Por
Celedonio Orjuela Duarte
Cuando vuelvo a las páginas de la revista Eco (1960-1984) –que circuló en Colombia con 272
números y más de 40.000 páginas– recuerdo una época gloriosa para la cultura en el país, caracterizada también por un faro de las letras como lo fue en su momento y para la posteridad la revista Mito
(1955-1962), referentes de vital importancia
de lo que significaría publicar una verdadera revista de
ideas, de estética y de crítica.
En ellas habitaba el mundo, se atrapaba un pedazo de tiempo y con él las provincias, lugares dinámicos que constituyen
un país, lo recóndito, todo esto en un
coro de voces, de trazos que involucraban a Colombia en el mundo. Luna Nueva es
otro aserto en este tipo de ensueños, acostumbrados a borrar toda señal cierta
en la conducción de un Estado mucho más libertario. La palabra entonces se
estremece y aparecen francotiradores que mandan equivocadas señales mediante un
lenguaje fatuo cuyo fin último es conducirlo al abismo.
Luna Nueva, como otras revistas de
este tenor en Latinoamérica, incluidas las virtuales, se convierten en una
suerte de correo de los chasquis volviéndose un referente en la historia de
estas disciplinas. Luna Nueva no ha hecho puerto en Amberes, Copenhague,
Hamburgo, Liverpool, Ámsterdam, como fue el caso de la revista Eco y Mito, por
ventura en esta época no es necesaria la presencia física de esos puertos,
quizá por estar inmersos en aquello de
la aldea global; sus puertos en su mayoría son latinoamericanos, en páginas
llenas de versos por la que han transitado voces de poetas que podríamos llamar hermanos
mayores de la poesía de nuestro vecindario, algunos de ellos con merecidos
reconocimientos que otorgan entidades y gobiernos respetuosos del oficio de
poeta, y desde luego nuevas voces que ponderan la dinámica que requiere el
cuerpo vivo de la poesía.
Luna Nueva es una revista de letras
que conduce el poeta Omar Ortiz a partir 1987 desde Tuluá, 25 años en el que no
naufragó una revista independiente. En ella le ha tomado el pulso a todo ese andamiaje metafórico que ofrece la
poesía. Si se mira el trabajo de Luna Nueva en su conjunto, ofrece un amplio
espectro en la búsqueda de otra forma en el cuerpo del poema a partir del
influjo de las vanguardias en la poesía escrita en castellano. Sin esa
experimentación veloz por aparentar ser moderno, tan caro al arte que se hace
en estos tiempos de ligerezas vacuas.
Al examinar sus 37 o 38 números,
encontramos que ya es un referente académico, por cuanto en ese cuerpo poético
que se llama Luna Nueva, encontramos un buen
tanteo que dinamiza la suerte de la poesía, por lo menos en nuestros países
vecinos. ¿Acaso la poesía Boliviana o Panameña, no computa en la taxonomía
académica? ¿Acaso los ensayos de Carlos Vidales, Gabriel Arturo Castro, Víctor
López Rache, Julián Malatesta, Samuel Vásquez, no están ya inmersos la lente de
las facultades de letras? Allende los pintores y fotógrafos que han ampliado el
universo estético de la revista, al igual que las reseñas de libros y muestras
de poetas en pleno ejercicio, cuyas semblanzas son abonadas por poetas como Juan Manuel Roca, José Ángel Leyva, Manuel
Ruano... Es decir un buen puñado de oráculos que han hecho posible que Luna
Nueva siga prediciendo lo impredecible, la poesía.
Los nombres arriba señalados, son parte
del staff de colaboradores que han
ofrecido en las páginas de Luna Nueva una dinámica crítica al oficio, en comparativos ensayos que le toman el pulso
a la poesía que se experimenta por estos
tiempos. Es una revista sencilla en su
presentación, al igual que Eco y Mito, por las que el tiempo es un eterno presente.
En la primera encontramos la lozanía de un lenguaje liberado de viejas y
retóricas formas y contenidos de asumir el poema, se percibe una lengua viva y
fluyente que loa un país y un continente. Un cuadernillo sencillo, a las
revistas de poesía no les viene bien lucir en sus tapas falsos atractivos. Revista para digerir en tempo lento, elogio a la
lentitud en ese caleidoscopio que se renueva a la hora de los balances, como lo
sugieren los versos del poeta argentino
Jorge Boccanera:
Hay que incendiar a la poesía
Y cantar luego
Con las cenizas útiles
Pesquisa que necesariamente lleva al
abismo los piélagos del yo oculto. Quizá por eso Luna Nueva irá en la
locomotora del último tren de Santa Martha, Barranquilla, Cartagena o Cúcuta
hasta Buenaventura, Pasto y Tumaco, tras
la huella de ad calendas graecas.