Por Javier González Tapia*
Una imagen frecuente en las óperas espaciales del siglo XX fue la del hombre blanco, saliendo de su nave y pisando el suelo de planetas extraños. Su misión no era otra que la de conquistar las estrellas y llevar los valores anglosajones a los confines de la galaxia. Tanto la literatura como la televisión y las novelas radiales usaron por años este estereotipo del Robinson espacial que podía sobrevivir en las condiciones más agrestes y soportar la soledad de los viajes interestelares. O que, cual caballero medieval, se podía enfrentar a monstruos horripilantes y salvar a princesas marcianas. Estos lugares comunes de la ciencia ficción fueron parodiados en la década de los cincuenta por Ray Bradbury y Fredric Brown, pero fue Ursula K. Le Guin quien tomó a fines de la década de los sesenta estos elementos para trastocarlos completamente y darles nuevos sentidos y perspectivas.
En The Left Hand of Darkness (1969), La mano izquierda de la oscuridad, Le Guin narra la llegada de Genly Ai, un hombre proveniente de la Tierra y representante de una organización galáctica, a un planeta conocido como Invierno (o Gethen, según el idioma de los nativos). Así, la misión de Genly Ai es la de establecer un canal diplomático entre ambos mundos, convencer a la gente de Gethen a que se unan a esta organización galáctica. Sin embargo su tarea no va a estar exenta de complicaciones. Para lograr su meta Ai deberá superar su condición de extranjero y establecer contacto con una civilización completamente ajena a la suya, tendrá que aprender el idioma de esta gente y sus costumbres. Igualmente debe aprender a acoplarse a las duras condiciones climáticas de un planeta que vive sumido en un invierno casi eterno. Pero, sobre todo, Genly Ai tendrá que superar los prejuicios, aquellos que él despierta en los habitantes de Gethen y los que a su vez él tiene sobre estas personas. Si las óperas espaciales popularizaron la imagen del hombre blanco conquistando otros planetas, Le Guin le da un vuelco a este discurso en su novela.
Por una parte Ai, el protagonista y quien conduce la mayor parte de la narración, es descrito como un hombre de piel morena, característica que lo distingue visiblemente de los otros habitantes de Gethen. Por otra parte, lo que busca Genly Ai no es someter a esta civilización, sino persuadirlas de unirse al Ekumen, una organización de civilizaciones de diferentes planetas cuyo fin es intercambiar mercancías y conocimientos científicos:
“Él trae de su gente ofertas de comunicación, comercio, trato y alianza, nada más. Él vino solo, sin armas ni defensa, sin nada salvo un dispositivo de comunicación y su nave, la cual él nos permitió examinar completamente. Él no debería ser temido, eso creo” (85).
Pero si las intenciones de Genly Ai son buenas, de todas formas encontrarán otro obstáculo en las divisiones políticas de Gethen.
Tras su llegada a Gethen, Ai encuentra un planeta dividido en dos bloques políticos: Karhide y Orgoreyn. El primero podría ser descrito como un régimen monárquico mientras el segundo es controlado por burócratas en constante conflicto. De una manera u otra, Ai conoce ambos regímenes y sufre el rechazo de estos. Ya sea en un exilio obligado o como preso político, Ai ve cómo sus propuestas de cooperación planetaria son entorpecidas e ignoradas por intrigas políticas, desconfianzas e intereses personales. Así, con su misión entorpecida de esta manera, con el objetivo para el que entrenó toda su vida y por el que viajó durante diecisiete años a la velocidad de la luz a través de la soledad del espacio condenado al fracaso, Genly Ai se ve obligado a encontrar refugio en el habitante de Gethen que mejor lo conoce pero que a su vez le genera más desconfianza, Estraven, un político de Karhide.
Aun cuando Genly Ai es un emisario del Ekumen, una organización que agrupa civilizaciones de rasgos humanoides en planetas habitados a lo largo de la galaxia y que al parecer comparten un antepasado común, su encuentro con la gente de Gethen se caracteriza por un rasgo particular: los habitantes de Gethen son la única civilización conocida que es hermafrodita, en la cual sus habitantes comparten a un mismo tiempo los roles masculinos y femeninos. Este hecho no solo afecta los ciclos y dinámicas sexuales de los pobladores de Gethen sino las estructuras sociales y hasta su desarrollo tecnológico. Debido a esos rasgos femeninos y masculinos que se encuentran presentes en todos los pobladores de este planeta, a una ausencia de dualidad sexual que estructura las formas de pensamiento, los conflictos políticos se caracterizan por una gran tensión, por generar animadversiones entre los dos bloques políticos pero que sin embargo no alcanzan un nivel de confrontación directa, no terminan en guerras.
Es esta indeterminación sexual, la confusión de entablar contacto con seres con características masculinas y femeninas, pero que a la vez no se pueden clasificar en ninguno de los dos géneros, lo que genera en Genly Ai cierta incomodidad y una necesidad de establecer barreras en- tre él y los demás:
“Él era franco y esperaba una sinceridad recíproca que quizás yo no podía proveerle. Él, después de todo, no tenía estándares de masculinidad, de virilidad, que complicaran su orgullo” (219).
Los capítulos finales de la novela relatan la travesía de Genly Ai y Estraven por la geografía inclemente de Gethen, muestran el encuentro de dos seres que de una manera u otra fueron exiliados por sus respectivas civilizaciones y que se ven obligados a confiar en el otro, en conocerse mutuamente. Estos capítulos son también una pausa en el ritmo de la novela, fluctúan entre la voz de Estraven y Genly Ai, poniendo de relieve los pensamientos que ellos tienen acerca de sí mismos y del otro. Así, The Left Hand of Darkness se convierte en una parábola de la dificultad que significa entablar relaciones con los otros, ya sean seres de culturas, razas o sexos diferentes. Pero a su vez esta novela aboga por superar estar diferencias y aprender a reconocerse a sí mismo en los demás.
En la introducción a esta no- vela, Ursula K. Le Guin caracteriza a la ciencia ficción como un género “extrapolativo”, cuya función es usar la ciencia para predecir el futuro. Pero también la caracteriza como un género descriptivo, el cual se vale de la ciencia como metáfora para reflejar nuestra realidad. ¿Pero cuál es esa realidad que quiere describir esta novela? Se podría pensar que ese ambiente helado de Gethen y la tensión que existe entre Karhide y Orgoreyn, son una representación de lo que se vivía durante la Guerra Fría, en la cual dos superpotencias mantenían hostilidades sin llegar nunca a un enfrentamiento directo. También se podría pensar que esta novela denuncia el racismo y machismo presente en nuestras sociedades. Y en efecto esto lo hace esta novela, pero a su vez más allá, describe la naturaleza humana, su miedo y su necesidad de entablar relaciones con los otros, su deseo de conocer aquello que le resulta más ajeno: uno mismo.
Si por una parte Genly Ai, como representante del Ekumen, desea establecer una alianza política con los habitantes de Gethen, como ser humano, como ser social y como ser que piensa y siente desea establecer una relación personal:
Solo, no puedo cambiar tu mundo. Pero puedo ser cambiado por él. Solo, debo escuchar al igual que hablar. Solo, la relación que finalmente establezco, si logro hacerlo, no es impersonal ni solamente política: es individual, es personal, es a un mismo tiempo más y menos que política. No Nosotros y Ellos, no Yo y Eso, sino Yo y Tú (259).
El descubrimiento que tendrá que hacer Genly Ai en esta historia es que este encuentro con otros seres, si realmente logra llevarse a cabo, implica una lucha en la cual el individuo se pierde a sí mismo para encontrarse en el otro.
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*Editor y profesor invitado.