Por Carmen Elisa Acosta
Un viaje en un libro
Bernardo Espinosa
Diente de León Editorial
206 páginas
Bogotá, 2013
“Resuelto el
viaje vámonos”. El sentido del viaje a finales
del siglo XIX

Con esta acción individual ubicada en la experiencia
y relatada desde lo autobiográfico, en lo que parece más íntimo, ingresa
Bernardo Espinosa a participar de una serie de relatos similares elaborados
durante el siglo XIX, no solamente por el impulso del viaje, sino por la
implicación que tenía en la consolidación de la nación. Su diario hace parte de
un conjunto de historias —buena parte de ellas familiares— de lo privado y de
lo público, que intervinieron en los diversos discursos sociales a partir de
los cuales los individuos buscaban desentrañar e interpretar su propia
realidad, a través de la forma como describían y narraban un mundo que
consideraban externo y por tanto diferente. De alguna manera relatar el viaje
era reconocer sus propios límites, su silueta y la de su sociedad.

El viaje, como
una práctica cultural se lleva a cabo por variadas razones muchas de ellas
políticas. Quizá la menor de ellas, el exilio, aunque se presenta frente a los
diversos cambios de gobierno y las guerras, como una forma de “desaparecer” de
la actividad política no conveniente y prepararse para la construcción de
nuevos proyectos. La mayoría de las veces ese desplazamiento está dado por la
participación en cargos diplomáticos los que hacen
parte quizá del más amplio objetivo de los viajeros. En algunos casos también
será el comercio y en otras tantas los estudios y viajes cortos como los que se
realizan para tratamientos de salud. Pocos son a finales de siglo los viajes
que se emprenden por placer, aquellos viajes turísticos que predominarán a
partir del siglo xx.
Aun así, en la mayoría de los casos y en la
pretensión del viaje la meta más que Europa, es París. París, como señala
Jacinto Fombona, describe un lugar familiar ya sea detallado en otros textos de
viajeros y en el sinnúmero de obras literarias que poblaban las bibliotecas de
los letrados colombianos “un espacio cuya geografía habíamos trazado y
experimentado en nuestra cultura: este es parte del equipaje metafórico y real
de todo viajero” del siglo XIX. La recepción de la cultura francesa había
ocupado un papel predominante a lo largo del siglo como alternativa posterior a
la independencia de España en la legitimación de una identidad. Lo francés y
primordialmente lo parisino hacían parte de un imaginario que durante el siglo
se había afianzado no sólo en la adopción de una serie de lecturas, impresos y
discursos que estaban presentes en las polémicas entre los diversos idearios
políticos, sino también en la adopción de costumbres y de formas sociales, en
las que se insertaba la disputa por los modelos de civilización. La
experimentación del viaje, desde su identificación con estos horizontes y desde
las diferencias o acuerdos, consolida la necesidad, la exigencia de los
viajeros de disponerse a la escritura...