Atlas postcolonial

Por Juan Guillermo Gómez Ossa


Atlas portátil de América Latina
Graciela Speranza
Anagrama
Barcelona, 2012
248 págs.

Desde la época en que fueron hechos los primeros ready-mades por el artista francés Marcel Duchamp, el arte ha tenido una gran transformación. Los cambios han sido tanto a nivel instrumental como conceptual. Ya las producciones artísticas no necesariamente tienen que entrañar una producción elaborada en un taller o en una atelier, palabra francesa (no gratuitamente lo de francesa) acuñada para referirse a los lugares de trabajo de los artistas, sino que pueden hacerse desde múltiples lugares que incluyen claro está las más cercanas y banales rutinas, no solamente de los artistas, sino también de la gente en general, la masa. Los objetos digamos triviales, tomando como ejemplo la famosa bacinilla expuesta por Duchamp en los años 10 del siglo XX, en el inicio de las vanguardias europeas de entreguerras, se convirtieron en punto de partida de muchos experimentos estéticos, no siempre afortunados. Podría decirse que una buena parte del arte llamado contemporáneo y que no necesariamente posee una calidad o complejidad alta, proviene de estas propuestas duchampianas. El uso –y abuso- de los objetos burdos, olvidados, rutinizados ha sido una constante desde hace más de medio siglo y parece que sus significados –si es que su pretensión es comunicar alguno- está en un punto en que no dice mayor cosa y repite las mismas fórmulas manidas y desgastadas ya, al intentar agotar el conceptualismo. La situación es aún más desoladora cuando se intenta abordar las producciones artísticas y propuestas estéticas realizadas en América latina (por lo demás, otro concepto de origen francés), ya que en su mayoría, han sido producciones realizadas desde el enfoque costumbrista, pasando por las crónicas descriptivas y los relatos de viajes que tanto han maravillado al llamado Primer Mundo.  Se ha criticado, especialmente desde la época del boom latinoamericano, esta tendencia de abordar las vivencias latinoamericanas desde la óptica costumbrista y vernácula, y se ha insistido en la necesidad de adaptar los cánones de Europa y Norteamérica a las realidades latinoamericanas para así darle carta de presentación al otro lado del océano y estar a la par de los creadores de esas regiones del mundo. Personalmente, considero que las creaciones del boom latinoamericano tienen muestras de gran elaboración y conjuga las realidades de esta parte del mundo con el lenguaje y las técnicas traídas de allende el océano por aquellos artistas que viajaron a mediados del siglo XX; pero, de igual manera, consideramos que ellos realizaron un periplo colonial a la inversa y que las producciones sea escritas o plásticas realizadas en Latinoamerica antes del boom, no pueden ser descalificadas simplemente como retrógradas, costumbristas e incluso panfletarias o tendenciosas políticamente hablando. Aquellas producciones marcaron un preámbulo propicio para las grandes construcciones del boom.

Con el libro de la escritora argentina Graciela Speranza, se intenta hacer un recorrido profundo y claro acerca de las producciones artísticas del continente latinoamericano desde finales del siglo XX década del 80, hasta la actualidad principios del siglo XXI. El libro fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo 2012. El modelo de inspiración del ensayo fue el Atlas Mnemosyne del historiador alemán Aby Warburg, reconocido por sus investigaciones acerca del Renacimiento con especial énfasis en las imágenes producidas en ese período, tanto por artistas reconocidos hasta nuestros días como por otros olvidados. La producción de Warburg se centra claro está en Europa y al llevar sus investigaciones adelantadas, después de un viaje por Estados Unidos y permanecer con las tribus indígenas Pueblo y Navajo, entrelaza concepciones de los indígenas norteamericanos con sus propias investigaciones sobre el paganismo y las distintas corrientes esotéricas y populares de la época renacentista. El Atlas mencionado es una sobreabundante recolección de imágenes de distintos momentos de la historia europea, sin aparente lógica de presentación, solamente con un breve texto encabezando las series de imágenes. De esta manera, el ensayo de Speranza sobre el arte latinoamericano intenta trazar unos senderos por donde transita la literatura y la plástica, marcando, y en muchos de los casos, solamente esbozando los significados y las prácticas. En este sentido es la referencia mencionada anteriormente sobre los lugares y las prácticas de la construcción estética de los artistas latinoamericanos. El taller, el estudio, el museo, la biblioteca ya no se mantienen como los lugares simbólicos de los artistas, ahora el arte intenta, por lo menos, construir sus significados en los lugares habitados por la cotidianidad, involucrar a la masa e incluso proponer una mirada autocrítica e incluso irónica sobre las producciones. Este aspecto mencionado del involucramiento de gente en general, no solo de los artistas o del público especializado, en las propuestas estéticas, es tal vez el aspecto más notorio de las realizaciones artísticas realizadas por latinoamericanos. El público se convierte en partícipe del desenvolvimiento estético, su mirada y envolvimiento son parte clave del significado de la obra artística. Esta pretensión se entronca con una de las características básicas del Renacimiento europeo, e incluso del Medioevo, y que después fue olvidada durante mucho tiempo: la producción de la cultura popular. O mejor aún, la perdurabilidad del arte, digamos, en la cultura popular. Aspecto llamativo, por cuanto dicha perdurabilidad muchas veces no excede los límites de una presentación. Importa que la presentación o performance artística de lugar a otras producciones con un significado similar, que se ramifica de maneras inesperadas, o bien, se repite incesantemente al punto de parecer una cacofonía.  La pretensión de las producciones artísticas analizadas por Speranza, no pretenden, por lo general, hacer gala de originalidad o de perennidad; pretenden difuminar los límites entre estética, representación social popular, tradición y vanguardia, así como las barreras entre las diferentes manifestaciones artísticas, en el caso del presente libro, entre literatura y plástica. Se analizan también, las producciones que sobrepasan los límites de la estética y fusionan arte y ciencia, por ejemplo, en las construcciones de Tomás Saraceno, artista argentino, quien con su obra Air-Port-City (Ciudad Aeropuerto), crea una esfera con materiales industriales, con capacidad para albergar a varias personas en su interior y flotar por los aires, recorriendo grandes distancias. De esta manera, pretende realizar la utopía de traspasar fronteras y cuestionar los límites y posibilidades de la vida en tierra firme. Más cercano, diríamos, a la tradición artística, está la obra de la colombiana Doris Salcedo, quien en la Galería Tate de Londres, realizó una instalación consistente en una grieta de forma irregular que estaba en el piso del recinto; los espectadores no podían acercarse a ver muy de cerca dicha grieta y la artista con sus declaraciones posteriores, tampoco contribuyó mucho a esclarecer el misterio de su elaboración. Permanecen los significados o las interpretaciones multívocas que esta obra puede suscitar: la ironía sobre el resquebrajamiento de la tradición y la vanguardia artísticas, en el mismo seno de la consagración, entre otras. 

La mayoría de la obras analizadas por Speranza, dan cuenta, como se ha esbozado anteriormente, de una conjunción no siempre estable ni inteligible, entre la cultura ilustrada y la cultura de masas. Existe una marcada tendencia a relatar de manera descriptiva algunas veces, los sucesos más conocidos por la masa, sucesos que han dejado una huella imborrable en la historia y en la mentalidad de las personas. Entre ellos, el caso de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, México, narrado literariamente por Roberto Bolaño, el escritor más reconocido por el público lector latinoamericano. En  su novela 2666, de más de mil páginas, una cuarte parte consiste en la descripción literal, a manera de registro forense, de las identidades de las mujeres asesinadas en dicha ciudad hasta la fecha de elaboración de la novela del escritor chileno. Bolaño hace, de esta forma, un intento por llevar su literatura más allá de las fronteras de los círculos literarios. En cuanto a la plástica se refiere, la obra de Bolaño se relaciona, desde la perspectiva de Speranza, con la obra del español Santiago Sierra, quien escribe en las afueras de Ciudad Juárez, grabado con surcos en la tierra la palabra Sumisión, vista desde el aire, en referencia a la idiosincrasia que marca a las mujeres asesinadas y violentadas en esta ciudad. Una de las obras más reconocidas, por su papel visual y por su localización geográfica, fue la del chileno también Alfredo Jaar, quien ubicó su creación en pleno centro de Manhattan, Nueva York, junto a los demás letreros de neón característicos de esta ciudad estadounidense. Consistió esta obra en un cartel luminoso donde aparecía un mapa de Estados Unidos y posteriormente un letrero en inglés diciendo: “Esto no es América”. Posteriormente, aparece la bandera estadounidense con el posterior letrero: “Esta no es la bandera americana”. Luego la palabra “América” y finalmente la misma palabra con un mapa de América el continente, incluyendo claro está Latinoamérica, sustituyendo a la letra R. Por su ubicación, se insiste, así como por la repercusión mediática que recibió la obra, y sobretodo por el cuestionamiento hecho a la cultura estadounidense en su mismo centro significativo, la obra abarcó la mentalidad y el discurso de las distintas clases sociales y nacionalidades en la ciudad considerada la capital del mundo. Las reacciones en ese entonces no se hicieron esperar y suscitó todo un debate cultural, histórico y lingüístico que repercute en las polémicas actuales al respecto. De igual manera, abarca aspectos de la publicidad y los mass-media al servicio de la confrontación de discursos hegemónicos y la crítica socio-cultural por parte de las mayorías oprimidas y soslayadas.

Podría entonces pensarse, a partir del ensayo de Speranza, que el arte latinoamericano está a la par del arte europeo, basándose ésta afirmación en el hecho de destacar el sustrato material de las producciones estéticas y los lugares de exhibición de las mismas, que son los mismos lugares y materiales del llamado Primer Mundo. Esta apreciación tiene sentido, especialmente desde la apreciación de las artes plásticas, con todo el despliegue que éstas producciones entrañan. Desde el punto de vista de las artes literarias, el panorama tiene algunos matices diferentes; particularmente, la obra del mexicano-peruano Mario Bellatin, el cual construye en su novela o relato Perros héroes, un lugar que desde el discurso dicho por el mismo autor estaría situado en algún lugar de Latinoamérica, pero que, a medida que el relato avanza, entra en juego un complejo sistema de montaje en el cual el sentido toma varias facetas, incluyendo el desvanecimiento de la frontera entre ficción y no-ficción, el aspecto autobiográfico que igualmente toma varios matices, entre los cuales materiales provenientes de obras anteriores del autor, y una relación del texto con la fotografía e incluso el performance.

Puede verse, entonces, distintas variantes en este Atlas construido por Speranza y su relación con el Atlas de Warburg mencionado al inicio del presente comentario. Insistimos en que las relaciones entre las imágenes del Atlas warburguiano son a menudo arbitrarias y polisémicas, y que el texto elaborado por Speranza intenta darle mayor sentido a dichas relaciones iconográficas, aunque no excluyan del todo la arbitrariedad y la dificultad en el establecimiento de relaciones recíprocas. Podemos entonces observar que este libro sobre el arte latinoamericano presupone una conexión del arte hecho en ésta parte del mundo y su relación con el arte hecho en Europa y Estados Unidos. Es la intención de la autora proponer un discurso que imbrique todas las relaciones posibles entre lo local y lo global, entre el pasado, el presente y el futuro y las posibles conexiones entre las producciones estéticas de toda parte del mundo, otorgándole importancia especial a las retroalimentaciones mutuas entre ambos lados del Océano Atlántico, con la intención expresa de confrontar el discurso localista y con intenciones de presentarse como autóctono, con todas las ideologías que ello conlleva. Para la autora, las relaciones entre el arte europeo, norteamericano y latinoamericano, van más allá del llamado multiculturalismo, que entraña una visión de exoticidad que las más de las veces excluye en lugar de incluir. Pareciera entonces que las producciones latinoamericanas no tienen un discurso propio sino en relación con la resignificación de las diferentes tendencias propuestas en el Primer Mundo. Aún así, se continúa de alguna manera un discurso postcolonial al estar el arte latinoamericano siempre referido al arte europeo o estadounidense. Esto se ve reflejado en los libros del brasileño Joao Gilberto Noll y del argentino Sergio Chejfec, donde los personajes son trasunto de ellos mismos y narran sus experiencias en Europa, en donde está la constante tensión entre lo familiar y lo extranjero; además en la producción de estos dos escritores, se perfila una concepción, o mejor, un estado, que en el texto de Speranza se constituye en uno de los motivos centrales del ser latinoamericano: el sentirse perdido, desorientado, el principio del cuestionamiento sobre los lugares cercanos y lejanos. Se relacionan estas producciones escritas con las creaciones plásticas del argentino Guillermo Kuitca, quien dibuja mapas con nombres de países y ciudades completamente imaginarios, donde en uno de aquellos mapas de una serie anterior a ésta, incluye a Bogotá demarcada por agujas hipodérmicas, y en la del mexicano Gabriel Orozco quien echa a rodar una bola de arcilla por distintos lugares del mundo, dejando que en su recorrido se marque de muchísimas formas su superficie, trazado con algunos ecos de la cultura maya.

Pareciera que el arte producido en Latinoamérica, de todas maneras, no es una producción sencilla y con pocos recursos, ya que entraña una capacidad alta de ingresos al poder los autores viajar a planes de residencia de escritores en algún país europeo, y en realizar performances por varios países del mundo, así los recursos materiales para la construcción de la obra en sí misma, sean escasos y de fácil acceso. Al respecto, se puede citar la obra del belga-mexicano Francis Alÿs, cuestionando la frontera entre México y Estados Unidos al realizar un largo itinerario por varios continentes para pasar del país azteca al territorio yanqui. Mejor está su performance hecha en Sao Paulo-Brasil y en Jerusalén –Israel, en donde va llevando consigo un tarro de pintura agujereado chorreando pintura de color por las calles mientras va caminando. Involucra aquí a los espectadores que siguen curiosos y estupefactos el recorrido, a la vez que propone una crítica social sobre las separaciones y exclusiones que son vistas como problemas centrales de estas dos ciudades. Mejor, desde el punto de vista de las producciones hechas en el continente latinoamericano solamente, la obra lietraria del argentino Carlos Busqued, quien en su novela Bajo este sol tremendo, recrea una historia de marginalidad y violencia en territorios latinoamericanos más recónditos y más excluidos aún, si se quiere. La novela se desarrolla en el Chaco de Argentina, en la región nordeste limítrofe con Paraguay, y prosigue en Ciudad de Este, ciudad paraguaya asolada por la violencia del narcotráfico y contrabando de la zona, aspecto e historia casi desconocida para el resto de Latinoamérica y mucho más para el mundo. Es tal vez la producción literaria más centrada en la región en sí, tomando como punto básico la exclusión y la violencia, tan típicas de la historia y arte latinoamericanos, y alejándose de los demás modelos ya mencionados de escritores acomodados que viven experiencias de soledad y extrañamiento en otros continentes, con foco en su propio papel como escritores reconocidos en la región, pero desconocidos a pesar de sus viajes, al otro lado del Atlántico.

Podría entonces pensarse, a partir de esta mención, una posibilidad de crear obras literarias o plásticas que entrañen la propia historia y vivencias latinoamericanas, sin que eso signifique caer en el costumbrismo o en el rechazo de los modelos estéticos europeos y estadounidenses, y realizar historias más auténticas, y sobretodo, más cercanas a lo que se vive en esta región del mundo y no necesariamente referir las propuestas estéticas a lo realizado en Europa, por ejemplo. El Atlas de Aby Warburg, por lo demás, es casi exclusivamente europeo, con una breve referencia a pocas imágenes estadounidenses de una tribu indígena; el Atlas latinoamericano de Graciela Speranza, es referido casi totalmente a las creaciones latinoamericanas siempre en referencia al Primer Mundo, aunque es un ensayo muy bien construido y con una gran información cuidadosamente analizada que propone nuevas caminos e interpretaciones, como es su intención expresa desde un principio, teniendo en cuenta la aleatoriedad de las imágenes y los textos, que son multívocos y que no pretenden tener una interpretación definitiva. 

PdL