Por Anna Rossell
Els escarxofats.
Michele Serra,
Traducción de Anna Casassas,
La Campana, Barcelona, 2014,
132 págs.
Una lectura ligera, amena,
fresca, este libro de Michele Serra (Roma, 1954), periodista, prolífico
escritor, autor televisivo y humorista italiano, que aborda en esta novela el
espinoso tema de las relaciones paterno-filiales en el siglo XXI. No es una
temática fácil, y ningún mejor registro que el que Serra domina: la sátira, la
fina ironía, el humor, para asumir en primera persona, desde la empatía, el rol
del padre sin naufragar en la travesía. Sale bastante airoso.
Els escarxofats –Los cansados (Algaguara,
2014)-, título engañoso que prepara al/la lector/a para visualizar el alma de
la generación joven, no es únicamente el retrato del hijo y de aquellos a los
que éste representa, sino también -y sobre todo- el de los padres. Porque el
texto, concebido como un largo monólogo de un padre dirigiéndose a un hijo en
plena efervescencia adolescente -que monopoliza obsesivamente su pensamiento- viene
a ser como la crónica de una gran frustración del progenitor: la frustración de
una relación que el padre -cualquier padre de nuestro entorno y de nuestra
actualidad- desearía fervientemente que fuera otra, cálida y cercana.
Conocemos, pues, al hijo únicamente a través de la mirada paterna y, más aún
que al hijo, conoceremos al padre, también él representante de toda una
generación de “postpadres”: es él quien se manifiesta, es él el decepcionado y
es él, en definitiva, quien nos hace testigos de su desencuentro, de sus
momentáneas dudas educacionales. Consciente de que lo que le hiere y lo enoja
puede ser precisamente el fruto de una educación conscientemente aplicada por
principio, antiautoritaria, permisiva y liberal, la voz narradora reflexiona en
su impotencia:
"¿A quién preferirías encontrarte delante, a alguien que habla una lengua clara pero que no es la suya, o bien a alguien que habla su lengua pero que no entiende qué diablos dice? [...]. Si no ejerzo el poder no es únicamente por pereza [...]. Es sobre todo porque en el poder, tal como está estructurado desde antes de ti y de mí, ya no puedo creer. De modo que no puedo engañarme a mí y así engañarte a ti".
A modo de colofón de los
largos monólogos que conforman los capítulos, ejerciendo de interludio entre
ellos, recorre todo el libro un leitmotiv: el deseo del padre de hacer con el
hijo una excursión al Cerro de la Nasca, una empresa que el primero tiene por
el hito significativo de acercamiento entre los dos y que se propone como
objetivo de su vida. El logro final de este hito otorga el premio deseado a los
esfuerzos de un padre que no renuncia a su modelo educativo, a pesar de los
conflictos que éste conlleva.
Formalmente el texto rezuma
la frescura de una voz narradora que se expresa con la dosis de humor necesaria
para contemplar su problema con la distancia suficiente para no desesperar y
mantener viva la ilusión de que un día el entendimiento generacional, la
comunicación, será posible. El obstinado soliloquio del narrador -sustituto de
la añorada conversación con el hijo- se interrumpe en algunos momentos con la
intercalación de la narración de la "Gran Guerra Final" -la que libra
en la imaginación del padre el ejército de los Viejos contra el ejército de los
Jóvenes-, un ingenioso recurso del autor para romper la uniformidad
estilística. A menudo reproduciendo con intención crítica el lenguaje del hijo,
otras veces por un gesto de propensión cariñosa hacia el criticado, el yo
narrador se deja contaminar por el registro lingüístico del hijo consiguiendo
un resultado simpático que hace del libro una lectura atractiva tanto para
hijos como para padres.
© Anna Rossell