Vean vé, mis nanas negras
Amalia Lú Posso Figueroa
Ediciones Brevedad
Bogotá, 2011
191 páginas
“¿Qué más cosas podían aparecer en ese libro
que le alborotaran a Caldondina la pensadera
y la preguntadera y a él la sudadera
y el conocarpus de su mangle negro?”
Amalia Lú Posso
Soy ese tipo de lector que cree que son los libros quienes les eligen a ellos, y no al revés. Acostumbro ir a las bibliotecas públicas, esos paraísos en la tierra, a pasearme por los pasillos, rozar lomos de libros y sentarme en el piso a hojear algunos, hasta que alguno me coge de la mano y me lleva hasta la sección de préstamo. Así fue como me encontraron las Nanas de Amalia Lú.
Vean vé, mis nanas negras, es una recopilación de cuentos de la escritora chocoana Amalia Lú Posso Figueroa, publicado por primera vez en abril de 2001, con octava edición en el 2011 en Ediciones Brevedad, y siendo publicada en España por ediciones Palabras del Candil y con traducción al portugués por editorial Kalandra.
Este libro es una compilación de particularidades poco halladas en la literatura colombiana, entre ellos: el paisaje cotidiano del Pacífico, la reivindicación del erotismo femenino de las mujeres negras como empoderamiento personal y cultural. Pero además, se ha de aclarar que estas narraciones son una amalgama entre la literatura y la oralidad, ese hijo de ambos al que Yoro Fall dio por llamar Oralitura.
Esta forma de escritura se observa en los ritmos, las repeticiones, la introducción de piezas musicales, pero más claramente en el uso de términos enfocados en los contextos culturales de la narración. Por ello aunque es sumamente interesante dejar a la imaginación la significación de las palabras no entendidas, recomiendo el diccionario de afroamericanismos del escritor Rafael Perea Chalá.
Adentrarse en Vean vé, mis nanas negras, es abrirse paso por las selvas del Pacífico colombiano, subirse a una canoa ranchá que navega río arriba, río abajo. Meterse en las cocinas y quedarse enredado en los aromas y colores de sus comidas. Es tener el privilegio de hacer un recorrido por nuestra cultura afrocolombiana desde la visión de una gran escritora formada desde su niñez en la oralidad de su pueblo.
En esta recopilación de cuentos se hace un invaluable aporte al reconocimiento de la riqueza cultural de este territorio, patrimonio poco desarrollado en los libros basados en esta zona marginada históricamente. Un libro necesario, como lo da a entender el antropólogo especializado en comunidades afrocolombianas Jaime Arocha:
“Refresca que este libro, al contrario de casi todos los que nos hablan del Chocó, no se regodee en inventarios de marginalidades y carencias. Es de erotismo, pero sobre todo, de las alegrías rebeldes y palenqueras que habitan las almas de esas nanas”(13).
Estas nanas son re-creaciones literarias de las mujeres que se ocuparon de la educación de Amalialú durante su niñez, mujeres de carne y hueso que cocinaban, limpiaban la casa, cuidaban de ella, la peinaban. Aquellas que como dice la autora, “llenaron de fantasías las interminables tardes plenas de relatos bulliciosos, acariciándome, al mismo tiempo que borboritaban palabras en zigzag”(15).
Ciertamente son las nanas las protagonistas, protagonismo que radica en la capacidad que tiene cada una de ellas para desarrollar un ritmo natural de su cuerpo, con el que han nacido, y al que no se han negado, convirtiéndolo en parte fundamental de sus vidas. Y que así como las nanas originales a la autora, “enseñaron a disfrutar al milímetro la riqueza del cuerpo, me metieron el corrinche de gozar con todos los ritmos que tiene mi cuerpo”(15). Al lector incita a encontrar, desarrollar y disfrutar los ritmos propios.
Amalia Lú Posso junto a Lilit Lobos |
Un listado de las nanas y sus ritmos dice: Fidelia en las tetas, Secundina en el sembrar, Wbaldina en las nalgas, Aspacia en la axila, Inocencia en nariz, Limbania en el susuné, Bella en la boca, Olegaria en el corazón, Melitina en el pan, Amantina en el talón, Divina en los ojos, Ismenia en la angarilla, Maximina en el clítoris, Genarina en el ombligo, Miguelina en el mirar, Honoria en el sentar, Acento en el cruzado de pierna, Basilisa en la lengua, Estebana en la espalda, Gunedilda en las rodillas, Amira entre las piernas, Juana en los hombros, Delfa en la voz contada y Jesusita en la voz cantada, Valentina en el pensar y por último, Dioselina en el sentimiento.
Se preguntarán algunos por qué no aproveché la ocasión de la primera impresión y elegir a un escritor famoso y de moda en la actualidad. Elegí hacerla de un libro contextualizado en una de las zonas más marginadas del país, además escrito por una mujer con poco reconocimiento y para colmo afrodescendiente, porque creo que los libros son buenos cuando son exquisitos literariamente, pero son realmente necesarios cuando además logran trascender su espacio estético para converger de manera contestataria con sus contextos sociales, tal como lo hace Vean vé, mis nanas negras.
Son los cuentos de las nanas negras, un grito lúbrico de reconocimiento a la identidad cultural, un pedazo de oralidad mostrado a través de la literatura, un cuerpo erótico construido desde el discurso, para deconstruirlo y así configurar otros significados, un texto que muestra la importancia de la literatura y la oralidad, como hermanas constitutivas entre sí.
El apasionamiento considero es el pilar fundamental de una lectura, y si algo hacen las nanas de Amalialú, es apasionar a sus lectores. Aprovechemos pues esa provocación para encontrar nuestros ritmos, o potenciarlos y que no nos pase como a la nana Aspasia: "Sólo se conjura la vejez manteniendo vivos todos los ritmos del cuerpo, y la axila de Aspasia Copete perdió su ritmo cuando el palo de limón se le llevó el olor”(39). Fue entonces que envejeció, entendiéndose la vejez como la muerte misma del alma.
*lilitlobos@gmail.com