Por Luis Fernando Afanador
Esto huele mal, la novela del escritor colombiano Fernando Quiroz llevada al cine por Jorge Alí Triana, se basa en una divertida anécdota real. Pero la literatura es mucho más que contar bien una historia.
Esto huele mal
Fernando Quiroz
Planeta, 2006
181 páginas
La historia de esta novela es muy común: la de un hombre infiel y mentiroso. Ricardo, empleado de una agencia de viajes está casado con Elena y tiene un hijo con ella. Durante su matrimonio ha tenido algunas aventuras pero nada serio, nada que lo comprometa. Hasta que conoce a Manuela: “el día en que conocí a Manuela, el mismo día en que la amé por primera vez, supe que el corazón había decidido involucrarse”. Ya no tiene una aventura sino una amante y, por supuesto, un conflicto: debe decidir con cual quedarse: “Miraba a Elena y sentía que debía quedarme a su lado. Imaginaba a Manuela y pensaba que debía salir corriendo”.
Sin embargo Ricardo, al igual que muchos hombres, opta por aplazar la decisión y vivir una relación clandestina. Su trabajo en la agencia de viajes le facilita las cosas: almuerzos con clientes, extranjeros que a las diez de la noche se les ocurre ir a conocer Villa de Leyva. Puede cumplir sin problemas la religiosa cita semanal con Manuela para tomar vino Rioja y escuchar al Cigala quien, tal vez, le ayuda a comprender cómo se pueden querer dos mujeres a la vez “y no estás loco”. Pero a este as de las coartadas lo abandona miserablemente la suerte y le ocurre algo imprevisto: dice estar en una cena de trabajo en el club El Nogal justo la noche en que ocurrió el famoso atentado. Su esposa lo llama desesperada y él deberá inventarse la disculpa imposible o confrontarse definitivamente y acabar con la mentira de su doble vida.
Hasta ahí tenemos una anécdota divertida pero una anécdota no alcanza a ser literatura, como dijo Julio Cortázar, quien solía rechazar las divertidas anécdotas que alguna gente muy querida y muy bien intencionada “le regalaba” para que algún día las escribiera. Sí, esta historia del infiel del Nogal, en sí misma es tragicómica y contada por teléfono podría divertir a un amigo. O angustiarlo: depende del énfasis que le pongamos y del grado de fidelidad y de culpabilidad de nuestro amigo. Es decir, la sabrosa anécdota, puede tomar varios caminos: contada en clave de humor en Sábados Felices haría reír a millones de colombianos; contada a un señor que lo abandonó la mujer de su vida porque lo pillo con una amante ocasional, sería algo muy triste y contada por Jorge Ali Triana, en cine, es otra cosa que no vale la pena comentar porque la historia fue transformada con el único criterio de hacer dinero.
Pero bueno, volvamos a la novela que nos ocupa: ¿Qué hace el escritor Fernando Quiroz con esta anécdota? Ciertamente no hace literatura, la deja en pura anécdota y aunque lo intenta, no alcanza a cuajar ningún conflicto moral, dramático o existencial porque los personajes, meros servidores de la trama, no encarnan un drama verdadero, carecen de profundidad. Ricardo, supuestamente, se encuentra en el gran dilema de elegir entre la amante y la esposa y a partir de su indecisión pide la complicidad del lector para que lo acompañe en los avatares de sus coartadas. Muy bien, lo acompañamos, aunque sus triviales aventuras no provoquen reflexiones interesantes sobre el matrimonio, la infidelidad o el amor, como ocurre en la novela Intimidad de Hanif Kureishi, a la cual Esto huele mal trata inútilmente de emular. Al final, con bastante desilusión, comprobamos que habían invocado nuestra solidaridad en vano: a Ricardo en el fondo no le importa mucho que su mujer lo deje y su intempestiva visita a un burdel de medio pelo –incompresible en un personaje que nos habían presentado tan fino con sus Riojas y sus comidas gourmet- no alcanza a convencernos de ninguna tragedia. Y a ella, le importa menos: no sólo sabía desde un comienzo la falsedad de la coartada sino, además, a espaldas del lector, se había conseguido un amante. No, no había que compadecerlos; sólo se trataba de una buena anécdota que nos hubieran podido contar por correo electrónico.
En Historias de hombres casados, de Marcelo Birmajer, la infidelidad es un riesgo porque quien no vive una aventura, puede perder media vida. Y quien la vive pero es descubierto, puede perder la vida entera. De esa tensión carece por completo la novela de Quiroz. Es una lástima.