Enamorada de un cura comunista.
Desde Alfonso XIII al exilio
mexicano,
pasando por la URSS y los Niños de la
Guerra
Stella Manaut
Carena Editors S.L.,
Valencia,
2012,
214 págs.
Siempre
es un gozo contar con una obra de la que podemos decir que contribuye a
mantener viva nuestra memoria histórica, pues los acontecimientos traumáticos
de una sociedad exigen un proceso de duelo y de digestión que raras veces se
hace como se debiera, precisamente cuando las partes implicadas o sus
descendientes directos viven aún y remover el pasado supone para ellas
enfrentarse a sentimientos de dolor o de culpa. Sin embargo enfrentarse a los
hechos, conocerlos y, sobre todo, reconocerlos es un ejercicio conveniente de
catarsis para los antiguos frentes, una necesidad que hace posible el análisis
de los errores que condujeron a aquellas situaciones críticas y con ello hace
también posible evitar caer de nuevo en ellos, hace posible la reconciliación,
al tiempo que lega a las generaciones jóvenes el conocimiento más sereno y
objetivo de los hechos.
Por este
motivo cumple dar la bienvenida a un libro como el que hoy tengo el gusto de
presentarles, la novela que Stella Manaut ha construido basada en hechos y
personajes reales, como ella dice “un reconocimiento hacia aquellas mujeres
luchadoras que, en una etapa tan difícil de la historia de España como es la de
los primeros años del siglo XX, fueron capaces de defender sus derechos,
estudiar y amar en libertad”.
Enamorada de un cura comunista. Desde Alfonso XIII al exilio mexicano, pasando por la URSS y los Niños
de la Guerra, como reza el título, recoge la historia de España desde
principios del siglo XX, aquellos años en que empezó a forjarse la España
actual. El título y, sobre todo, el subtítulo anuncian ya los momentos en los
que la autora hace hincapié. Así la novela nos ofrece una amplia panorámica de
la convulsa historia española más reciente: con mirada retrospectiva hacia la
Primera República, la Dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, el
golpe franquista, la Guerra Civil, el envío de niños de familias republicanas a
la Unión Soviética, el exilio de los vencidos, el regreso…
Como la
propia autora nos informa en el epílogo, la mayor parte de los personajes de la
novela son reales –llevan su propio nombre y apellido- y lo son también en lo
esencial los hechos narrados. Stella Manaut los conoce bien, a unos y a otros.
Porque Manaut glosa en la novela el devenir de una mujer de su familia, una tía
suya, por la que la narradora profesa claramente una profunda admiración. Con
empatía evidente y el conocimiento que su tía y su propia madre le dejaron de
los acontecimientos Stella Manaut construye un edificio ficticio en el que hará
encajar la realidad histórica:
Josefina Roca –que así se llama la protagonista-, interna en un geriátrico de un pueblo catalán que sabe su última morada, es consciente de que ha vivido cuanto hubiera de vivir y de que lo ha hecho intensamente. A su avanzada edad y en la soledad de su internamiento en hogar de ancianos lo único que la aferra aún a la vida son sus recuerdos, los sucesos que la marcaron y la sostienen, acontecimientos de unos tiempos difíciles y convulsos que reclamaban de sus protagonistas –mucho más aún si eran mujeres- un posicionamiento claro y exigían definición y madurez. Así Josefina deja de ser una única mujer para pasar a ser un prototipo determinado de mujer de su tiempo: aquella a la que tocó abrir el camino en la lucha de la mujer por sus derechos, unos derechos de los que ella sabía que conllevaban deberes y responsabilidades y que nunca los rehuyó. Por lo mismo esta novela no es únicamente un homenaje a una excepcional mujer, sino a todas las mujeres que, como ella y con ella, asumieron en España la ardua tarea de abordar su vida como ciudadanas de pleno derecho cuando la historia les ofreció un resquicio para intentarlo.
El
armazón de la novela parte de esta situación en el geriátrico y de la soledad
de Josefina Roca que la lleva a rememorar su vida. La motivación para ello se la
brinda la idea de escribir sus recuerdos en una libreta de notas que más tarde
alguien pueda encontrar y publicar. Éste es el marco ficticio de la narración.
Así la
novela está escrita teniendo en cuenta a un supuesto futuro lector, al que
Josefina se dirige de vez en cuando; todo ello condiciona y marca el estilo
narrativo, que alterna diferentes registros: la descripción de los sucesos
históricos con carácter de crónica “objetiva” con el relato de la vida personal
de la protagonista en los momentos históricos concretos y con los comentarios y
reflexiones que Josefina aporta desde la actualidad de su escritura, que la
autora marca con letra cursiva para distinguir los dos tiempos: el pasado y el
presente, y en los que se invoca y se involucra directamente al lector.
La
autora opta con decisión por mantener estos registros bien separados
probablemente porque su intención es también documental y quiere darle a su
obra el sello inconfundible de documento: la novela no está escrita en un único
registro en que los hechos históricos pudieran desprenderse indirectamente de
la vida de los personajes, sino que Manaut decide describir, aparte, primero el
marco histórico, como tal, antes de pasar a continuación a glosar cada momento
concreto de la vida de la protagonista, como si necesitara de este marco
aclaratorio para que se comprendan en toda su profunda dimensión los retazos
vitales de los personajes que el lector habrá de situar mejor después, como si
no quisiera perder nunca de vista la importancia que las situaciones
socio-políticas tienen para la cotidianidad de los individuos, en su devenir y
en su destino. Ello se hace patente a través de lo que se desprende de los
títulos de los capítulos, que rezan, por ejemplo: Breve resumen de la Revolución Rusa. Primera parte, al que siguen
los títulos Mi vida en la URSS, Breve resumen de la Revolución Rusa. Segunda
parte y, a continuación, ¡Por fin
llega el permiso para viajar! Me voy a la “Casa nº 5” . Llego a París. Y así
sucesivamente.
Esta
voluntad de cronista, la de escribir un documento histórico -dirigido tanto a
quienes lo protagonizaron como a las generaciones futuras a las que la autora
desea dejar un legado- queda subrayada también por el hecho de que Stella
Manaut escribe un epílogo en el que nos aclara el cómo y el por qué de la
novela y cuyos epígrafes evidencian esta intención. Estos epígrafes son: La verdad, solo la verdad y nada más que la
verdad. Devenir de los principales personajes. Familia de Manaut en México
y Hablemos, ahora de los demás personajes
reales. A esto la autora añade alguna bibliografía –una página- de la que
ella ha echado mano para documentarse. Sin embargo se echan en falta obras de
historia española de todas las etapas de que trata la novela, que Manaut a buen
seguro ha utilizado como fuente. Y es de debido cumplimiento su inclusión en
una futura segunda edición, pues conviene por razones de rigor de la
publicación por una parte y de utilidad al lector, por otra, ya que quien lea
esta novela de Stella Manaut habrá de interesarse no sólo por la literatura,
sino por la historia de la España de este período. El libro capta al lector por
los dos aspectos: el literario y el histórico y suscita avidez de saber más de
esta etapa, de la que lamentablemente poco se enseña en nuestras escuelas y que
es un deber rescatar del olvido.
© Anna Rossell