Bogotá en siete décadas


Por Julio Mario Alvear


La ciudad de los conquistadores
Germán Rodrigo Mejía Pavony
Editorial: Pontificia Universidad Javeriana
Páginas 371
Año 2012



El presente libro, fruto del trabajo de la Editorial de la Universidad Javeriana de Bogotá, da cuenta del nacimiento de esta ciudad, visto a partir de siete décadas que comprenden el periodo1536-1604. Una buena manera de acercarnos a esta travesía es de la mano del artista plástico Pedro Alcántara Quijano, nacido en Bogotá en 1878. Alcántara trabajó en la escuela de Bellas Artes de Bogotá por más de 30 años. Elemplo de su papel en el génesis de la ciudad lo representan las pinturas: “La fundación de Bogotá” y “La primera misa en Santafé de Bogotá”, dos cuadros de sentido notarial, entendido como registro verdadero; pues prueban el lugar en el que se reconoció a la villa que sería capital del país.

Alcantara Quijano fue también el artista responsable de las obras “Ricaurte en San Mateo”, “Niño con Casco”, “La misa de los conquistadores”, “La Pola conducida al cadalso” y “Reyerta del 20 de julio” entre otras muchas obras; enseñó dibujo por quince años en el Colegio León XIII; diez años en el Colegio Alemán y diez años en el Colegio de Nuestra Señora del Rosario, Alcántara también fue escenógrafo del Teatro Colón de Bogotá. Muere en 1953.

Existen muchos elementos grandilocuentes en la interpretación de este primer ciclo de la Bogotá primigenia, una Bogotá urbana pensada desde España mediterránea. El libro transita en estas décadas en capítulos como “La ciudad en Ciernes”, “La ciudad Principal”, “La ciudad construida”, y “La ciudad Habitada”, respectivamente.

El libro también se ocupa de presentar, aparte de las pinturas arriba señaladas, las rutas de Gonzalo Jiménez de Quesada desde Santa Marta, con Hernán Pérez, Belalcázar y Féderman, en lo que sería después la construcción del reino y la fundación de Santafé de Bogotá a través de la implantación del modelo clásico mediterráneo y a la vez grecorromano y un sutil ensamblaje con la cultura indígena, especialmente los muiscas. Nuestro historiador en su vasta y variada bibliografía, en fuentes como  los cronistas de indias, el Archivo Nacional, la Academia de Historia, la biblioteca de la Universidad Nacional, desarrolla un trabajo exhaustivo en las  372 páginas que contiene el libro y que hacen de esta investigación de la formación de la ciudad un aporte importante por cuanto Bogotá es en algunos aspectos un territorio inexplorado en tanto aparato cultural multiforme y pluriétnico.

Para el caso de Santafé de Bogotá se impone una primera consideración: más allá de la dudosa certeza histórica de los doce bohíos o chozas con las que se dio forma al caserío el 6 de agosto  de 1538, lo importante es que ese hecho indica que las construcciones iniciales, las de la ciudad fundada, apenas pudieron ser más que eso, chozas, en el mejor de los casos rodeadas de empalizadas para protegerse de los indios. Los conquistadores de las tres primeras huestes tenían los conocimientos para edificar asentamientos sólidos, lo cual parece poco probable, ciertamente no traían consigo las herramientas requeridas para edificarlas; por ello la tecnología que debían utilizar fue la de los muiscas, que construyeron lo que ellos sabían hacer: Bohíos. Lo primero son las influencias y tradiciones traídas por los conquistadores y luego los colonos que poblaron la ciudad. Por tanto no es casual la influencia de los diversos tipos de vivienda surgidos en la península.

En la fundación de la ciudad se hizo presente el esquema español de la vivienda en la que predominaron los balcones en los pisos superiores como influencia de la cultura islámica con esos solares mediterráneos.  Sin ninguna influencia de la cultura indígena, pues los nativos no concebían el espacio interior, es decir la casa entendida como unidad familiar bajo el principio de familia monogámica. Al indígena le importaban los amplios bohíos conectados con el mundo exterior en todos los puntos cardinales. Un Bohío es estar adentro y afuera y además conectado con el cosmos. Los muiscas, en este caso, no concebían los espacios cerrados propios de la cultura europea y más exactamente de la cultura mediterránea: las calles reales y sus plazas. Es este, en definitiva, un libro que nos muestra en siete décadas como la ciudad se pensó desde  Santa  Marha en sendas expediciones, en cuya travesía fluvial resultaron en esta inmensa sabana encontrando pueblos ya fundados y en uno de esos se fundó o refundó lo que sería esta enorme ciudad de desencuentros.

PdL