Por Karla Sandomingo
La tabla de Flandes
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara
416 páginas
España, 2008
Si observas con detenimiento, puede ser que entres a la obra que tienes frente a ti, que observas con detenimiento, de lado, de reojo, de frente, con un vino en la mano y cigarro tras cigarro en la otra. Puedes ser que repentinamente estés adentro y sientas vértigo, puede ser que te sientas tan próxima a uno de los jugadores que alcances a tocarlo, oler su aroma, sentir su respiración. Te apartas de inmediato. Cierras los ojos y miras hacia otro lado. ¿Cómo logró esa perspectiva el pintor flamenco Pieter Van Huys, a finales del siglo XV? En realidad eso no te interesa en este momento porque en este momento estás pasmada, observas el cuadro tanto como tus ojos lo permiten porque has encontrado un hallazgo que puede cambiar la historia, el valor del cuadro, la moral de un asesino. Asesino. Sientes en la garganta la saliva con la que pronunciaste la palabra Asesino. Asesinato. Estás frente al mensaje relacionado con un asesinato, y si lo resuelves el cuadro se disparará y será codiciado mundialmente. Tu amiga Menchu estaría brincando de gusto en sus ceñidas faldas cortas y escotes pronunciados, por haberte dado a restaurar un cuadro repentinamente valiosísimo. Pero un asesinato, ¡un asesinato con la resolución adentro de un cuadro!
Tú, como restauradora de arte, mientras intentas iniciar la restauración, en lugar de preguntarte cómo logró conservar la pintura en buen estado a 500 años de distancia o qué pigmentos utilizó con qué mezclas, más bien te preguntas si estás en riesgo con esta información y con el cuadro en tu estudio –sabes que sí-, te preguntas si esta información puede correr como el viento soltándola un poco, en el oído de alguien más –sabes que sí-, y podrías preguntar quis necavit equitem, pero nadie entendería, y no por el latín de la inscripción con la que está sellado el cuadro, sino porque primeramente sólo tú has visto esa frase inscrita por debajo de la pintura que te pidieron restaurar, y en segundo lugar, aquel posible asesinato sucedió siglos atrás.
Julia, observa el cuadro detenidamente, más, más. Julia, dime, ¿quién mató al caballero? ¿Quién? ¿Podrás averiguarlo con tan solo la contemplación minuciosa del cuadro –eres minuciosa en tu trabajo- o vas a ir tras tu amigo especialista a exponerle el caso? ¿Te vas a sorprender cuando lo encuentren muerto en su regadera por un supuesto accidente o un supuesto asesinato justo después de contarle tu historia? ¿Y vas a sentir pavor de llegar a tu casa cada vez, de no encontrar el cuadro o de encontrar a alguien ahí mismo para matarte? ¿En quién te apoyarás cuando sientas desasosiego? ¿En César, tu amigo homosexual, casi padre, que ha sido una figura de protección desde la infancia hasta el día de hoy, con un gusto exquisito para elegir amantes, piezas antiguas, retos?
Ésta es la partida. La partida de ajedrez da inicio muy pronto, pero todavía no lo sabes. El cuadro se llama “La partida de ajedrez” y los caballeros –todavía no sabes cómo se llaman- son los que están adentro del cuadro (¿y también los que están afuera?, de ésos sí sabes sus nombres).
¿Qué hay adentro de La partida de ajedrez?. Hay un caballero frente al otro, con una tabla que los separa, o los une ineludiblemente con el pasado hasta el presente. ¿Qué hay afuera de La partida de ajedrez? Tu incondicional, César, que daría la vida por la tuya, y que invita a otro a la partida, un hombre gris y silencioso experto, el mejor, de los movimientos del rey, de la reina de todas las piezas, que te apoyará a resolver el enigma. Dos hombres, uno frente al otro, con un tablero en frente, César y Muñoz. Y una dama.
Adentro del cuadro, también, al fondo, casi en el último plano, una dama vestida de negro, ¿es la dama de negro de las piezas que están ahí en el tablero o tú, Julia, afuera? ¿Estás adentro del asesinato o afuera? Afuera en tu estudio, Julia, ahí estás, contemplando un cuadro que ya te sabes de memoria. Y adentro del cuadro está el asesino, pero ¿hay otro afuera? Todas las dimensiones aparecen, y el tiempo se vuelve ambiguo, infinito. Y navegarás en la neblina del pensamiento, de la intriga, y te llegará el sobre de tu ex amante, el profesor de historia de arte encontrado muerto en la regadera, enviado después de su muerte. Y tendrás que dar un paso adelante, pensar como ajedrecista, porque Muñoz tratará de jugar al revés la partida que está en el cuadro para saber si ahí está la respuesta, ¿quién mató al caballero? ¿quién sigue en las muertes que vienen? Dentro de unos instantes, timbrarán y abrirás la puerta, y te llegará un documento que cambiará todo. Abre el sobre, Julia, busca a César para que César te consiga a Muñoz para que te dé el movimiento siguiente, no te detengas, Julia, que el cuadro cobró vida y te puede cobrar muy caro haberte metido en la partida.