Si te empeñas en ser escritor,
aplaza todo lo que puedas el éxito.
aplaza todo lo que puedas el éxito.
Rodney Falk.
La velocidad de la luz
Javier Cercas
Tusquets editores
298 páginas
México, 2005
En el arte, como en la vida, las reglas tienen la estabilidad del viento y la solidez del agua. Gadamer diría que las reglas se autoconstruyen en una obra de la misma forma en que se crean para un juego. En cualquier caso, tanto para el arte como para la vida, existen dos caminos para llegar a ellas: construirlas para sí o acomodarse a las de los demás. El primer camino es el de la libertad; el segundo, el del sometimiento y la sumisión. El primero es espinoso y complejo, el segundo fácil y cómodo. Generalmente las personas optan por la este último bajo la promesa de una vida tranquila y sin preocupaciones sociales o económicas. Sin embargo, siempre hay quien prefiera escoger el primer camino. Algunos escritores están en ese grupo.
En ese sentido, ser escritor implica, precisamente, definir o concebir de nuevo cada género literario. Cortázar concibió una manera de entender el cuento, lo mismo habían hecho ya Borges y Gogol y Bocaccio, etc., etc. Cada uno crea sus propias reglas, reinventa su propio género. Para quienes logran tal hazaña, además de un estilo, crean un conjunto de pensamientos y, si se quiere, una filosofía. Javier Cercas es uno de ellos, puesto que sus libros no son títulos aislados que finalmente están unidos por un estilo y ya. En la obra de Cercas, sus pensamientos están unidos a los de los personajes, a la trama de sus novelas, a los temas que en ensayos o en sus columnas de El país desarrolla de manera independiente a la literatura, pero que salen y entran de la literatura a la realidad sin chocarse, ni traicionarse. El resultado de tan peligroso estilo es producir en el lector no solo un placer estético, sino todo un tratado sobre el oficio de escribir, hasta el punto de que las historias que narra parecen excusas con las cuales develar, no los secretos, sino los caminos siempre oscuros por donde transita el autor cuando intenta, en este caso, escribir una novela.
En la Velocidad de la luz, Rodney Falk es un excombatiente de Vietnam, pero también un ilustre intelectual echado a perder por los estragos que ha dejado la guerra en su mente. Además de su personalidad hosca y asocial, Rodney es un lector voraz y el alter ego del protagonista (que es el mismo Cercas, sin serlo) en su faceta de escritor, pues se constituye en la conciencia que dicta las pautas de su escritura, de los planteamientos éticos y estéticos que tras bambalinas mueve el oficio de escribir. Uno de los principios que Rodney afirma consiste en que todo escritor muere como tal cuando, como una suerte de destino fatal, alcanza el éxito. Scott y Hemingway son un ejemplo de ello, “nadie muere por haber fracasado, pero es imposible sobrevivir con dignidad al éxito”, dice, como una advertencia y a la vez como una premonición, pues es justo lo que va a experimentar el protagonista cuando, alienado por los excesos que van de la mano del éxito, ha acabado con su familia, con su vida y con su oficio. Esto puede sonar un poco moralista y sabemos, además, que no necesariamente los grandes genios, o los grandes pensadores, creadores y científicos, son las mejores personas, de hecho, generalmente ocurre lo contrario. Pero no se trata de dar una lección de humildad o humanismo, sino de mostrar que no es la guerra la única manera en que un hombre pierde lo que le es esencial.
La vida del protagonista y la vida de Rodney se desarrollan de manera paralela para mostrar dos caminos diferentes por los que el hombre puede llegar al mismo estado de degradación. Rodnay es, en su juventud un hombre sensible, inteligente, pero demasiado recto para declinar a la guerra en vez de hacerle frente tal como lo ha hecho su hermano, y como antes su padre y abuelo. Con la misma rectitud pudo volverse fuerte y sobrevivir en Vietnam hasta que es tocado por la febril locura de la guerra, es decir, por el grado más alto de la estupidez humana que se alcanza justamente cuando los hombres cruzan el umbral donde el odio, la necesidad de matar, el sentirse poderoso y héroe frente al enemigo, se convierte en una costumbre, en algo normal. Entonces, pasa que no hay héroes, ni poder, ni siquiera un enemigo real, tal como ocurre en el film Apocalipsis now de Coppola. Los grandes hombres de la guerra dejan así de ser hombres y quedan en un estado tal que jamás logran recuperar su humanidad, pues como sucede con Rodney, a las pequeñas oportunidades de felicidad y olvido, les pasará la cuenta de cobro el pasado, sin misericordia ni fuerzas para detenerlo.
El caso del protagonista, por supuesto, es menos cruel, y vemos como crece el joven con ínfulas de escritor, en compañía de su amigo Marcos, artista plástico, quienes sin haber “expuesto un solo cuadro ni publicado un solo cuento” sentían que el mundo los estaba “ninguneando de forma flagrante”. Aun así, estaban dispuestos a fracasar de forma completa y absoluta en nombre del arte, pues estaban convencidos de que era lo único que querían hacer en la vida. De esta joven actitud libertaria (que significa hacer y ser lo que se quiere), el pretendido escritor va forjando una carrera gracias a su “exilio” en Urbana una pequeña ciudad en el Oeste Medio de los Estados Unidos donde puede iniciar un doctorado, trabajar como docente y escribir su primera novela (que en términos reales corresponde a la forma como Cercas escribe su opera prima El inquilino). A partir de allí, el éxito se empieza a abrir como la maldición paradisíaca que ya le había descrito Rodney hasta colmarse con la muerte de su esposa y su hijo, causada, según él, por su vanidad y soberbia, más que por el accidente que realmente ocurrió. Nuestro protagonista reacciona pero es tarde, no tiene motivaciones para escribir, su vida ha dejado de tener sentido y se dedica a una vida sórdida que le permita olvidarse del pasado y de su sentimiento de culpa.
Estas dos historias tan disímiles, unidas a través de una casual amistad y por el gusto a la literatura nos muestra el carácter vivificador de la palabra. Ambos personajes se abstraen del mundo, de sus imperfecciones, de sus defectos y limitaciones haciendo lo que más les gusta: hablar de literatura. El inhumano Rodney pasa de asesino a sabio esteta, de combatiente sanguinario a un apasionado lector que encuentra en la literatura la vida que le fue negada, y que incluso es capaz de reemplazarla. Por esto, en su viaje a España, decide cancelar su estadía en Pamplona, al comprender que “había cometido un error y que no merecía la pena correr el riesgo de que los Sanfermines reales degradaran los radiantes Sanfermines ficticios que le había enseñado a recordar Hemingway”.
El inhumano Rodney pasa de asesino a sabio esteta, de combatiente sanguinario a un apasionado lector que encuentra en la literatura la vida que le fue negada, y que incluso es capaz de reemplazarla.
El protagonista, por su parte, rescata su humanidad a través de la literatura de otra forma, ya que, siendo escritor, se nutre de la más absoluta necesidad de escribir y esta solo sucede cuando no existe otra opción y se convierte en el único camino posible para decir algo, para hacerlo, sentirlo o expresarlo. Por esto, una vez tocado fondo, y nuevamente con la necesidad de escribir, ahora sobre la vida de Rodney, sentía que “Estaba más vivo que nunca, pero era como si estuviera muerto y la escritura fuese el único modo de evocar la vida, el cordón último que me unía a ella”.
Marcos, el pintor, también experimenta algo similar, después de reconocerse como el más fracasado de los hombres , de aislarse en una casa de campo y hastiarse de aburrimiento, siente de nuevo las ganas de pintar y lo hace, y lo hace “bien”. Pues no hay mejor manera de acceder a los misterios del arte que por la vía de la pérdida de intereses artísticos externos, o del completo ocio, o de la necesidad ineludible de expresarse.
No obstante, contrario a lo que se puede pensar, no quiero mostrar con este escrito que la literatura sea una especie de “salvación”, sino advertir que detrás de esas inclinaciones artísticas, en los tres personajes, la salvación está realmente en poder hacer lo que se quiere hacer, por mero gusto, por placer, sin esperar retribuciones o pagos. Curiosamente, y volviendo a la máxima de Rodney acerca del éxito, podemos decir que en la realidad Cercas pudo manejar dignamente el prestigio obtenido a partir de la novela Soldados de Salamina, seguramente, porque toda regla tiene sus excepción. Pero, a lo mejor, porque pudo matar esos demonios a través de esta novela.