fueran los ojos de alguien y los pájaros que se pierden en el infinito convertidos en haces de luz, todo en ese paraje tenebroso del Abismo. Pero es también la imagen de un mundo violento y degradado que ha convertido la estratificación social en un infierno que condena de antemano a sus habitantes a vivir bajo el yugo y el desprecio de los poderosos.

Los clones son, obviamente, el último peldaño de esa estratificación odiosa y criminal, y su utilización biológica denuncia a qué grados de bajeza moral puede llegar el hombre cuando decide avalar los avances de la ciencia sin tener en cuenta los principios de la Ética, confirmando lo dicho por J.B.S. Haldane en su ensayo Deadalus (1923) citado por Freeman Dyson: 

“el progreso de la ciencia está destinado a acarrear una enorme confusión y miseria a la humanidad a menos que esté acompañado de un progreso de la Ética”. (1)

Clones es una novela en la línea distópica de la ciencia ficción. Su argumento y mensaje corroboran las palabras del físico Freeman Dyson citado arriba, gran admirador del género y quien dice en su obra que “La ciencia proporciona la entrada técnica para la tecnología; la ciencia ficción nos muestra la salida humana” (2) esto es, las consecuencias desastrosas de una aplicación tecnológica pensada por fuera del humanismo. En los personajes se observa cuan frágil es la naturaleza del hombre frente a los cambios introducidos por una ciencia inspirada en el lucro y en el poder. El ambiente de la trama es lúgubre y escalofriante, en donde el crimen y las bajas pasiones son la regla, y el hombre es lobo del hombre en toda su extensión e intensidad, en medio de una sociedad que ha convertido la competencia en lucha darwinista por la supervivencia y en la que no existen asociaciones sino pandillas que gobiernan la vida social y que han relegado al Estado al “museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce” (3) pero no en la perspectiva humanista que imaginó Engels sino en la del antagonismo social que el marxismo pretendió resolver. Ni siquiera el personaje Jack Randall escapa a esta calificación. Es un pistolero con traumas de infancia y odios acumulados y su actuación no es movida por ideales de redención de los clones, que no tienen cabida porque éstos son considerados por la sociedad como bancos vivos de miembros y órganos humanos, sino por circunstancias coyunturales a las cuales no es ajeno Ratchet, el androide que cuida a los clones que Randall libera, y quien juega un papel tan importante en la obra que bien puede ser considerado el personaje principal que teje los hilos de la trama y que finalmente le salva la vida al ex–policía.


Antonio Mora Vélez. Fotografía: Revista Semana

Marshall Smith es un maestro en el arte de narrar las escenas de acción y de describir los escenarios fantásticos y futuristas, narración y descripciones que se leen con deleite muy a pesar de la jerga española (joder, hostia, coño, leche, follar etc) que la traductora decidió colocar en labios de los personajes sórdidos de la novela y que desubican al lector porque parece como si los diálogos se desarrollasen en Castilla o en Andalucía en lugar del territorio en el que palpitó, antes de la guerra, la capital del estado Virginia del extinto país que alguna vez se llamó Estados Unidos de América.

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(1) Dyson Freeman, Mundos del futuro, Editorial Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1998

(2) Dyson Freeman, Op.cit.

(3) Engels Federico, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Editorial Progreso, Moscú, 1966.

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Antonio Mora Vélez. Barranquilla, Colombia, 1942 - Montería, Colombia, 2024. Abogado de la Universidad de Cartagena. Es ampliamente conocido como escritor de ciencia ficción en su país. Ha publicado, entre otros, los libros de cuentos “Glitza” (Ediciones Alcaraván, Bogotá, 1979); “Lorna es una mujer” (Centro Colombo Americano, Bogotá, 1986) “Lorna is a woman” (Colombian Cultural Center, New Delhi, 1990) y “La Duda de un Ángel” (Ediciones e-books de CECAR, 2000).

PdL