Inmersa en la personalidad de George Trakl, como en su poesía, encontramos la desolación y la autodestrucción. Su vida y su obra están hechas siempre al borde del abismo y de la más lúgubre visión de la muerte (1).
Por Celedonio Orjuela Duarte
Por Celedonio Orjuela Duarte
Para
Carlos Pachón, poeta y editor.
In
memoriam
Esta tragedia vivida directa y
diariamente, ese espanto ante los heridos de guerra (recuérdese que un primer
intento de suicidio lo tuvo el 24 de agosto de 1914 cuando Trakl parte para
Innsbruck como teniente sanitario hacia el campo de batalla, en una brigada
asignada al hospital de campaña. En la retirada de Grodeck sus amigos impiden
un intento de suicidio). A mediados de octubre Trakl recibe la orden de internamiento en el departamento
siquiátrico del hospital de la guarnición número quince de Cracovia, para
observación de su estado mental. El 3 de noviembre de 1914, al atardecer, muere
de un paro cardiaco por sobredosis de cocaína).
Situemos
a George Trakl, en la historia reciente de la poesía alemana. Nace en Salzburgo
el 3 de febrero de 1887, un año después que nuestro celebrado poeta José
Asunción Silva, quien se dio un pistoletazo en el corazón, bien sea por su culpa
incestuosa, por deudas, asunto en el que aún no se han puesto de acuerdo sus
biógrafos, en este acontecer se vislumbraba la crisis del arte europeo, desde
finales del siglo XIX. Inició entonces su peregrinaje una generación de
artistas de sentimientos revolucionarios, inflamada por una inquietud que ya
habían conjurado sus antecesores, en el caso de la pintura de Van Gogh y Gauguin,
en una crítica al concepto de la vida difundida por el impresionismo y con todo
el malestar que inunda el arte cuando sus formas y lenguajes se agotan y entra
la duda ante el problema de la relación entre el sujeto y el mundo. Se cuestiona la fe en la realidad
de las impresiones visuales y la percepción sensorial, como fundamento de una
relación optimista del artista con la naturaleza.
La
mirada se dirigía al interior. En adelante no se trataba de reproducir la naturaleza,
sino representarla a través del arte. La misión del artista sería el estudio,
el descubrimiento y la confirmación de la relación permanente de tensión entre
el mundo exterior y el interior; su tarea no sería ya la representación de lo
visible, como lo formuló acertadamente Paul Klee. Esta relación con la
naturaleza la concibe Trakl como un manejo del lenguaje tal que encontrara una vista panorámica llegando a lo
fantasmal de sus bosques, estanques y otros referentes naturales. Al tratarla
como paisaje, las palabras no solo adquieren colorido, calidez o frío,
palpitación, se crea en torno de ellas una atmósfera respirable, desde su
infancia en Salzburgo.
De
este modo la vida de George Trakl transcurre agitadamente, en una de las épocas
más turbulentas de la historia reciente de Alemania. Y, de otro lado, esa vida
se halla en la frontera misma de dos hechos fundamentales: la incubación de lo
que sería la primera guerra mundial y el nacimiento de ese otro gran
movimiento, el expresionismo, que proponía postulados como: pretender la
expresión de la realidad espiritual. Evadirse de una actitud que suponga
actividad. Traer consigo una ruptura con la tradición. Mientras que el
impresionismo al significarla históricamente, conservaba de una manera básica,
la tradición. Entendiendo el impresionismo como un movimiento renovador y el
expresionismo como innovador.
Bueno, pero
mientras la crítica inventa géneros y generaciones, nuestro poeta escribió la
parte principal de su poesía entre 1908 y 1914. Hasta
el estallido de la guerra de 1914, las revistas literarias y los grupos se
multiplican, apoyados en la descentralización alemana. Todos ellos poseen
características comunes entre sí. Por una parte plantea la situación del hombre
aniquilado por la ciencia y la máquina como algo superable sólo desde la
ruptura violenta con lo material y la civilización que tal material comporta.
Ese futuro del hombre moderno lo concibió Trakl como podredumbre, puesto que
todas las instituciones son falsas, lo único verdadero, es el niño, el
adolescente y la muerte, como lo verdadero, lo descontaminado. Para ello se
potenciará al máximo el yo, la individualidad, entendiendo que ahí reside lo
que el hombre posee de espiritual. Esta individualización conlleva un
irracionalismo expresivo. La negación del mundo material se traduce en una
primacía de la imaginación. Para Trakl
el mundo es- como lo reflexiona Aldo Pellegrini, sobre su vida y obra:
El mundo pertenece a los gritones, a los ruidosos, a los farsantes, a los que corren y se encaraman, ellos son los detentadores del poder. Para los puros, los auténticos, solo queda el exilio en el territorio del silencio y el apartamiento.
Más que otro movimiento
anterior, el expresionismo utiliza el lenguaje como fin último y específico de
su propia actividad. Al
darse esa pugna estética, aparece en escena la plena praxis marxista, por lo
que los teóricos de izquierda rechazan esa afirmación del yo individual,
restándole toda importancia revolucionaria al expresionismo.
El
relevo en la literatura y el arte de vanguardia, lo retoma Dada, al que algunos
consideran seguidor ilegítimo del expresionismo. Los procedimientos
expresionistas sirvieron de material maleable en las manos de Tristán Tzara que
renegaba de teorías y academias. La negación a ultranza de Dada, destrucción
continuada sin posterior construcción, imposibilitó todo intento de salir del
círculo cerrado que Tzara había llevado al arte. Aquí es donde surge el
surrealismo que recogió la experiencia del expresionismo, vía Dada, y origina
la mayor subversión del arte y la literatura del siglo XX. Para Trakl, la
necesidad de unir sueño y realidad, estado espiritual y lenguaje, más allá de
la palabra como signo, de ahí que su poesía apele a otra semántica, su propia
semántica, a partir de su “arbitraria” adjetivación y sustantivación de
reiterados adjetivos. Sobre la adjetivación el escritor Alejo Carpentier, en el
texto El adjetivo y sus
arrugas, advirtió que
el adjetivo son las arrugas del estilo. Cuando se inscriben en la poesía, en la prosa, de modo natural, sin acudir al llamado de una costumbre, regresan a su universal depósito sin haber dejado mayores huellas en una página…las ideas nunca envejecen cuando son ideas verdaderas.
Algo que también haría César
Vallejo, en menor medida, pero también con una semántica personal, Trilce, es
el ejemplo universal del poeta peruano.
Trakl el no nacido
Al
leer la poesía de Trakl, no podemos distanciarla de la del hombre. Poesía nada
fácil, si tenemos en cuenta que en ella siempre encontramos signos plurales y
móviles que la hacen casi ininterpretable de una mitología personal. Si
buscamos claves interpretativas, tenemos que recurrir a sus propias indicaciones:
un instante azul no es más que alma.
La simbología de los colores llama la atención desde que abordamos la lectura,
por lo reiterativo y plurisignificante. El blanco es el color de la muerte y
ese blanco significa el regreso a la inocencia del no-nacer, el reino de los
no-natos a los que alude en algunos de sus poemas. Sobre este símbolo del no
nacido de Trakl; reflexiona así, el poeta Aldo Pellegrini:
El nonato el símbolo de la pureza sin mácula, y por lo mismo la fórmula de lo imposible, de lo divino que se pierde por el sólo hecho de nacer; representa por lo tanto un arquetipo que solo es posible en lo inexistente.
De ahí que esta sea una poesía del pensamiento, una poesía de anhelos
metafísicos, poesía que conciben los verdaderos líricos, los transgresores que
en su apartamiento de la podredumbre del mundo, sus instituciones verbalizan un
mundo sólo posible en el habitáculo de las utopías. De ahí que su poesía
ambienta la otredad y la cercanía de la muerte, algunos lo consideran el poeta
de la muerte en cuanto que Trakl considera que la creación es una creación para
la muerte, y en esta nos aloja en el único espacio que no tiene límite, es
decir en lo infinito ilimitado.
Canción de Kaspar Hauser[2]
Sin duda
amaba al sol que descendía purpúreo la colina
Los
senderos del boque, el negro pájaro que cantaba
Y la
alegría del verdor.
Severa era
su vida a la sombra del árbol
Y puro su
rostro.
Dios como
dulce llama habló a su corazón:
¡hombre!
Su paso
tranquilo descubrió la ciudad al anochecer;
El oscuro clamor
de su boca:
Quiero
llegar ser jinete
Pero lo
perseguían la maleza, y la bestia,
La casa y
el jardín crepuscular de hombres blancos
Y su
asesino lo buscaba.
Primavera y
estío, y el hermoso otoño
Del justo,
su mesurado paso
Hacia las
oscuras habitaciones de los que sueñan.
Pasó la
noche a solas con su estrella
Vio caer la
nieve en el pelado ramaje,
Y en el
portal en la penumbra la sombra del asesino.
Plateada se
desplomó la cabeza del nonato
Versión de Aldo Pellegrini
Otra
posible interpretación de los no-natos, es decir, los únicos inocentes que no han cometido el pecado de nacer. El
nacer implica llevar también una sexualidad que conlleva la culpa de lo sexual. Otro
estudioso de su obra, José Miguel Mínguez, nos dice:
El incesto había acentuado su vivencia de la soledad humana, ya que el sexo en él, no había sido elemento de trascendencia hacia otro ser, se resume una vez más el horror de vivir, imposibilitado de salir de uno mismo verdaderamente. A su vez también el incesto era un acto de marginación y de rebelión ante el mundo. En cierto modo la experiencia incestuosa define e infama su poesía, que ha sido sagazmente llamada “una poesía de negaciones en busca de pureza”.
Estas experiencias transgresoras de la moral
pública, lo alinean a lado de una legión de poetas videntes como: W. Blake,
Holderlin, Rimabaud, Lautremont, Artaud, Pavese, Genet. Como
consecuencia de lo dicho el amor en Trakl, o su culpa incestuosa (testimoniados
en sus poemas Aquelarre, Vía Crucis de Sebastián en sueño, incesto) o la
santificación de lo físico pecaminoso a través de un encuentro a la vez
espiritual: Los amantes florecen hacia las estrellas; En
esa noche se separan de las tibias almohadas/amarillentas por el incienso/los
frágiles miembros de los amantes/
En
esta redención de la culpa incestuosa a través del acto amoroso que engendra
una unión espiritual completa, a veces también se introduce un matiz de
melancólica rebeldía:
Oh la hora amarga de nuestra caída/al contemplar un pétreo rostro en las aguas negras/pero fulgentes alzan los amantes/sus plateados párpados/una estirpe y ya fluye el incienso/de las Rosadas almohadas y el dulcísimo canto de los resucitados.
Sobre estas transgresiones
“aterradoras” para los lectores de poesía liviana e intrascendente, los que niegan que toda posibilidad de la
desnudez humana, todos los requiebros que implican la travesía por el mundo,
estos temas no son posibles en poesía, para el caso colombiano, ya lo decíamos
el posible incesto de Silva y ciertos atisbos zoofilicos en el caso del poeta
Raúl Gómez Jattìn, aclarando que la relación del alemán con el colombiano, es
poetizar lo prohibido, no así su universo simbólico. Para cerrar este aspecto
de lo incestuoso volvamos a Pellegrini:
“El incesto- háyase o no concretado- con su desgarradora sensación de culpa, está presente en la poesía de Trakl, y no solo adquiere una calidad mística sino que alcanza las dimensiones de una verdadera metafísica del incesto. Al ser en realidad el hombre un solitario, busca en el amor la salida de su soledad. El incesto en cambio, acentúa la soledad. Al enfrentarse con la propia sangre en el acto amoroso, no se produce la despersonalización habitual en el amor que parte de uno y vuelve a uno a través de la propia sangre. Hay un encierro en sí mismo.
Trakl y la sobrenaturaliza
Albert
Beguin en su libro El alma romántica y el
sueño en su apartado El renacimiento
renace, nos dice:
“No solamente la naturaleza y el espíritu (nuestro espíritu en particular) son la misma esencia, ya que ambos son emanaciones de la Causa única, sino que, además, la corrupción del espíritu humano arrastra la caída de la naturaleza misma. Saint Martin dice que el hombre se volvió hacia una luz distinta de aquella suprema manifestación de la que estaba destinada a ser, y que la materia nació de la caída, pues Dios la creó para detener la carrera hacia el abismo y para dar al hombre un mundo en que tuviese una oportunidad para redimirse”.
Pues
bien, aquí en algún sesgo de su poética
hace eco a los postulados románticos, reflejados a partir de su adjetivación
tan propia del mundo romántico y que amaban tanto la desesperación, sincera o
fingida, tuvo un riquísimo arsenal de
adjetivos sugerentes, de cuanto fuera lúgubre, melancólico, sollozante,
tormentoso, ululante, desolado, sombrío, medieval, crepuscular y funerario,
como los calificara Alejo Carpentier en su texto El adjetivo y sus arrugas. En Trakl está, entonces, ese sesgo
romántico, pero por sobre todo sujeto a
ese abrevadero del estanque de Novalis, a quien le dedica el siguiente poema,
de los pocos concedidos a un literato:
A Novalis
En tierra
oscura reposa el sagrado extranjero.
Dios le
arrebató la queja de su dulce boca,
Cuando él
desapareció en plena floración
Como una
flor azul
Sobrevive
su canto en nocturna canción de los dolores
Traducción Editorial Trota
Los
Himnos a la noche es un poemario propiamente romántico y uno de los más bellos
libros de todos los tiempos que poeta alguno haya propuesto en su aventura
personal, libro elevado a la categoría de mito. Esta rápida observación de
Trakl con Novalis, pretende mostrar la fuerza del romanticismo que de alguna
manera caló en la poética del alemán.
Trakl y la evolución de su poesía
Se
cree cuando se estudia un poeta de vanguardia, pareciera que su poesía no hubiera
hecho un tránsito por las formas métricas formales y de entrada ya está
instalado en la vanguardia y su versificación, esto es, el verso libre y la
prosa poética. Ese no es el caso de nuestro poeta. En Trakl se encuentran
claros ejemplos de nuestra versificación española, a pesar de la pérdida de
estas formas métricas debido al riesgo que implica la traducción. Su poesía se
desarrolla en dirección al cántico o canción, sonetos…En este periodo Trakl se
atiene a un modelo de belleza literaria con claras referencias a la musicalidad
y sonoridad, cadencia, metro, rima, aliteración. Volvamos a Pellegrini, el
ensayista argentino aclara esos momentos de su poesía en su libro Poemas,
George Trakl, que publicara la Universidad Católica del Perú, en 2005[3].
Veamos algunos poemas que corresponden a las tres etapas referenciadas por
Pellegrini
Canción del anochecer
Al
anochecer mientras marchamos por sombrías sendas,
Ante
nosotros se aparecen nuestras pálidas siluetas.
Cuando
tenemos sed,
Bebemos del
agua blanca del estanque
La dulzura
de nuestra infancia triste.
Muertos,
reposamos bajo los sauces,
Observando
las grises gaviotas.
Nubes de primavera
flotan sobre la ciudad tenebrosa,
Donde ha
enmudecido la noble época de los monjes
En el
momento de tomar tus frágiles manos
Abriste
suavemente los redondos ojos.
Esto
sucedió hace ya mucho tiempo.
Pero cuando
una oscura melodía penetra en el alma,
Surges,
blanca, en el otoñal paisaje del amigo.
Y de su
segunda etapa, vemos:
Helian[4]
En las
solitarias horas del espíritu
Hace bien
andar al sol
A lo largo
de los amarillos muros del verano.
Apagados
suenan los pasos en la hierba; pero siempre
Duerme el
hijo de Pan en el mármol gris.
Al
anochecer, en la terraza nos embriagamos con oscuro
Vino.
Rojizo
resplandece el durazno en el follaje;
Tiernas
sonatas, risas felices.
Agradable
es la quietud de la noche.
En una
oscura planicie
Nos
encontramos con pastores y blancas estrellas.
Con la
llegada del otoño
Se deja ver
una frugal claridad en la floresta.
Aplacados
caminos a lo largo de los rojos muros
Y los
redondos ojos siguen el vuelo de las aves.
Al
anochecer cae el agua blanca en urnas funerarias.
En las
ramas desnudas el cielo ocioso reposa.
En manos
puras lleva el labriego el pan y el vino
Y
plácidamente maduran las frutas en la soledad del recinto.
Oh qué
semblante severo tienen los muertos queridos
Pero el
alma se reconforta en la recta contemplación.
Majestuoso
es el silencio del arrasado jardín,
Cuando el
joven novicio corona su frente con pardo
Follaje
Y un gélido
oro bebe su aliento.
Las manos
rosan la antigüedad de azuladas aguas
O en la
fría noche las blancas mejillas de las hermanas.
Suave y
armonioso es caminar por los acogedores
Cuartos
Donde reina
la soledad y el murmullo del arce,
Donde
quizás todavía canta el zorzal.
Hermoso es
el hombre y su aparición en la sombra,
Cuando
mueve maravillado los brazos y las piernas
Y en las
purpúreas órbitas giran sin ruido los ojos.
A la hora
de la víspera se extravía el extranjero en la
Negra
devastación de noviembre,
Bajo ramas
podridas, al lado de muros llenos de lepra,
Por donde
otrora pasó el hermano santo,
Sumido en
suaves acordes de su demencia.
Oh qué
final solitario para el viento del anochecer.
La cabeza
agonizante se inclina en la oscuridad del
Olivo
Sobrecogedora
es la declinación de la estirpe.
En esta
hora los ojos del contemplador
Se llenan
con el oro de sus estrellas.
Al
anochecer se abate un carrillón que ha dejado de
Sonar,
Se
desploman los negros muros en la plaza,
Llama a la
oración el soldado muerto.
Ángel
pálido,
Ese hijo
que entra en la vacía casa de sus padres.
Las
hermanas se alejaron en busca de blancos ancianos.
Por la
noche las descubrió el durmiente en el portal bajo
Las
columnas
De vuelta
de tristes peregrinaciones.
Oh, qué impregnados
están sus cabellos de inmundicias
Y gusanos
Cuando él
está allí plantado sobre sus pies de plata,
Y ellas
salen difuntas de desnudos aposentos.
Oh los
salmos bajo la ardiente lluvia de medianoche,
Cuando los
sirvientes flagelan con ortigas los tiernos
Ojos
Los frutos
pueriles del saúco,
Se inclinan
sorprendidos sobre una tumba vacía.
Quedamente
giran lunas amarillentas
Sobre las
febriles sábanas del adolescente,
Antes de
que llegue el silencio del invierno
Un elevado
destino desciende meditando el curso del
Cedrón,
Allí donde
el cedro, tierna criatura,
Se extiende
bajo las azules cejas del padre,
De noche
conduce el pastor su rebaño por la pradera.
O hay
gritos en el sueño
Cuando en
la floresta un ángel de bronce aborda el
Hombre,
Y la carne
del santo se derrite sobre la parrilla ardiente.
Alrededor
de las chozas de barro trepan las purpúreas
Vides,
Sonoras
gavillas de amarillento trigo,
El zumbar
de las abejas, el vuelo de la grulla,
Al
anochecer los resucitados se encuentran en rocosos
Senderos.
En las
negras aguas se miran los leprosos;
O abren sus
asquerosas vestimentas llorando
Frente al
balsámico viento que sopla de la rosada colina.
Gráciles
criadas andan a tientas por las callejuelas de la
Noche,
Por si
encuentran a los amantes pastores.
El sábado
resuena en las chozas un dulce canto.
Dejad que
la canción rememore también al muchacho
Su delirio
y sus blancas cejas y su deceso,
Al cuerpo
corrompido que abre los azulados ojos.
Oh qué
triste es este encontrarse de nuevo.
Las escalas
de la locura en negras habitaciones,
Las sombras
de los ancianos en el vano de la puerta,
Cuando el
alma de Helian se contempla en el rosado
Espejo
Y nieve y
lepra van cayendo de su frente.
En las
paredes se han apagado las estrellas
Y las
blancas figuras de la luz.
De la
alfombra se incorporan los esqueletos de las
Sepulturas,
El silencio
de ruinosas cruces en la colina,
La dulzura
del incienso en el viento purpúreo de la
Noche.
Oh
vosotros, despedazados ojos en negras cavidades,
Cuando el
nieto sumido en manso desvarío
Reflexiona
solitario en el tenebroso final,
El sereno
Dios baja hacia él los azules párpados.
Version Aldo Pellegrini
Grodek[5]
Al
anochecer retumban en los bosques otoñales
Las armas
mortíferas, en las llanuras doradas
Y en los
lagos azules, por los que un sol
Sombrío
rueda. La noche envuelve
A los
guerreros moribundos, el salvaje lamento
De sus
bocas despedazadas.
Pero sigilosamente
confluyen hacia el pastizal
Rojas nubes
en las que mora un Dios colérico,
La sangre
derramada y un frío lunar;
Todos los
caminos llevan a la negra podredumbre.
Bajo el
ramaje de oro de la noche y las
estrellas
Se tambalea
la sombra de la hermana por la floresta
Silenciosa
Para
saludar a los espíritus de los héroes, a las cabezas
Sangrantes;
Mientras
suenan quedas en los juncos las oscuras
Flautas del
otoño,
¡Oh, dolor
arrogante! ¡Altares de bronce!
La ardorosa
llama del espíritu se alimenta hoy de un
Dolor más
tremendo:
Los nietos
no nacidos
Versión Aldo Pellegrini
En
la última etapa de su búsqueda de fondo y forma en el poema, produce una serie
de textos o prosa poética. Convergen en estas páginas cielo e infierno, pasado
y presente, intimidad dolorosa y bella musicalidad. Sus poemas tienen algo de lapidario
y de estelar a la vez. Es una negación a todas las formas del establecimiento y
una exaltación a ese yo individual a la manera de su compatriota Max Stirner[6],
en su libro El único y su propiedad, advierte… El ser enigmático e
incomprensible que encanta y conturba al universo, es el fantasma misterioso
que llamamos Ser Supremo.
Penetrar ese fantasma, comprenderlo, descubrir la realidad que existe en él (probar la existencia de Dios) es la tarea a la que los hombres se han dedicado durante siglos. Se han torturado en la empresa imposible y atroz, ese interminable trabajo de Danaides, de convertir el fantasma en un no-fantasma, lo no-real en real, el espíritu en una persona corporal. Tras el mundo existente buscaron la cosa en sí, el ser, la esencia. Tras las cosas buscaron fantasmagorías.
Algunos
de sus poemas tienen el tono de crónica poética como es el caso de País de ensueño. Los otros se mantienen
en esa visión onírica y fantasmal, así son los textos, Abandono, Metamorfosis del mal; Revelación y aniquilamiento. El siguiente fragmento de una prosa poética que
la componen seis apartados, de acuerdo a la traducción de Pellegrini. Segundo
fragmento:
Estaba sentado silencioso en una taberna abandonada, bajo las ahumadas vigas de madera, solo con mi vino, cadáver radiante inclinado sobre algo oscuro, y yacía a mis píes un cordero muerto. Desde un azul en putrefacción emergió la pálida figura de la hermana, y así habló su boca sangrante: “Pincha, negra espina”. Ay, todavía resuenan en mí los brazos la plata de furibundas tormentas. Que brote la sangre de los pies lunares y florezca en la nocturna senda, por la que huye chillando la rata. Centellead estrellas en mis encanadas cejas; y repiquetea suavemente el corazón en la noche. Una roja sombra con espada flamígera irrumpió en la casa, y huyó con nevada frente. Oh, amarga muerte.
Y desde mi interior habló una oscura voz: en nocturno bosque quebré la cerviz a mi negro caballo, porque la locura brotaba de sus purpúreos ojos. Las sombras de los olmos, la risa azul del manantial y la negra frescura de la noche se abatieron sobre mí, mientras yo, salvaje cazador perseguía una nívea presa. Mi rostro se extinguió en un infierno de piedra.
Y rutilante, cayó una gota de sangre en el vino solitario, cuando lo bebí, sabía más amargo que la adormidera. Y una nube negruzca envolvió mi cabeza, las lágrimas cristalinas de ángeles condenados, y quedamente la sangre manó de la plateada herida de la hermana, y una lluvia de fuego cayó sobre mí.
Repercusiones de su obra
La
cultura contemporánea procura interpretar el mundo en su totalidad, valiéndose
de lo que hasta hoy ha podido tener para sí, incluyendo sus facultades humanas;
la razón, el sentimiento, el cuerpo, la fe; para así comprender el mundo más
vivencialmente. Por tal motivo, nos encontramos en el arte, y en la poesía en
particular, un lenguaje fluido para ello, de donde deriva el actual hermetismo
de ciertos poetas vanguardistas. Se visualiza en estos poetas una permanente
rebelión como queriendo afianzar los postulados del simbolismo en Francia, los
noventa en España y el modernismo en América, que fueron los lazos del siglo XX.
En
esa perspectiva alienta la voz de Trakl en los poetas del fin del siglo XX y la
primera década del XXI. Trakl anticipa la condena del hombre de hoy, al decir: El hombre progresa formidablemente en su
empresa de autodestrucción. Lo humano por no nacido, es irremediable, el hombre
va necesariamente al aniquilamiento. Es la vida de un poeta que consideraba
a los americanos en su hybris técnica y en su cristianismo del más acá, de
hacer dinero y negocios, la nación más ridícula y bárbara y la menos espiritual
del mundo.
La
voz de Trakl se siente en algunos poetas de las últimas décadas. El aliento de
esa voz que viene de otras voces igualmente mayores: Baudelaire, Verlaine, Nietzsche,
Dostoievski, Ibsen, Rimabaud…como decíamos en este apartado pretende la
totalidad, así resulte contradictorio en algunos de sus temas, como el
religioso, en el que algunas veces es anticlerical ¡y de qué manera! Y en otras
benévolo. Ofrece un camino a la nueva poesía mundial, para el caso colombiano
el poeta Juan Manuel Roca, se deja arrasar de ese río tormentoso, especialmente
en la poetización de la noche y el
simbolismo religioso que acompaña su libro La
farmacia del ángel y Biblia de pobres.
[1] El presente ensayo ha sido revisado y ampliado de su versión inicial en mi libro Visiones: Un inventario de afectos literarios. Los poemas completos que aparecen en el presente texto corresponden a las traducciones al español de Aldo Pellegrini, en su libro George Trakl. Poemas. Pontificia Universidad Católica del Perú, al igual que las notas sobre algunos personajes de la cultura alemana. La versión de los primeros versos, pertenecen al libro de editorial Trota.
[2] Kaspar Hauser: enigmático personaje alemán. Fue encontrado un día de 1828 en una calle de Núremberg en estado de completa desorientación. Llevaba consigo una carta escrita por un labriego en la que decía que el tal Kaspar Hauser le había sido entregado contando solo meses, y que él había cumplido con el compromiso de mantenerlo completamente aislado del mundo exterior. Le había enseñado los rudimentos de las primeras letras. Su extraño caso le granjeó protectores que le procuraron trabajo y vivienda. Se sospechó que fuera el hijo del primer matrimonio del Duque de Badén. Murió asesinado, en 1833, del mismo modo misterioso como se le había encontrado. El tema sirvió de base a una obra de teatro de Kurt Martens (1904) y a una novela de Jakob Wasserman (1903). El personaje le interesó a Trakl seguramente por representar la inocencia que da el alejamiento del mundo. En una carta a Erchard Buschbeck, 1912, Trakl habla de sí mismo como de alguien que terminará siendo un Kaspar Hauser.
[3] Podrían caracterizarse del siguiente modo los tres períodos de su poesía: el primero comprende el desarrollo del poema como canto, cántico o canción, con la búsqueda de la belleza sonora exterior de la poesía: la cadencia, el metro, las rimas, la aliteración, el estribillo, el rondel. Creó, mediante los recursos, una especie de construcción circular, un poema cerrado.
En el segundo período –que algunos denominan erróneamente intermedio, pues haría suponer una especie de transición hacia una forma definitiva, siendo en cambio este período aquel en el que alcanza la verdadera culminación de un estilo personal -, comienza el poeta a delatar la sensación de la insuficiencia del canto en función del poema. En efecto, la musicalidad fónica o exterior del poema es de naturaleza extralingüística, y resulta un agregado que en algunas situaciones puede reforzar lo que llamo musicalidad semántica, generalmente la disminuye. En este período, aunque se mantienen ciertos recursos sonoros, aparece una mayor libertad formal. Este período que comienza con poemas de la primera parte como “Canción del anochecer” y “Helian”, tiene sus más típicos representantes en los poemas del ciclo “Sebastián en Sueño”. Se caracteriza por producirse una acentuación de las imágenes antinómicas y una intensificación de la audacia de las imágenes.
[4] Helian: como en los casos de Elis y Sebastián, designa un personaje imaginario que podría considerarse como una proyección ideal del poeta mismo, o una encarnación del ser espiritual. Trakl habría tomado el nombre de la palabra alemana Heiland (Salvador o Redentor) o más bien de la variante Heliand, nombre con el que se designaba a Cristo en la Edad Media en Alemania. Con este nombre existe un poema sobre Cristo en bajo alemán que data del siglo IX. Las referencias a Cristo en el poema son evidentes. Se menciona al río Cedrón a cuyas orillas pasó Cristo la última noche con sus discípulos en el huerto de los olivos. El poema termina con una esperanza de redención. Trakl compuso en el invierno de 1912 a 1913, y siempre demostró gran predilección por este poema.
[5] Grodek: ciudad de Galitzia (Polonia) donde en el frente de guerra oriental, Trakl actuaba como farmacéutico en la sanidad del ejército austríaco. Allí tuvo lugar una de las batallas de la primera guerra mundial.
[6] Max Stiner , cuyo nombre verdadero era Johann Gaspar Schmidt, nació en 1806 en la ciudad alemana de Bayreuth. Cursó estudios universitarios en Erlagen y Konigsberg. Se dedicó a la docencia en una escuela femenina a la vez que hacía el oficio de traductor. Perfeccionó sus estudios con maestros como Hegel y Michelet. La obra Máxima de Stirner, El único y su propiedad, escrita en 1844, se escribe en el conjunto de obras filosóficas de los jóvenes hegelianos. Stiner hizo un barrido en su libro de todos los dogmas que se ha inventado el hombre, he aquí un fragmento del incesto y otras piorreras: Examinad la manera como se conduce hoy un hombre moral que cree haber acabado con Dios, y que rechaza el cristianismo como un pingajo. Preguntadle si alguna vez se le ha ocurrido poner en duda que las relaciones carnales entre hermano y hermana sean incesto, que la monogamia sea la verdadera ley del matrimonio, que la piedad sea un deber sagrado,etc. Le veréis sobrecogido de un virtuoso horror a la idea de que pudiese tratar a la hermana como mujer, etc. Y de dónde viene ese horror? De que cree en una ley moral. Esta fe está sólidamente anclada en él. Cualquiera que sea la vivacidad con que se subleva contra la piedad de los cristianos, él es igualmente cristiano en cuanto a la moralidad. Por su lado moral, el cristianismo lo tiene encadenado, y encadenado en la fe.