Por Gabriela Santa Arciniegas
Dónde estará la melodía
Celedonio Orjuela Duarte
El Zahir editorial
Bogotá, 2012
180 páginas
Celedonio en la oficina de Periódico de Libros |
La novela nos habla de un momento político importante para nuestro país, en que está llegando el socialismo a chocar contra el régimen establecido y a mover las mentes y los corazones de los jóvenes universitarios. Paralelamente se habla de los conflictos en el Salvador, y de las luchas de los Tupamaros y los Montoneros. Se ve también un fuerte contraste entre la población rural y la urbana. La novela, aunque transcurre en gran parte en Bogotá, está todo el tiempo desplazándose geográficamente hacia Centroamérica, y dentro de Bogotá, se convierte en un testigo de lo que era esa ciudad en esta época, en toda la gama de zonas y de lugares claves: nos hace un recorrido por el sur, el centro, el norte, la zona comercial, el hospital de la Hortúa, la Caracas, la calle 22, el Barrio Sta Fé, la 19, la calle del Cartucho, Monserrate. Está llena de referencias a bailaderos y bares como El antifaz, El bar de Santiago, bailaderos de la zona comercial, así como referencias musicales como Rubén Blades, Henry Fiol, Héctor Lavoe, Benny Moré, Pete el Conde Rodríguez, Charlie Palmieri, Tito Puente, Ismael Rivera, Joe Madrid, Willie Colón, Mongo Santamaría, e incluso a los Beatles. Por otro lado, la novela no se limita sólo al corpus musical y geográfico, sino que también teje una red de pre-textos y paratextos, al mencionar a autores como Durruti y Carter, como Roger Bacon que nos traza una línea concerniente al conocimiento en química, al estudio sobre las grasas particularmente, y como la mención al libro de Job de la Biblia.
Esta novela, por otro lado, nos hace una radiografía muy fiel de esa fauna tan especial de los salseros. Los salseros son un grupo bastante curioso y variopinto. Por los orígenes de nuestras culturas centro y suramericanas del trópico de los que es testigo, por lo poético de las letras, por lo complejo de los ritmos, este género musical atrae están los que bailan, como Maé, los que no bailan, como Federico, los que se visten de blanco, como los caleños, los que van luciendo pasos de salón versus los pescadores-bailarines que viven en la zona comercial, como los chocoanos para quienes la salsa es un divertimento necesario después de las arduas horas de trabajo intenso y duro. Al rededor de la salsa se desenvuelve, pulula, se multiplica, pervive, todo un ecosistema, toda una multiplicidad de culturas que se alimentan y florecen con dibujos diversos.
Por otro lado, si indagamos más hondo encontramos que esta novela tiene unas isotopías dignas de analizarse. La más resaltable es la relación entre el hierro y los orígenes, dupla que se constituye como un hipertexto. Si comenzamos por la dedicatoria: "A William Beltrán, in memoriam, porque el hierro es el pulso de la eternidad", y si hurgamos un poco en la bografía del autor, encontraremos una relación con el abuelo, que era herrero. En la novela podemos hallar referencias a este tema en fragmentos como el siguiente: "con esos diálogos llenos de alcohol y de trasnocho que a primera hora del día tienen cierto sabor a herrumbre" (pg. 26). También encontramos el hierro cuando el narrador habla de la avioneta y en general, en lo que se relaciona con la casa del tio paterno de Leonardo. "Sólo a él se le ocurre llevar mugre, herrumbre para la casa, opinaban. Las habitaciones las ocupaba con cachivaches a medio armar, sobre todo motores y otros artefactos de labores agrícolas, algunos de ellos daban cuenta de otras épocas, los orígenes de estos poblados" (pg. 33-34). todo el paisaje de esa casa se refiere al pasado, a partes de aparatos que un día funcionaron, que quizá acompañaron inmigraciones, colonizaciones, fundaciones, pasos en el proceso de la agricultura.
Otra isotopía de la novela es la noche: "Por los alrededores de El Antifaz aparecen putas y travestidos, se ofrecen a los que vienen con sus carros por la gran avenida, algunos les abren las puertas, rostros pintados como mimos, en el cuello se deja ver una piel cerúlea, la piel de la noche" (pg. 26). la noche es el momento en que la salsa despierta, las parejas se arreglan para ir a bailar, los trabajadores cambian su cara cansada y gastan la poca energía que les queda de la semana para ir a divertirse un rato. La ciudad gris del día, la ciudad de los trajes de paño y las corbatas, de los maletines, las máquinas de escribir y los timbrazos de los teléfonos, del ajetreo y de los carros apresurados y monótonos, es una ciudad que en la noche se olvida de su adustez para convertirse en una ciudad llena de ruidos. La luz tumultuosa al salir las estrellas da paso a las sombras escandalosas que ríen a carcajadas y a notas agudas de trompetas. Los zapatos de trabajo en la noche se duermen en el armario para que despierten los lustrosos zapatos del baile. En la noche el sol del erotismo brilla en los escotes congelados de las putas y de los travestis, en las piernas tensas a las puertas del baile, en las caderas y en las manos inquietas de los danzantes, en los acordes del piano, en el cencerro insistente. Sí. La noche arropa a la ciudad y la prepara para la entrada del moreno Eros que entra con toda una orquesta por las calles de las putas y los bares bailando... salsa. "La música es el regocijo de esta Bogotá que a veces le parece tediosa" (pg. 30).
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