El anarquismo como pensamiento móvil

Por Celedonio Orjuela Duarte

Prehistoria del anarquismo
Ángel Cappelletti
Ed. Libros de la Araucaria
Buenos Aires, 2007
215 páginas


Max Stirner

El presente libro se compone de seis capítulos que abordan, de manera cronológica, el cuerpo poliédrico del pensamiento libertario en su prehistoria, historia, su presente y su futuro, como quiera que hayan confluido en él las mentes más brillantes de la historia, aportando nuevos estudios a la condición humana desde lo ácrata.

La importancia de este libro es mostrar cómo esta fuerza liberadora es una suerte de fermento del pensamiento revolucionario, en este momento en que las diversas corrientes libertarias, incluso desde el saber mismo del anarquismo, han sido acogidas por las democracias más serias del mundo, depositando entera confianza en su accionar como una de las respuestas a los males que trae consigo el neoliberalismo. El ejercicio de la autogestión en la economía, recogida en muchos de los programas de los partidos europeos, la lucha por el desarme, preocupación de los vigilantes de la objeción de conciencia en los Estados Unidos y en Europa occidental. En este accionar, si se quiere anarquista aunque no claramente definido, es un buen anuncio en el ascenso de masas actual; está presente en muchos grupos juveniles, caso de los indignados en España, feministas, antirracistas, ecologistas. También se observa el hecho de anarquistas que, aparte de ser agudos escritores del pensamiento libertario, son personalidades actuantes en permanente denuncia de los imperios, como Noam Chomsky.

Ángel Cappelletti (Rosario Argentina 1927-1995), emprende esta indagación desde la cultura oriental, especialmente la antigüedad China, para luego seguir en una primera etapa del libro con Grecia y Roma y continuar, en ese orden, con el Cristianismo y la Edad Media, del Humanismo al enciclopedismo, el Socialismo utópico, del lado de figuras como Wiliam Godwin y Max Stirner.


En Oriente se presentaron dos tendencias hacia el siglo VII a.C. El Confucianismo y el Taoísmo. El confucianismo, germinado en un medio cortesano, credo de mandarines y burócratas, es un humanismo del orden, que procura revivir las antiguas tradiciones. Su filosofía social se cifra en la revisión de la conservación del statu quo, la idea de atributos estacionarios en el devenir de la vida. Por tanto el confucianismo es anti-anárquico. Por su parte, el Taoísmo, florecido primero entre ermitaños que huían de las cortes y de los grandes centros urbanos para refugiarse en los montes, adoptando una filosofía de la vida como la concebían los leñadores, pintores y poetas, un naturalismo místico, organizado en una suerte de comunismo primitivo. Es decir, negaba los valores estacionarios promulgados por el confucianismo y desde luego el concepto de ley, gobierno y Estado. Su filosofía social es del talante del “obrar sin obrar” (wei wu wei). Así el poema “Trascendiendo la Naturaleza”:

Vacía tu Ego completamente; Abraza la paz perfecta. /El Mundo se mueve y gira; /Obsérvale regresar a la quietud. /Todas las cosas que florecen /Regresarán a su origen. //Este regreso es pacífico; /Es el camino de la Naturaleza, /Eternamente decayendo y renovándose. /Comprender esto trae la iluminación, /Ignorar esto lleva a la miseria. (...)Piensa que el cuerpo perecerá, /el Tao no.



Se trata de proceder como lo indica la naturaleza. Su fórmula de gobierno es el ‘no gobierno’. Su potencia está en el Tao Te-King. Colección de poemas anónimos algunos de los cuales podrían haber sido escritos por Lao-Tse, Para el Taoísmo, el Estado parece ser siempre una cierta corrupción del Tao y de la naturaleza, por la cual se crean leyes, gobernantes, jueces, violencia, jerarquías, guerras. La sociedad ideal es la sociedad natural, la sociedad sin Estado, por tal razón se le puede considerar anarquista a Lao-Tse, al igual que el poeta Chuang-tse. No era un profesor, era un encantador. Hacía respirar libertad, contrario a Confucio, pegado al orden y las definiciones. Chuang-tse, se burla y critica, mientras Confucio asevera y moraliza. El poeta se escurre y elude la mano que pretende inmovilizarlo. Transita, como el indagador, como las nubes del cielo; como esa partícula del espíritu que llaman la loca de la casa, porque no se quiere terminar siendo prisionero de ella y a quien, dicho sea de paso, algunos poetas celebran por tratarse de la esencia misma de su ars in extremis, caso del colombiano Raul Gómez Jattín que la trae a cuento para sustentar, y de justa manera, su obra poética: “¿La imaginación? –la loca de la casa–/ ¿De qué vive? /Lo sabemos sus locos”.


Como se observa Capelletti hace una mirada en esa imbricación hombre-naturaleza, como lo primigenio y originario de las cosas, lo demás son artificios de la mal llamada civilización, la ley natural a la ley del Estado. Se trata de un naturalismo metafísico, místico si se quiere, que en cuanto tal tiene poco en común con el naturalismo cientificista, al cual se vincula parte del anarquismo histórico. Desde esta perspectiva de su prehistoria, el anarquismo inicia la crítica de la sociedad y sus falsos artefactos conductuales manipuladores del libre albedrío de los hombres.


“obrar sin obrar” (wei wu wei


Grecia 



Esta suerte de goliardos, los sofistas en la Grecia del siglo V a.C., maestros ambulantes que vivían del bien hablar, diríamos hoy día, precisaban de enseñar el arte oratorio y el persuasivo convencimiento en sus diálogos. Sin embargo, y lejos de ser, como se empeña en presentarlos Platón, formalistas plagados de artificios, se dedican a predicar la virtud cuando nadie desde un saber puramente retórico se arrogaba tal derecho:

Cazadores venales de jóvenes ricos, o mercaderes de una aparente pero no real sabiduría –según repite Cappelletti–, debemos considerarlos como los primeros críticos de la sociedad y de la cultura surgidos en Grecia y en Occidente hasta el punto de que si la filosofía, es como quiere hoy la escuela de Frankfort, la teoría crítica de la sociedad, debemos decir que ellos fueron los primeros filósofos.


Pero son los sofistas quienes hacen de ella el punto de partida y el fundamento de todo el pensamiento crítico alrededor de la sociedad. El término physis, que suele traducirse como naturaleza, significa, para ellos, “lo originario, lo primario, lo no manipulado, lo auténtico, lo verdadero”, por lo general relegado a los confines del olvido. El término nomos, su antítesis –de algún modo arbitrio o convención–, expresa lo derivado, lo secundario, lo artificial y lo ficticio, aquello que, sin embargo, resulta por lo general aceptado por la sociedad. La idea de equidad aparece así como inherente de la idea de libertad, en tanto libertad frente a la tradición, a la ley positiva, a la convención, al Estado, que se reclama para todo ser pensante, trae como consecuencia el equilibrio y la igualdad entre todos los grupos y clases.


Estos paradigmas que producía la antigua sociedad griega, sea quizá uno de los primeros rostros del anarquismo histórico, pues llega a lo fundamental de su pensamiento: la identidad de libertad e igualdad. En esa búsqueda libertaria de los antiguos, incluso desde la dramaturgia misma Capelletti, coloca en su verdadera dimensión ácrata a pensadores opacados por la figura de Sócrates y Aristóteles, como lo fueron los escritores de tragedias: En estos textos, enuncia la esencia de la democracia directa de los griegos, Eurípides (Salamina, 480, Pella, 406 a.C.), fue uno de los tres grandes poetas trágicos, quien hace decir a su personaje Teseo: “La ciudad es libre; el pueblo gobierna por turno, según períodos anuales; y el pobre tiene el mismo rango que el rico. Quizá el pensamiento libertario de los sofistas de la corriente de los cínicos fuera, Antístenes 444 a.C, 365 a.C., fundador de la escuela cínica:


La negación de la ley supone la negación de toda limitación histórica (en el tiempo) y política (en el espacio). Surge así el concepto del Universo como patria del hombre. Cuando se le preguntó de dónde era, Antístenes respondió: “soy ciudadano del mundo” (kosmopolites).


Los cínicos anhelan de este modo a afirmar la existencia de un Estado único, lo cual, al no tener más que un carácter ideal, equivale a negar todo Estado: “El único verdadero Estado viene a ser el universo entero”. Dicha negación del Estado y de la ley positiva trae aparejada la negación de la propiedad privada:


...otro aspecto aquí relevante es acudir a la figura de Diógenes Sínope (412 a. C 412 Corinto 323 a.C.), exiliado de su ciudad natal y trasladado a Atenas, donde se convirtió en un discípulo de Antístenes, el más antiguo pupilo de Sócrates. Diógenes vivió como un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud, afirmaba que las mujeres deben ser comunes.

Se trataba, sin duda, de lo más parecido que en el mundo antiguo puede encontrarse al comunismo libertario, y es evidente que, en este como en muchos otros terrenos, los cínicos se situaban aquí en las antípodas de Platón, cuyo comunismo era eminentemente aristocrático y estatal.

Mediante la percepción de la Ley natural, atado a la imagen metafísica del parentesco o consanguinidad de todos los entes del Universo, surge la unidad esencial del género humano y del cosmopolitismo. De esta idea surge, a su vez, la crítica a la institución de la esclavitud, y, en general, a toda diferencia de clase, y, en cierta medida, la negación de la racionalidad del Estado.


Tales ideas se encuentran presentes en los escritos de los estoicos de todas las épocas. Quien merece ser recordado, más que ningún otro, como predecesor del pensamiento anarquista, es precisamente Zenón, el mejor exponente de la filosofía anarquista en la antigua Grecia (342-267 o 270 a.C.). Dice Cappelletti “Aunque no es explícitamente cosmopolita, la República de Zenón fue la primera discusión amplia de la polis en el contexto de la cosmópolis”. Es evidente la influencia de Diógenes, el cínico más famoso. Éste, según se dice, fue el primero en describirse como kosmopolites, cuando declaró la célebre frase de que no se siente en casa en ningún lugar excepto en el Cosmos mismo. Las creencias estoicas sobre la ciudad se desarrollaron como interpretaciones de la frase de Diógenes. Para él ninguna ciudad o ley existente en la realidad es real; la única República correcta es la del Cosmos. Siguiendo estas ideas, Diógenes se describió como “un hombre sin ciudad, sin hogar, sin problemas, pobre y vagabundo que vive el día a día”. Al igual que Zenón, quien propuso una comunidad libre sin gobierno a la utopía estatista de Platón. Al repudiar la omnipotencia del Estado, su carácter intervencionista y reglamentado, llegó a proclamar la soberanía de la ley moral del individuo, subrayando ya que, aunque el necesario instinto de autodefensa lleva al hombre al egoísmo, la naturaleza ha proporcionado un correctivo y ha dado al hombre otro instinto: el social. Cuando los hombres sean lo bastante razonables para seguir sus instintos naturales, se unirán por encima de las fronteras y constituirán el Cosmos. “No necesitarán ya tribunales de justicia ni policía, no tendrán templos ni cultos públicos, no utilizarán moneda alguna: habrá donaciones libres en vez de intercambios”, así, Zenón entendía su obra La República como una refundación de la obra homóloga de Platón. En aquella, exponía el filósofo estoico un ideal cosmopolita:

...la humanidad no dividida ya en naciones, ciudades, villas, sino todos los hombres considerados como conciudadanos; una sola sociedad, como un solo Universo, y todos los pueblos constituyendo un único rebaño.


Cristianismo y edad media

El advenimiento del cristianismo tiene una acepción notable en la prehistoria de la corriente anarquista, tales intentos terminan en la obra de Tolstoi, especialmente su libro Cristianismo y Anarquía, reeditado recientemente por la Editorial colombiana Domingo Atrasado y en alguna medida el individualismo anarquista de Oscar Wilde en su libro El alma del hombre bajo el Socialismo, allí Wilde revisa la figura del Jesús libertario:

…debes dar tu propiedad privada, te impedirá darte cuenta de tu perfección. Te arrastrará, será una carga. Tu personalidad no la necesita. Es dentro de ti y no fuera de ti donde podrás hallar lo que realmente eres y lo que realmente deseas…



La misión de Jesús, como se predica, fue el establecimiento de una serie de comunidades o kibutz o koljós, colectividades agrícolas que devinieron tras el colapso del stalinismo y el sionismo socialista. En la otra orilla del estado, mediante la autogestión, las comunidades de Jesús procuraron su convivencia colectiva, sin jerarquización. En esas sociedades todos los bienes son comunes, no hay autoridad. El plan de Jesús, la liberadora táctica del Evangelio, consistía en que tales comunidades se multiplicaran y se extendieran por todo el imperio, constituyendo una sociedad paralela y si se quiere en contra del establecimiento. No puede decirse que el plan de Jesús fracasó, más bien quedó inconcluso a la espera de la segunda venida, mientras tanto es un rotundo fracaso porque la iglesia comenzó a ceder ante el imperio. Se instauró el episcopado, se olvidó la comunidad de los bienes; empezaron a erigirse los dogmas y la autoridad que les definía; hubo herejías, excomuniones, excomuniones. El imperio reprodujo su esquema de violencia dentro del poder de la iglesia, y triunfó finalmente sobre ella, no cuando la persiguió sino cuando aceptó su credo y la reconoció, con FlaviusValeriusAureliusConstantinus (272-337), conocido como Constantino I o Constantino el Grande, emperador del Imperio Romano desde el año 306 al 337, aquel mismo a nombre de quien se erigiera la joya del Bósforo, aquella Santa Sophia de la actual Estambul, sincrética maravilla de la arquitectura dedicada en primera instancia a una cortesana en quien se fundó parte de un imperio devastador y canalla. Ha pasado a la historia como el primer emperador cristiano.

Puede decirse que la verdadera crucifixión y muerte del fundador del cristianismo significa además nuestra adhesión a la mentira y al mito. Con el pecado original, al pervertirse la naturaleza humana, surgió la propiedad y la diferencia entre lo tuyo y lo mío. Sin embargo, aun en el presente estado de cosas nadie tiene derecho a apropiarse sino de lo que necesita para vivir, todo lo demás pertenece en justicia a quienes más los necesitan.


La estimación del mensaje evangélico como una contribución positiva desde lo libertario resulta clara y sencillamente razonada en el libro Ética de Piotr Kropotkin( 1842 - 1921) geógrafo y naturalista. En su Ética, Kropotkin (libro que merece otra reflexión), solamente diremos que responde a dos argumentos fundamentales: ¿Cuál es el origen de las concepciones morales en el hombre? Y, ¿cuáles son los fines a que tienden las normas y preceptos de la moral? Por lo tanto dividió su obra en dos partes: la primera dedicada al esclarecimiento del origen y desarrollo histórico de la moral, y la segunda consagrada a la exposición de las bases y finalidades de la ética realista. Fue sin duda más un teórico que un luchador de calle. Empapado de la herencia de Bakunin, apuntala definitivamente al anarquismo como instrumento de análisis de la evolución de los seres humanos y de los animales, como enfoque vinculado a la investigación científica, de la historia pasada y reciente, de la educación y de la economía; reafirma la necesidad de ser revolucionario en función de una nueva sociedad.



Del humanismo al enciclopedismo



El humanismo legó una nueva mirada del hombre, partiendo de sí mismo hacia el universo, (antropocentrismo) lo que produjo nuevas ideas sobre la sociedad y el gobierno. De estas ideas algunas plantean un atractivo desde lo libertario.


Una figura destacable para el siglo XIV, Francois Rabelais (Chinon c. 1494 - París, 1553) aparecía en medio de la convulsa transición tras la cual su obra Gargantúa y Pantagruel, exalta los valores de la vida y se revelaba al cristianismo ascético del Medioevo, el ideal del hombre que ama la naturaleza, comenzando por su propio cuerpo, que no desprecia ninguna manifestación de la belleza, que busca el placer como un bien en sí. La negación del ascetismo trae consigo la negación de la crueldad bélica; la sátira contra la mezquina sumisión y la hipocresía claustral generan el culto a la libertad en su más jocunda y esplendente revelación mundana. El ideal del hombre debe regirse sin leyes, estatutos o reglas, sino por su libre albedrío.


Otro gran humanista que refiere Capppelletti y en quien se ocupa en buena parte del presente capitulo es Étienne de La Boétie (Sarlat 1530 - Germignan, Burdeos,1563). A los 18 años escribió Discours de la servitu devolontaire ou Contr’un (Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el Contra uno), publicado en 1576, lo que le valió el respeto de Michel de Montaigne.


La tesis que La Boétie plantea es la siguiente:


Los hombres aman natural y espontáneamente la libertad. Por qué razón, siendo como son muchos y detentando la fuerza del número, además de la que es propia de la naturaleza y de la razón, toleran que un solo hombre, un tirano, que suele ser el más incapaz y corrompido, además del más débil y cobarde de todos, los oprima y los reduzca a servidumbre. 



Para La Boétie “es una extremada desgracia el estar sujeto a un amo del cual nunca se puede asegurar que es bueno, ya que siempre está en su poder el ser malo cuando quiere serlo. Los modos de llegar al poder son diferentes (se llega por sucesión, por la fuerza de las armas o por la elección del pueblo), el modo de ejercerlo es siempre parecido, ya que los gobernantes electos tratan a los gobernados “como si hubieran cazado toros para domarlos”, los conquistadores “hacen de ellos su presa” y, en fin, los que arriban por sucesión “piensan usarlos como sus esclavos naturales”.

Lo cierto es que los hombres prescinden muy fácil y prontamente de la libertad. La primera causa de ello es la costumbre. Quienes han nacido bajo la tiranía, al ignorar lo que es la libertad, se someten sin pena y hacen de grado cuanto sus antepasados hicieron por fuerza: se acostumbran a la esclavitud. Porque si bien es cierto que por naturaleza estamos inclinados a la libertad y que la naturaleza puede mucho más que nosotros, al fin pueden más la educación y el hábito.


La segunda causa de la pérdida de la libertad es el envilecimiento y la cobardía que el poder tiránico produce en el pueblo. Quien pierde la libertad pierde el coraje y el valor. Por eso los sometidos y esclavizados pelean sin entusiasmo, sin ideales, forzados y embrutecidos, mientras los libres, que luchan en defensa propia y de los suyos, llevan en sus pechos un fuego sagrado, desprecian el peligro, no temen la muerte y persiguen con valeroso empuje la gloria.


La tercera causa del sometimiento es el miedo a lo desconocido y el terror ante el misterio. Para mejor tener sometidos a sus súbditos suelen rodearse los gobernantes del misterio y aparecer ante ellos como ungidos por una gracia sobrenatural. Dice Boétie:

Así el tirano reduce a servidumbre a unos súbditos por medio de otros; es guardado por aquellos de quienes, si algo valiesen, debería guardarse, y, como suele decirse, para partir el leño hace cuñas con el leño mismo. 



En el terreno del pensamiento, los siglos XVII y XVIII no dejaron, por otra parte, de producir una serie de vislumbres libertarias, tanto más próximos al pensamiento del anarquismo histórico cuanto más se avecinaba su contexto histórico del siglo XIX. Es preciso recordar algunas utopías que, continuando hasta cierto punto el espíritu y el estilo de las utopías del siglo XVI, proponen, sin embargo, algunas soluciones parcialmente libertarias.


Quizá la pieza más importante y significativa del preenciclopedismo, desde el punto de vista de las ideas anarquistas, sea Testamento de Jean Mesleir. Este oscuro clérigo pueblerino, que durante su vida no provocó ningún escándalo y pasó por un párroco ejemplar, dejó al morir en 1773, un documento titulado por él mismo Memoria de los pensamientos y sentimientos de Jean Mesleir, sobre una parte de los abusos y errores de la costumbre y del gobierno de los hombres, donde se ven demostraciones claras y evidentes de la vanidad y falsedad de todas las religiones del mundo, para ser dirigidas a sus parroquianos después de su muerte y servirles de testimonio de verdad a ellos y a todos sus semejantes. Fue dada a conocer por Voltaire en 1762.


Jean Meslier, educado en la religión católica (sacerdote desde los 22 años hasta su muerte a los 65, en 1729), se atrevió a romper el gran tabú: dijo alto y claro que Dios no existe, que la religión es una fantasía, una mentira, inventada para oprimir y explotar al pueblo. El autor de Memoria contra la religión, considerado por los pensadores del siglo XVIII como un revolucionario, entró en los libros de Historia como el padre del ateísmo, lo que no deja de recordar aquella mítica estampa típicamente rebelde que en el México colonialista puso en negrilla el nombre del bello cura Hidalgo, aciago amante de los placeres del cuerpo y revolucionario sin tregua y en cuyos labios se hubo de hacer leyenda la idea anticlerical del no celibato, por cuanto, para amparar sus licencias maritales, solo atinaba a responder con ínfulas enciclopedistas: los fluidos que se retienen pudren el cuerpo.
Pasando a Gran Bretaña, se podría pensar en los cuáqueros. Su fundador, George Fox, (Leicestershire, Inglaterra 1624- Londres, 1691), disidente inglés, fundador de la Sociedad Religiosa de Amigos, cuyos miembros son conocidos como Cuáqueros. Predicaba un igualitarismo religioso absoluto (sin pastores), un antisacramentalismo total (sin bautismo ni cena), la exaltación de la inspiración personal, y preconizaba la no resistencia, el rechazo de títulos y cargos públicos. La Nueva memoria para servir a la historia de los cuáqueros, sale a la luz en Ámsterdam, en 1758, habla de un país cuyos habitantes desconocían toda forma de gobierno y vivían felices en una sociedad anárquica.

Entre los enciclopedistas franceses tal vez nadie tuvo un pensamiento más rico y profundo, más variado y cambiante que el de Diderot (5 de octubre de 1713, Langres, Francia). Decía cosas como estas:


Un día se le preguntó a uno si existían verdaderos ateos. A lo que respondió: ¿Creéis que hay verdaderos cristianos?; desconfiad de quien quiere imponer el orden. Ordenar es siempre hacerse amo de los demás, molestándolos.

Socialismo utópico 



En los socialistas utópicos, que desbordaron con sus teorías el primer tercio del siglo XIX, tampoco resulta difícil detectar elementos ideológicos que formarán parte más adelante de la filosofía social del anarquismo. De todos ellos el que más se acerca por su espíritu y su actitud general a una posición libertaria es, sin duda, Charles Fourier, Pensador socialista francés (1772- 1837). Tuvo una formación autodidacta, absorbiendo a través de la lectura las influencias de diversas corrientes de pensamiento del siglo XVIII (en especial de Rousseau).Pero tampoco deben ignorarse ciertas ideas y valorizaciones de Sainte-Simon Claude-Henri de Rouvroy, Conde (París, 1760 -1825). Y de Robert Owen. Pensador y activista del primer socialismo británico (1771-1858).

El socialismo experimental de Owen acentúa, muy de acuerdo con la filosofía Iluminista, la importancia de la educación. Como la mayoría de los anarquistas, Owen cree en la originaria bondad de la naturaleza humana; con Kropotkin, confía en la fuerza de la ayuda mutua. Está convencido que la tecnología, puesta en su época al servicio del lucro capitalista, puede ser la gran arma de la liberación social de toda la humanidad. Saint-Simon, que es un admirador aun más ferviente de la técnica, propone la sustitución de las jerarquías políticas por una organización científico-económica. El estado deberá disolverse, para él, en una sociedad donde la producción esté dirigida por la ciencia, se trata de que los industriales pasen a ocupar un lugar dominante que hasta ahora han tenido los aristócratas.


Aunque dentro de la clase de los industriales, serán sin duda los hombres de ciencia y los tecnólogos, no los trabajadores manuales y los obreros, quienes deberán controlar la vida económica del país, he aquí cómo se expresa, en particular sobre la inquisición:


...el espíritu del cristianismo es dulzura, bondad, caridad y sobre todo, lealtad; el espíritu de la corporación de los jesuitas es el egoísmo. Se esfuerzan por lograr su propio fin por medio de la astucia y tal fin es el dominio general tanto sobre los clérigos como por sobre los laicos. La concepción de la inquisición ha sido anticristiana y corrupta desde sus raíces, y aún así los inquisidores no hubieran hecho morir en sus “autos de fe” sino a personas culpables de haberse opuesto al mejoramiento de la existencia moral y física de la clase pobre, aun ese caso (que habría llevado a la hoguera a todo el sacro colegio), ellos hubieran obrado como herejes: porque Jesús no hizo ninguna excepción cuando prohibió a su iglesia apelar a la violencia. Las críticas de Saint-Simon se limitan a la iglesia católica: alcanzan también a Lutero y la iglesia protestante. Esta religiosidad de Saint-Simon, que se levanta en realidad sobre un fondo de agnosticismo, poco tiene que ver con el credo y con la teología de la iglesia católica o de las iglesias protestantes, y se acerca mucho más a la fe sin dogmas de Lamennais en sus Palabras de un creyente, que al antiteismo de Proudhon y Bakunin o el materialismo ateo de Kropotkin. 



Sin embargo, puede decirse que por insospechados caminos (los del positivismo y la filosofía de las ciencias) arriba Saint- Simon (en un medio ciertamente romántico) a una interpretación del cristianismo que no carece de analogías con las de algunos anarquistas místicos del Medioevo y del renacimiento y que no deja de anunciar, en cierta medida, el anarquismo evangélico de Tolstoi.

De hecho, se siguieron escribiendo relatos utópicos hasta el siglo XX y en algunos de ellos sigue proponiéndose soluciones anarquistas, mientras en otros hay elementos libertarios o constituyen verdaderas antiutopías, como 1984 de George Orwell, de espíritu no ajeno al anarquismo. Capelletti, referencia la presencia del Socialismo Utópico en América Latina, en cuanto que a estas latitudes legaron las ideas a pensadores como Owen, Cabet, Considerant, en seguidores de sus teorías como Flora Tristán, nacida en París el 7 de abril en 1803, en plena época napoleónica. Hija del coronel Marino Tristán y Moscoso, coronel peruano de la armada española y de la francesa Anne Laisney. Durante los primeros años de su vida, Flora no se vio privada de nada y creció en un hogar siempre concurrido por visitas del nivel de Simón Bolívar y su maestro Simón Rodríguez. La muerte de su padre cuando Flora sólo tenía 4 años sume a la familia en la pobreza. El estado francés revolucionario no reconoce a la viuda ni a los hijos negándoles cualquier bien o derecho. Por este motivo, Flora comienza a trabajar como obrera en un taller de litografía. Con apenas 17 años, se casa con el propietario de ésta, André Chazal, y tiene tres hijos, uno de ellos, Aline, será la futura madre del pintor Paul Gauguin. Continuadora del feminismo de Mary Wollstonecraf, escritora inglesa (1759-1797) y una de las iniciadoras del pensamiento feminista, amiga de Proudhon y de muchos de los principales teóricos del socialismo utópico francés. Visita al Perú en pos de una herencia (que no consigue) Consigna sus impresiones sobre América Latina, junto con sus ideas feministas y socialistas, en una obra titulada Peregrinaciones de una paria, que publica en París en 1838. Estas ideas fructificaron en el poeta anarquista Manuel González Prada.


El Sansimonismo llegó a Buenos Aires a mediados de la década de los 30 del pasado siglo, su influencia es evidente en los jóvenes de la época, por sobre todo en Esteban Echeverría. (1805 - 1851). En su Dogma socialista intenta una aceptación de las ideas de Saint- Simon y de Leroux al medio americano y argentina, y aun cuando es claro que entre tales ideas y las del anarquismo bakuniniano, que llega de Italia y España en la década del 70, hay una distancia muy grande.


Dejando el socialismo utópico, conviene recordar asimismo que la segunda parte del siglo XVIII y en los comienzos del XIX no son pocos los escritores que expresan ideas afines al anarquismo, desde perspectivas muy distintas y contextos filosóficos diferentes. En Inglaterra, y dentro del círculo de influencia de Godwin, se mueve un grupo de jóvenes poetas, entre los cuales sobresalen Shelly y Coleridge, también encontramos al lingüista Guillermo von Humboldt. Profesó tanta influencia en España e Hispanoamérica, al insistir en el carácter federativo de la sociabilidad humana y aún de la realidad cósmica, con lo cual se avecina al federalismo propio de Proudhon y de todos los pensadores anarquistas posteriores.


Este apartado también es el lugar para referirse a H.D. Thoreau, el cual en su ensayo La desobediencia civil (Civil desobedience), sostiene como su compatriota Jefferson, que el mejor gobierno es el que menos gobierna, pero, llevando la idea hasta las últimas consecuencias, concluye que el gobierno óptimo es el que no gobierna en absoluto, y que este tipo de gobierno o, por mejor decir, de no gobierno será el que prevalezca cuando los hombres se encuentren preparados para esto. Fue uno de los líderes intelectuales del abolicionismo y del antiesclavismo en su tierra.


William Godwin (1756- 1836)


Se dice que el nombre de la antesala del anarquismo es Wiliam Godwin. Así como en el terreno de la filosofía teórica el siglo XVIII había presenciado las ideas británicas la radicalización de la fenomenología, y la disolución de los conceptos de sustancia y de causa, con el paso de John Locke a George Berkeley a David Hume, así en el terreno de la filosofía política tuvo que asistir a la radicalización del liberalismo y la creciente exigencia de libertad e igualdad hasta llegar a la abolición del Estado, con el paso de Locke a Paine, y de Paine a Godwin. Lo esencial de la filosofía del anarquismo en Godwin se encuentra en Investigación acerca de la justicia política, aunque la crítica del capitalismo es todavía rudimentaria, como corresponde al carácter incipiente del mismo, su crítica del Estado llega ya a las raíces del poder político.

Proudhon y Bakunin no hacen sino ilustrar y desarrollar las ideas de Godwin al respecto.


Produce un sinsabor que una doctrina teológica como el calvinismo haya dado lugar a la posición libertaria de Godwin, pero es preciso tener en cuenta la ambivalencia de dicha doctrina religiosa que, como otras muchas, no dejaba de presentar una faceta contradictoriamente progresista. En efecto, si por un lado su concepción teológica tertulianista, concretada en la figura de Jehová que ordena a Abraham el sacrificar a su hijo unigénito Isaac y en la doctrina de la predestinación arbitraria y absoluta, representa la cara más oscura del judeocristianismo, por otro, sus ideas políticas, ajenas tanto al papismo como al cesarismo, traducen el aspecto más abierto y positivo de la fe evangélica.

A punto de escribir Investigación acerca de la justicia política, abandonó todo tipo de creencia cristiana, se hizo ateo declarado, posición que solo modificaría para retirarse a un vago panteísmo naturalista, después de haber sido deísta, agnóstico y ateo. Ya desde el principio de la anarquía nos presenta figuras cuyas vidas cotidianas están en dramática oposición con la tradición autoritaria y pre o posmarxista.

El anarquismo de Godwin se funda como lo reflexiona Capppelletti:

"...en la creencia de un orden objetivo universal que determina el valor y la verdad que puede ser conocido y llevado a la práctica por los individuos. El estado y el gobierno constituyen un mal en sí mismos y un obstáculo al avance moral de la humanidad. Godwin desarrolla brillantes y ácidos análisis de todas las formas de gobierno de su tiempo y lleva a cabo una crítica demoledora de todas ellas, incluso de la República presidencialista y cuasimonárquica de los Estados Unidos, copiada luego por la mayoría de las repúblicas latinoamericanas. Lo importante para él, llegar a una sociedad sin gobierno, aunque no se detenga en discutir los medios para lograrlo. Lo más característico de la sucesión de sus argumentos es la insistencia de la corrupción moral que atribuye a la monarquía y a la aristocracia. Todo el sistema de valores morales está subvertido. La ostentación se convierte en el más vehemente de los deseos. La virtud desinteresada despierta primero la sospecha y después se considera con incredulidad. Mientras tanto el afán de lujo, pervierte nuestra actitud respecto de nuestros semejantes. Y en cada uno de los esfuerzos que hacemos por brillar y destacarnos, perjudicamos a los millones de gentes que trabajan. La aristocracia implica una degradación general y no puede sobrevivir sino en medio de la ignorancia general”.

Max Stirner (1806-1856)


Max Stirner es el seudónimo de JohamKaspar Schmidt, hijo de un fabricante de flautas, queda huérfano a los pocos meses de vida. En 1826 ingresa a la Universidad de Berlín, donde sigue los cursos de Hegel. Acepta el cargo de profesor de una academia privada para señoritas. Durante cinco años enseña allí, se vincula al grupo de los “Freien” (libres), jóvenes hegelianos radicales, bajo la égida de Bruno Bauer. Engels que algunas veces concurría aquellas reuniones, y a cuyo lápiz debemos también un retrato de Stirner, dice en su poema “El triunfo de la fe”: “Aquí Stirner, prudente iconoclasta, /Cerveza sólo por el momento bebe; /Pronto beberá sangre como agua. /Exclaman los demás “¿Mueran los reyes!” /Stirner grita: “Mueran también las leyes!”.

El contraste de estos dos pensadores es abismal, pero ambos empeñados en salvar la individualidad humana: mientras que en el inglés ello puede realizarse a través de la conciencia moral y por el libre acatamiento de una ley universal e inmanente; para el alemán el “yo” se constituye en un absoluto que repele toda moralidad y rechaza tanto la interna ley de la conciencia como la ley civil y política.


Detrás de Godwin se sitúan, en lo esencial, Proudhon, Bakunin, Kropotkin, Malatesta,…Detrás de Stirner estarían más bien ciertos existencialistas y Nietzsche, aunque, como veremos, el “único” stirneriano se contrapone también al superhombre Nietzscheano. Después de haber publicado El único y su propiedad y de haber intentado en vano de vivir de su pluma, Steiner establece una lechería, donde fracasa malbaratando la dote de su mujer. En 1853 y1854 se lo encarcela por deudas y pasa los últimos años en la indigencia. Cuando aún no ha cumplido los 50, en 1856, muere, envenenado, según parece, por la picadura de un insecto. De sus antiguos camaradas del grupo de los “Libres” solo asisten a sus funerales Bruno Bauer y Luis Buhl, los mismos que fueron testigos de su boda. Stirner decía:

Dios y la humanidad no han basado su causa en Nada, en nada que no sea ellos mismos. Yo basaré, pues, mi causa en Mí; soy como Dios, la negación de todo lo demás, soy para mí Todo, soy el Único.

En la baraja de los pensadores anarquistas, es importante por su posición frente al Estado, por cuanto lo niega, al igual que toda forma de sociedad, incluso esta sociedad sin gobierno y sin coacción, porque para él la mera convivencia permanente regida por principios surgidos de la voluntad de todos y del consentimiento de cada uno constituye una negación de la única realidad metafísica y axiológica que reconoce, del yo. Este yo no es, por cierto, el yo absoluto de Fichte sino el yo individual, irrepetible, único, de cada uno: mi yo. Bruno Bauer y Feuerbach han acabado con Dios, Stirner acaba ahora con el hombre. Lo único que para él subsiste es “este hombre” singular, irrepetible y, el fondo, incomunicable.

El grande y fatal error de nuestra sociedad y de nuestra cultura, de lo que llama el cristianismo es, según Stirner, haber hecho del individuo un instrumento del Estado, de la historia, de la idea o aun de la humanidad. El Único no es instrumento sino fin, él construye su historia, para él existen las ideas y no él para ellas. Ningún valor los subordina, ningún concepto lo expresa; él es fuente de todos los valores y de todos los conceptos. Citemos textualmente los últimos párrafos de El Único y su propiedad:


...el individuo sólo puede tomar parte en la edificación del reino de Dios, o bien, en su forma moderna, en el desarrollo de la historia y de la humanidad, y esta participación es la que da un valor cristiano, o, en forma moderna, humano; para lo demás no es más que un puñado de ceniza y el pasto de los gusanos. Que el individuo es para mí una historia universal, y que el resto de la historia no es más que su propiedad, eso va más allá del cristianismo. Para éste, la historia es superior, porque es la historia de Cristo o del “hombre”; para el egoísmo, sólo su historia tiene un valor, porque no quiere desarrollar más que a sí mismo y no el plan de Dios, los designios de la Providencia, la libertad…


Esta elevación del yo individual al rango de un absoluto opone el pensamiento de Stirner al de Nietzsche, con el cual frecuentemente se lo ha vinculado. Para Nietzsche no se trata de afirmar al hombre sino de superarlo. Lejos de hacer del Yo algo supremo e incondicionado, trata de demostrar su falsa unidad, intenta destruirlo, para dejar libres una serie de tendencias y aspiraciones, de apetitos y voluntades, que hasta ahora ha sido mutilado en el lecho de Procusto (personaje siniestro de la mitología griega que además de ladrón era torturador) de la razón.


Todos los pensadores anarquistas se niegan, por lo general, a reconocer el absoluto. El humanismo libertario nada tiene que ver con una divinización del hombre. Pero las radicales ideas de Stirner no dejan de ser desafiantes, como nos las muestra Capppelletti:


El Estado vino a ser así la verdadera persona ante la que desaparece la personalidad del individuo; no soy yo quien vivo, es él quien vive en mí. De ahí la necesidad de desterrar el egoísmo de otros tiempos y convertirlo en el desinterés y la impersonalidad mismos. Ante el Estado-Dios desaparecía todo egoísmo y todos eran iguales ante él, todos eran hombres y nada más que hombres, sin que nada permitiese distinguir a los unos de los otros. En otras palabras: Si el Estado existe, yo no existo; si él constituye una persona, yo no soy persona. El Estado es, por naturaleza, nivelador y despersonalizador. Como por naturaleza tiende a expandirse, absorbiéndolo todo, no puede tolerar ningún egoísmo ni ningún interés privado.


El hombre ideal no es el innovador, el que inventa o descubre, sino el comerciante, el hombre práctico, que sabe hacer dinero. Por eso dice Stirner que “la burguesía es la nobleza del beneficio”. L a verdadera libertad de los burgueses es, para Stirner, la “estandarización” del hombre según los patrones de la mediocridad impuesta por el Estado. “No hay personas más “razonables” que los siervos leales y, ante todo, los que, siervos del Estado, se llaman buenos ciudadanos y buenos burgueses”. Se comprende entonces por qué Stirner ha podido exclamar: La libertad del pueblo no es mi libertad.

En este recorrido, de la mano de Capppelletti, queda un gran vacío. De paso se entiende el animal político que es el hombre colombiano, en la medida que todo este fresco teórico-práctico de los cimentadores de utopías no dejaron ningún rastro en el acontecer nacional, de ahí que tanto inmigrantes como anarquismo no sean para la Colombia de hoy más que una larga lista de proyectos postergados. Sólo quedan dogmas stalinistas, maoístas, y un conservatismo soterrado que por esta época manda sus dentelladas fascistas apenas ve amenazado el largo látigo de la oficialidad y la esclavitud popular.

PdL