La primera edición de Rayuela apareció el 28 de junio de 1963 y, al cumplirse 50 años, Alfaguara los celebra con una edición conmemorativa e invitando a los lectores a compartir sus experiencias de lectura en las librerías bogotanas. #Rayuela50años. PdL publica aquí algunos textos alrededor de Julio Cortázar y su obra.
Por Celedonio
Orjuela Duarte
"Cada día
atribuyo menos valor a la inteligencia", dice Proust en sus ensayos contra
Sainte-Beuve, escritos críticos que son el preámbulo a esas miles de páginas que
escribiría a lo largo de su vida. En ellos, vemos que el mundo es propiedad de la
intuición, percibimos los objetos y con ellos la
memoria que la inteligencia olvida, como si el azar no generara hallazgos para quienes tienen una permanente disposición al espectro de los sentidos.
Es a partir
de esa manera de ver el mundo que Julio Cortázar concibió gran parte de su
obra. Es decir, el hecho de que el objeto tuviera un nombre, no anulaba su
valor funcional hasta concebirlo en el plano que los críticos han denominado
fantástico, pero que él definió así:
“La sospecha de otro orden más secreto y menos comunicable, y el fecundo descubrimiento de Alfred Jarry, para quien el verdadero estudio de la realidad no residía en las leyes sino en las excepciones a esas leyes, han sido algunos de mis principios orientadores de mi búsqueda personal de una literatura al margen de todo realismo demasiado ingenuo".
Esa sustitución de la realidad se dio como
oposición al realismo del siglo XIX y con la transformación de las técnicas
narrativas que a partir de Proust se desarrollaron. Se pudo expresar un nuevo
siglo patas arriba, en el que el hombre ha perdido su concepción lineal,
viéndolo más bien de forma fragmentaria y caótica. Sumergido en espacios cada
vez más estrechos, para desde allí poder fantasear de otra manera: la que dan
las piezas de casa, de hotel, acuarios, autobuses, en fin el espacio del hombre
de nuestro siglo. Como ese hombre vive refugiado en pequeños espacios de humo y
“vilezas menudas”, es desde dentro y desde atrás de ese mismo hombre que hay
que buscarlo. En el juego (Final del juego) o en ese periodo de la vida en que
se siente la necesidad de decir a los mayores que es hora de enfrentarse a los
deseos y actos que comienzan a invadirle así sean imposibles ("La señorita Cora").
Hombre en el que la cultura de si mismo lo ha vuelto conflictivo interrogando o
interrogándose por cosas que quizá no lleven a ninguna parte ("El perseguidor" o Rayuela).
Por donde
quiera que busquemos en la literatura de Cortázar, encontraremos al hombre que
no está satisfecho con el mundo 'aparencial' en el que está inscrito, por eso, en
los intersticios de sus textos, sabemos que existe otra realidad , que no
sabemos cuál es y menos ser demostrada, pero que está en el prisma de la vida.
Baste recordar el cuento “Queremos tanto a Glenda “, en el que las cosas se
suceden en el plano mental o mejor, en la intuición del deseo de ese hombre
ideal que siempre soñó Cortázar, aunque apareciera un carro celular y se la llevara
y solo quedara la frase: “A mí también me duele”, entonces ginebra tras ginebra
vivir la soledad del deseo y prolongar más la ficción.
Terminemos
con estas palabras de Proust que están bien sustentadas en los libros de
Cortázar:
“La materia de nuestros libros, la sustancia de nuestras frases y hasta los episodios saben estar hechos de la sustancia transparente de nuestros mejores momentos, en donde estamos fuera de la realidad y del presente. El estilo y el asunto de un libro tienen que formarse con esas gotas de luz ensambladas”