La aniquilación de la memoria

Por Rosa Bruch  

El tiempo envejece de prisa
A. Tabucchi. 
 Ed. Anagrama. 
Barcelona, 2010. 


No es necesario presentar a Antonio Tabucchi, es uno de los grandes y reconocidos escritores italianos y europeos de la literatura actual. Su última obra El Tiempo envejece deprisa, ha recibido diversos galardones, y reseñarla entraña cierta dificultad porque la aparente sencillez oculta una profunda complejidad. Consta de nueve relatos, el número de relatos, según el propio autor, es un homenaje a Nine Storys de Salinger. “El Círculo”, “Clof, Clop, clofete, clopete”, “Nubes”, “Los muertos a la mesa, Entre generales”, “Yo me enamoré del aire”, “Festival”, “Bucarest no ha cambiado en absoluto”,”A contratiempo”. Todos ellos poseen una temática común que tranversalmente les otorga unidad: la vindicación de la memoria. Cada uno de ellos es en sí mismo una pequeña joya elaborada de imágenes llenas de poesía, rigurosidad formal y exquisitez en el estilo.

El autor disemina magistralmente claves, pequeños secretos murmurados al oído, que otorgan unidad y cohesión interna a la obra, y que nos permiten denominarla novela. A través de la carga del pasado, de la memoria, fruto de la peripecia vital de los personajes o de su herencia, nos adentra en el panorama histórico europeo que recorre el siglo XX hasta nuestros días, a su vez, lo enmarca dentro de un mundo global. Pinceladas en el texto en forma de llaves nos van permitiendo la entrada a otras dimensiones donde surgen las grandes cuestiones: la Historia en mayúsculas, sus atrocidades y la construcción de la identidad europea a partir de la memoria. Los personajes, activos y pasivos de esa Historia, se debaten desorientados en ella en busca de la propia identidad. Así, las experiencias personales determinan diversos puntos de vista que se multiplican: "Cuando la noche es serena observo el cielo. No deja de asombrarme cuántos puntos de vista hay ahí”, dicho de otro modo, fuera de la experiencia personal, concreta, las certezas desaparecen, éstos son los últimos versos del poema “El viejo catedrático” de Wislawa Szymborska (Premio Nobel en 1996), recitados por el tío Galo en el homenaje al abuelo Josef en el primer relato “El círculo”, en realidad este relato es un prefacio en el que radica el planteamiento de la obra.


La memoria se hereda, y es creadora de identidad, no obstante es el producto de sucesivas fabulaciones, por ello, para la mujer de Michel, aunque no ha nacido en el Magreb, el agua es tan importante como lo es para su comunidad de origen, y cuando afloran las imágenes de su abuela en la memoria “como de un pozo enterrado” exclama “¡qué extraño!”, porque ese “era el recuerdo de otra persona”, sin embargo es capaz de ver el rostro de su abuela con nitidez aun sin haberla conocido. En ese instante, sobreviene la revelación, su identidad es una construcción. El personaje penetra en la espiral de su memoria identitaria y descubre que ella misma es el fruto de una fabulación. Indaga y con angustia y estupor encuentra un esqueleto vacío, llega a la nada y el círculo se ensancha abrazando el horizonte: es el principio de la consciencia. Todos los personajes están atrapados en ese laberinto.




De la lectura de los relatos, surge la preocupación por la aniquilación de la memoria y por los procesos de generación que la rigen. Se plantean dudas sobre la identidad personal y colectiva, y los mecanismos de transmisión de dicha memoria. Así es como emerge la imperiosidad de romper la circularidad, el eterno retorno de la Historia: “en todos estos años Bucarest no ha cambiado nada ¿no te parece?” dice el personaje del relato (aunque en el contexto adquiere múltiples significados). Es necesario y urgente encontrar la salida del laberinto. Por ello, los personajes indagan en la espiral y el autor indaga con ellos en los mecanismos que permitan la huida hacia el futuro. El símbolo del círculo reaparece reiteradamente en las historias. En el primer relato, que adopta el nombre del símbolo, hay unas potentes y poéticas imágenes: los caballos rodeando al personaje, y cuya velocidad los transforma en uno sólo, después, aparecen los pensamientos pensándose a sí mismos. En “Clof…”, el personaje constantemente piensa que hará algo que no llega a hacer y, como se verá en el último relato, hace aquello que nunca dijo ni pensó que haría (en A Contratiempo). En “Festival” (basada en el cineasta Krzysztof Kieślowski) “me hallaba en un círculo vicioso, aquél era el cometido de mi profesión, aceptar el círculo vicioso, yo era el perro que se mordía la cola, mejor dicho, era la cola mordida por el perro”

Los mecanismos de transmisión de memoria son puestos en tela de juicio, por ese motivo el personaje de “Clof...” es escéptico en cuanto a la efectividad de la literatura “Le parecía estar oyéndolo: querido amigo, el problema reside sobre todo en el hecho de que adoptas posturas equivocadas, mejor dicho, de que has adoptado posturas equivocadas durante toda tu vida, para escribir…”. El supuesto consejo del amigo médico continúa refiriéndose a su columna vertebral: “está completamente torcida, a estas alturas no te queda ya tiempo para recomponerla, pero podrías intentar atormentarla menos”. De ahí surgen dos temas: el escepticismo sobre la funcionalidad de la literatura como transmisora de memoria y la certeza de que el tiempo se acaba. No es baladí que en “El círculo”, el punto de vista esencial sea el de una mujer cuyos orígenes son magrebíes, donde aún hoy el cuento, la tradición oral, tiene un papel relevante en la vida y en la transmisión de esa memoria.

La herencia de la memoria se recibe a través de esa transmisión oral desde tiempos ancestrales, la importancia de la voz es vital en todos los relatos. Parece lógico que la novela adopte la forma de cuentos, el fondo exige la forma: una perfecta ósmosis. El tiempo envejece, dice el título, el tiempo percibido en la huella física, no es él el que envejece, nosotros lo hacemos en nuestro transcurrir. El Tiempo envejece rápidamente, el adverbio incorpora la premura, lo que enriquece aún más el leitmotiv aportando la urgencia por construir y transmitir la memoria y la elección del mecanismo más efectivo: la transmisión oral. La oralidad atraviesa todos los relatos. : declamaciones, diálogos con personas reales, con los muertos, con los propios recuerdos, conversaciones inexistentes, monólogo interior, pensamientos que dialogan consigo mismo, música, canciones… Una vindicación de la tradición oral, pero sustentada, contrastada. Dos ejemplos de ello: “Nubes” y “A contratiempo”. Al personaje de “Nubes” no le queda tiempo y siente la necesidad de transmitir a la niña la injusticia de toda guerra y de introducir en ella la duda y la reflexión sobre la herencia oral, para sus reflexiones se apoya en el geógrafo e historiador griego Estrabón (preocupado más por los aspectos humanos de la geografía que de los físicos). En “A contratiempo”, el anacoreta pide el relato de los hechos sucedidos pero con las pruebas físicas de lo ocurrido, en este caso en forma de fotografía. El tiempo se agota: “se me ha estrujado el tiempo”, piensa que dirá el protagonista de “Clop…”, único nombre que reaparece en “A Contratiempo”, en el que se habla del relevo generacional. En este último relato, la imagen sustituye al texto como icono de la memoria colectiva, vindicación de la experiencia directa, cuanto más vivida, más se alejará de la fabula (ej.fotógrafo Nick Ut y el bombardeo con napalm de Trang Bang., del 8 de julio de 1972). Es el único cuento que plantea una salida hacia el futuro, en Creta, donde el narrador, con juegos metanarrativos a imagen y semejanza del laberinto, permite que veamos el futuro, aunque contrarresta esa esperanza haciendo un reiterado hincapié en que estamos ante un juego de ficciones.

El autor de El tiempo envejece deprisa a través de los excelentes relatos y personajes, indaga en los procesos de la memoria y en los mecanismos de transmisión, nos invita a la reflexión planteando interrogantes sobre la identidad individual y colectiva, sobre la fabulación como base de su construcción. Inteligentemente nos coloca delante de un espejo y de los horrores de la Historia reciente. Todo ello, lo hace con una técnica impecable, muy elaborada, con historias cargadas de intertextualidad histórica, literaria, fotográfica, pictórica, musical….El resultado es una obra compacta de apariencia sencilla y polisémica, donde deambulan esos personajes, que podemos ser nosotros mismos, desorientados, atrapados en un mundo que parece ajeno, inaprensible. Nueve relatos deliciosos que recomponen una Europa en proceso de construcción en la mal llamada época de la globalización, donde es necesario e imperioso una altitud de miras, muy acorde con la ilustración de la carátula, la fotografía de Philippe Ramette, donde un hombre con zancos divisa el horizonte.

PdL