Por Javier González Tapia
V de Vendetta
Allan Moore y David Lloyd
Vértigo
EE.UU, 2008
296 págs
Se podría decir que primero fue la película, V for Vendetta. Después de esto sería común ver en protestas, marchas estudiantiles y sindicales y movimientos como Occupy Wall Street y Anonymous, a gente portando máscaras blancas, de mejillas sonrosadas, bigote y enormes sonrisas. Sin embargo, lo que quizás no muchos saben, es que esta imagen, ya bastante icónica, tiene su verdadero origen en el cómic escrito por Alan Moore y dibujado por David Lloyd entre 1982 y 1989, V for Vendetta, el cual es la base argumental de la película del mismo nombre estrenada en 2005.
Tanto la película como el cómic se desarrollan en un tiempo distópico, en el que el Reino Unido ha logrado sobrevivir a una gran guerra y se encuentra dominado por un partido político fascista, el Norsefire (Fuego Nórdico), que mantiene a sus ciudadanos controlados por medio de un régimen estricto y cámaras colocadas en todas partes. Aún así, desde un principio, se van a dar una serie de diferencias entre el cómic y su adaptación cinematográfica, que si bien parecen ser sólo de forma, también resultan afectando al contenido.
En el cómic, la historia comienza en la noche del 5 de noviembre de 1997 (2030 en la película), cuando una adolescente y prostituta inexperta, Evey (papel interpretado en el cine, con unos años de más y una profesión más “honorable”, por Natalie Portman), recorre las calles de Londres en busca de un cliente.
Tras merodear por varias calles, Evey finalmente encuentra a un posible cliente pero, cuando se acerca a él, se da cuenta de que éste es un oficial de la policía secreta que intenta violarla y asesinarla. Sin embargo, en ese instante aparece un raro personaje citando a Shakespeare y portando una máscara sonriente de Guy Fawkes, aquel hombre que el 5 de noviembre de 1605 intentó destruir el edificio del Parlamento. Esta persona, cuya verdadera identidad se desconoce pero que más adelante se presentará como V, se enfrenta a éste y otros agentes secretos que se encuentran en ese lugar y logra rescatar a Evey. Luego, él y la muchacha suben a la terraza de un edificio, donde V hace estallar el Parlamento.
A partir de este momento, se inicia un plan que tendrá su culminación dentro de un año exacto, el 5 de noviembre de 1998, y en el que se destruyen otros edificios icónicos, se apagan todas las cámaras de vigilancia que controlan a los ciudadanos y se busca desestabilizar al gobierno de diferentes maneras. Paralelamente, se desarrolla también una historia de venganza (palabra escrita con v). Al mismo tiempo que V lleva a cabo su plan contra el gobierno, también se dedica a asesinar a algunos miembros del Norsefire, específicamente a aquellos que alguna vez estuvieron a cargo del Campo Larkhill, un campo de concentración en el que se encarcelaba y se asesinaba a negros, homosexuales, comunistas y tantas otras personas indeseables para el partido gobernante y en el que V igualmente estuvo recluido.
En el marco de estas historias surgen personajes como Eric Finch, el inspector de policía encargado de investigar y capturar a V por sus asesinatos y que, para ello, viajará hasta los abismos de la locura, ayudado por el LSD, para comprender la mente de este terrorista. Rosemary Almond, una viuda que perdió a su marido en uno de los ataques perpetrados por V y que, tras este hecho, se ve obligada a trabajar como bailarina exótica y adquiere un profundo resentimiento hacia el gobierno. Adam Susan (Adam Sutler en la película), el dirigente del Norsefire y la cabeza del gobierno británico, quien está enamorado de Fate, una supercomputadora. O Valerie Page, una actriz que fue encerrada y asesinada en el Campo Larkhill luego de que el gobierno descubriera que era lesbiana y cuyo testimonio escrito en un papel les sirve de inspiración tanto a V como a Evey.
Si bien el comic es abundante en personajes y narrativas, no por ello es una historia desarticulada. Los diferentes personajes se relacionan una y otra vez gracias a la figura de V. Él, de quien el lector nunca conoce su verdadero nombre ni identidad y que a la hora de identificarse usa como símbolo una V encerrada en un círculo (signo similar al que identifica al anarquismo), es el eje que hace mover las diferentes tramas. Es por V que Evey conoce el testimonio de Valerie Page y se une a la lucha en contra del gobierno, es V quien se infiltra en la computadora Fate y hace que Adam Susan se enamore de ella, es V quien incentiva a la viuda Rosemary Almond, en su odio y rencor hacia el gobierno, a matar al dictador Susan y la búsqueda de V se convierte en una obsesión para el detective Finch. Pero la omnipresencia de V va mucho más allá: durante su encierro en el Campo Larkhill estuvo encerrado en el cuarto 5 (V en números romanos), sus ataques se perpetúan el 5 (V) de noviembre, los nombres de cada capítulo de esta historia comienzan con v (Vision, Vacaciones, Verwirrung, etc.) y, finalmente, Evey, el personaje que continúa la lucha de V, también se escribe con v. Así, al gobierno fascista que se describe en el cómic, se le opone una fuerza que busca convertir al miedo en risa y a la opresión en libertad: V, como personificación de la anarquía.
Para aquellos que hayan visto la película, el final es uno de los momentos más memorables. En éste, todo el pueblo de Londres marcha vestido como V, pasa por encima del ejército y se reúne frente al Parlamento para ver cómo explota. Mientras tanto, V lucha contra Creedy, un miembro corrupto del gobierno que ha asesinado al dictador Adam Sutler para convertirse él mismo en el máximo gobernante. Luego de recibir varios disparos, V logra matar a Creedy y se encuentra con Evey, en cuyos brazos finalmente muere. Ella, entonces, sube el cuerpo de V en un metro cargado de explosivos que es dirigido al Parlamento, donde estalla y destruye este edificio ante los ojos de todos los londinenses que observan en silencio este hecho, como en señal de hermandad y reconciliación. En este final, los gobernantes corruptos han caído, la paz al parecer se ha restablecido y, quizás, no haya más necesidad de otro V.
El cómic, sin embargo, termina de forma diferente. Un año después de que V destruye el Parlamento, el 5 de noviembre de 1998, también destruye la Torre BT, cortando así los medios de comunicación del gobierno y las cámaras y micrófonos de vigilancia. Lo que sigue es una ola de caos, vandalismo y terror. Los individuos dejan aflorar su egoísmo y se vuelcan a las calles para saquear almacenes, pintar muros, robar y cometer violaciones. En este desorden, Rosemary Almond logra conseguir una pistola y con ella asesina al máximo dictador; los demás miembros sobrevivientes del partido caen por su propia ambición. Mientras tanto, V es asesinado por una de las pocas personas que se dio a la tarea de comprenderlo y que llegó incluso a admirarlo, el detective Eric Finch. Evey, quien tras la muerte de V toma su identidad y sigue con su lucha por establecer un orden voluntario más allá del caos, introduce el cuerpo de V en un metro cargado de explosivos que es dirigido a la residencia del Primer Ministro. Aquí, el gobierno se ha desboronado pero con él también se ha destruido a la sociedad y sus instituciones (familia, educación, trabajo, etc.).
Con el mismo dramatismo de la película, los medios de comunicación se han dado a la tarea de cubrir las recientes manifestaciones que se han dado en diferentes partes del mundo. Muestran a gente marchando con disfraces de V, a otros que levantan carteles del tipo “We are the 99%” (“Somos el 99%”), oponiéndose a ese 1% de la población en quien se concentra la mayor parte de las riquezas del planeta; algunos analistas hablan de una nueva era en la política, una política en manos del pueblo, hablan del poder de las masas y las redes sociales e incluso dicen temer una eventual lucha de clases. ¿Será esto cierto? ¿Será que movimientos como Occupy Wall Street o Anonymous, las marchas estudiantiles y sindicales y todas esas protestas convocadas por internet están alterando el orden del poder mundial? ¿Estará ese 99% poniendo en riesgo la hegemonía del 1%?
Parece que la verdad es otra, que estos movimientos sociales son tan superficiales como la película de V de Vendetta: Por una parte, con unas ideas bastante vagas, creen representar a la gran mayoría cuando en realidad no lo hacen; porque buena parte de los actores sociales, que igualmente deberían estar inconformes, no se unen a estas marchas ya sea por miedo o desinterés, o porque no logran identificarse con estos movimientos, o porque se encuentran al margen de estos hechos ya que no tienen acceso a internet y a las redes sociales o, simplemente, porque pertenecen a una clase trabajadora que debe cumplir con unos horarios y no pueden ir a protestar. Por otra parte, estos movimientos creen que para solucionar los problemas basta con atacar a unos cuantos individuos que ostentan el poder, pero no se atreven a desestabilizar otras estructuras que igualmente generan estas desigualdades.
En últimas, estos movimientos parecen no darse cuenta de algo que está presente en el cómic de Allan Moore y David Lloyd pero ausente en la película: que toda sociedad es un organismo estrechamente relacionado, que las formas de gobierno son un reflejo del pueblo y que si dentro de éste se dan desigualdades es porque ese “99%” de individuos inconformes de cierta manera también ayuda a generar las condiciones para que esto suceda. Así, si se quiere generar un verdadero cambio social, no basta con atacar a las cabezas visibles del poder, sino que hay que hacerle una crítica de fondo al gobierno y a la sociedad.