...el intelecto refuta a la música configuradora que lleva en su interior cuando olvida que es poesía

Por Celedonio Orjuela Duarte


La poesía del pensamiento
Del helenismo a Celan
George Steiner
Editorial FCE -  Siruela
131 páginas
México  2012


Este ensayo es un largo itinerario de ese posible-imposible encuentro entre filosofía y poesía, dos orillas del pensamiento que perviven en líneas paralelas; en algún momento parecen rosarse pero nunca llegan a juntarse aunque como en el viejo aforismo de Canetti, se trate de una hidra de dos cabezas que se contemplan la una a la otra con no otra idea en mente que devorarse. Aparte de la inmensa categoría del lenguaje que las acompañan, comparten fecundas categorías de ritmo, fraseo, cadencia, sonoridad, entonación y medida. Steiner nos dice que, en términos de copar lo universal, el lenguaje padece sus propias debilidades, no puede igualar la universalidad de la música o las matemáticas. Incluso la lengua más extendida – la angloamericana– sólo es ‘provinciana’ y pasajera. Y acentúa Steiner que ningún lenguaje puede igualar el lenguaje de la música en su polifonía, una entraña primigenia que genera significados múltiples, que funda emociones muy por encima de lo narrable en términos de lengua. Steiner anota:

“…el incidente de Babel fue una bendición. Todas las lenguas y cada una de ellas cartografían un mundo posible, un calendario y un paisaje posibles. Aprender una lengua es ensanchar inconmensurablemente el provincianismo del yo. Hasta la poesía más excelente está circunscrita por su lenguaje.
 
De ahí que una de las variantes que acercan estas dos disciplinas es el uso del lenguaje, el lenguaje de la filosofía es un lenguaje literario, no es un lenguaje técnico, las reglas son literarias, en ese sentido la filosofía se asemeja a la poesía, de ahí que la proximidad sea recíproca. Baudelaire se vuelve a De Maistre, Mallarmé a Hegel, Celán a Hedegger, T.S. Eliot a Bradley, Proust, Bergson…









Lo fragmentario

Otro de los tantos aspectos que aborda este lúcido y argumentado ensayo, es el rompimiento del pensamiento sistemático, esa metodología del nunca acabar, luego se trata de recabar en lo fragmentario como síntesis, como lo pretendió Cioran, aquí por una extraña razón no encuentra cabida en este libro el filósofo rumano. De todas maneras, la estética de lo fragmentario ha llamado la atención en los tiempos que corren en todos los órdenes del pensamiento y las artes. En las artes: en el boceto, la maqueta, el borrador, han sido valorados por encima de la obra acabada. Ya los románticos dieron sus primeras pinceladas, ¿acaso Novalis no incursiona con sus aforismos y su novela de aprendizaje  Enrique de Ofterdingen?.  Mucho de lo que es emblemático en cuanto a modernidad queda inconcluso: Proust y Musil en la novela, A Chomberg y Berg en la ópera, Gaudí en la arquitectura (Rilke exalta el torso escultórico, T. S. Eliot apuntala fragmentos “contra nuestra destrucción”).


La contracorriente de esta manera de filosofar se remonta a los presocráticos, lo que ha dado en el devenir de los diferentes estadios del pasamiento histórico: disidentes  de la filosofía y la literatura, por llamarlos de alguna manera. De tal disidencia da cuenta los ensayos de Montaigne -pensamientos que se fueron registrando a base de notas marginales y de una existencia reflexiva, con base en aquella joven idea del aforismo como instrucción y tabla de la ley hipocrática. Todo Nietzsche, todo Wittgenstein son fragmento, unas veces querido, otras impuesto por circunstancias contingentes. 


Poesía, música y metafísica

La poesía, la música y la metafísica, van y vienen en los hombres de pensamiento como un fantasma fraternal. Steiner nos recuerda que Sócrates vuelve a Esopo y al canto. Hobbes traduce a Homero en verso. El áspero Hegel escribe un poema hondamente sentido sobre Sichtung (poesía). Se ha puesto música a pasajes de Platón y del Tractutus. Nuestro ensayista hace una poética semblanza del filósofo Heráclito. Nos recuerda que la oscuridad es parte del hechizo de Heráclito, es el más hipnótico  de los “penseur-poétes” es representativo de una tradición y una estética de la “materia oscura”, teoría de la que se han ocupado los físicos, algunos de ellos han sugerido  la materia oscura está hecha de partículas de Majorana, pero Scherrer y Ho han realizado cálculos detallados que demuestran que estas partículas son las más apropiadas para poseer un tipo de campo electromagnético muy raro, con forma de rosquilla, llamado “anapolo”. Este campo les da propiedades diferentes a las de las partículas que poseen los campos más comunes con dos polos (norte y sur, positivo y negativo) y explica por qué son tan difíciles de detectar. Pero Heráclito es más del linaje de  Píndaro, a Góngora, a Holderlin, a Mallarmé y a Paúl Celan. Tenemos la tentación de decir, metafísicos que aunque herméticos, acerca los elementos de la fuerza de la poesía, es decir la fusión de la música y la metafísica, lo que la hace perdurable y poderosa, en esa fusión del día con la noche que van engendrándose y destruyéndose en el hallazgo filosófico o científico y la forma poética. De ahí que Steiner nos recuerde que "la poesía traiciona a su daímon cuando es demasiado perezoso o autocomplaciente para pensar profundamente (el astreindre de Valéry). A su vez, el intelecto refuta a la música configuradora que lleva en su interior cuando olvida que es poesía".

Recordemos este poema de Borges a propósito del daímon y Heráclito:

Somos el tiempo. Somos la famosa parábola de Heráclito el oscuro. Somos el agua, no el diamante duro, la que se pierde, no la que reposa. Somos el río y somos aquel griego que se mira en el río. Su reflejo cambia en el agua del cambiante espejo, en el cristal que cambia como el fuego. Somos el vano río prefijado, rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado. Todo nos dijo adiós, todo se aleja. La memoria no acuña su moneda. Y sin embargo hay algo que se queda y sin embargo hay algo que se queja.

En el recorrido que hacemos por la historia de la filosofía y el acercamiento de unos filósofos más que otros al campo de la poesía, encontramos que en la filosofía   reside la perenne tentación de lo poético, los matices de obstinación  son múltiples. De ahí que Cuando filosofas, tienes que descender al caos primitivo y sentirte a tus anchas en él. Beckett, al igual que Heráclito y otros metafísicos, reprenden esa manía de explicar, de ahí lo fragmentario condensado en lo aforístico ya que la metafísica y la poesía está cargado de ecos. Steiner nos recuerda el filosofar de Beckett: Cuando Beckett nos manda que fracasemos, volvamos a fracasar pero “fracasemos mejor”, establece la sinapsis en la cual engranan el pensamiento y la poesía, la dóxa y la literatura.  “es el comienzo lo que es difícil”, y continúa Steiner:

… El brillo autocrático de Heidegger –fundado en el dogma, escandaloso pero no del todo fácil de refutar, según el cual solamente los antiguos griegos y los alemanes posteriores a Kant están dotados de los medios ejecutivos de la metafísica magisterial –posee una fascinación aforística propia. Los contrastes que traza entre la alegoría de Parménides, entre el latido alterno del descubrimiento de uno mismo y el retraimiento que hay en el griego alétheia  (verdad), por una parte, y la celebración de la franqueza de  las Elegías de Duino de Rilke, por otra la, cristalizan casi todas las facetas del tema y la historia de la poesía del pensamiento.

Hay destellos de poesía en nuestros textos fragmentarios. Imitando a Homero, Parménides habla de la luna “Vagando en torno a la Tierra, una luz extranjera”. Otro pasaje, que prefigura misteriosamente la astrofísica moderna, narra “cómo empezó a nacer la fuerza ardiente de las estrellas”. Algunos estudiosos han sugerido que Parménides poseía una sensibilidad de poeta para las connotaciones psicológicas y las asociaciones acústicas de las palabras.

Steiner ilustra sus capítulos con un sinnúmero de relaciones del pensar filosófico con el acercamiento poético y con poetas de hondo calado universal, veamos:

El verso filosófico de Empédocles, en especial sus Purificaciones, fue declamado en Olimpia por el rapsoda Cleomenes. El pensamiento se canta. Lo que surge es pura poesía: “Zeús, el esplendor blanco “, “ La muda muchedumbre de los peces, que desovan con profusión” (conocía Yeats ese verso?) Un terror surreal marca la descripción que hace Empédocles de los desgarrados pero errantes cuerpos de los muertos y la turbulencia del Caos (la bufera de Dante). Hay locuciones que, observa Barnes, hacen pensar en “un artista cartesiano”. Empédocles habla de la dañosa avalancha de imágenes y conocimiento que se vierte en la mente humana.De ahí la recurrente  presencia de Empédocles en toda la literatura occidental. La leyenda de su suicidio, de su sandalia (¿de oro?) hallada al borde del cráter, ha otorgado a esta presencia un rasgo de ícono. Emèdocles sigue siendo el filósofo-poeta celebrado en la poesía. Ningún documento de la mitografía del pensamiento, ninguna reconstrucción de la extrañeza y el aislamiento sacrificiales de la creatividad intelectual supera las tres sucesivas versiones de la muerte de Empédocles de Holderlin. Los comentarios sobre este texto sobresaliente constituyen por si solos un género metapoético y metafilosófico expuestas en Hölderlin.
Lo que tenemos en los varios intentos nietzscheanos de componer un Empedócles, no sólo es enigmático  de por sí sino que apunta directamente a la figura de zaratustra. MxLuhan llama la atención sobre la herencia que hay en los Cuatro cuartetos de T. S. Eliot  del discurso de Empédocles sobre la doble verdad. La muerte de Empédocles en las llamas es evocada por Yeats, Erza Pound y Joyce. Está presente en A una hora incierta de Primo Levi, de 1984.

El presente ensayo hace vigente aquella famosa disputa de Platón con los poetas y la poesía, disputa anticipada, como ya fue sugerido, por el propio Heráclito. Su veredicto es rotundo: “nada debe permitirse en la polis posible o ideal sino la poesía didáctica y cívicamente ornamental. Los bardos y rapsodas peregrinos que habían desempeñado un papel tan destacado en el naciente discurso y en la paideia griegos debían ser desterrados”.



PdL