Por Cristian Soler
Jimmy Corrigan,
the smartest kid on earth
Chris Ware
Colección Tierra firme
NY, 2003,
Pantheon
380 páginas
Si bien obras como Watchmen de Alan Moore, que fue catalogada por la revista Time como una de las 100 mejores novelas escritas en inglés después de 1923, o Maus de Art Spiegelman, que ganó en 1992 un premio Pullitzer, han llamado la atención de un público más amplio que aquel que es asiduo lector de cómics, este género aún es bastante ignorado por gente que ve en él sólo un producto de la cultura popular, un producto que puede ser entretenido pero que carece de un contenido profundo. A esta célebre lista se le sumó en el año 2000 el cómic (o novela gráfica, como algunos prefieren llamarlo para darle más estatus a este género) Jimmy Corrigan, the Smartest Kid on Earth de Chris Ware, el cual, como la mayoría de las obras de este género, comenzó a publicarse de manera seriada en una revista hasta que años más tarde fue compilado en un libro.
Jimmy Corrigan es la historia de un hombre de más de treinta años, tímido, solitario y cuyo único contacto con otras personas son las llamadas diarias que hace a su mamá que vive en un ancianato y las pocas palabras que logra cruzar con Peggy, una empleada de la empresa donde él trabaja y con la cual, pese a que ella le gusta, sólo puede sostener una relación estrictamente laboral. Para escapar de su vida monótona y aburrida, Jimmy Corrigan vive una serie de aventuras perdiéndose en los laberintos de su gran imaginación, así, en algunas ocasiones él se transforma en un robot, en otras, se encuentra con un superhéroe que él admira desde su infancia, Súper-man.
Su rutina se ve interrumpida, sin embargo, cuando en vísperas del día de Acción de Gracias recibe una carta de su padre, al que nunca ha conocido, informándole que desea verlo en un pueblo de Michigan llamado Waukosha. A partir de ese instante la historia nos muestra el encuentro entre padre e hijo y esas barreras infranqueables que se producen entre los dos. La historia de Jimmy Corrigan se convierte entonces en un reflejo de la condición humana, muestra el aislamiento propio del hombre y como en un juego de espejos nos señala este mismo hecho a través de varios personajes, hasta conducirnos cien años atrás cuando, en medio de la Exposición Mundial de Chicago de 1893, el abuelo de Jimmy Corrigan también es abandonado por su padre.En la “fe de erratas” que Ware coloca una vez se acaba la historia de Jimmy Corrigan escribe lo siguiente: “Comencé a escribir esta historia en 1993 como una caricatura semanal para New City, un diario de Chicago bastante tolerante y comprensivo. Estaba planeada como un ejercicio de improvisación, que no tomaría más de un verano”. Si bien es cierto que la historia se demoró en escribir más de lo que él había calculado y que, aún cuando no lo había planeado, ésta dio el salto de las páginas de un periódico a las de un libro, ese carácter de improvisación se mantiene en todo momento y se refleja en las técnicas narrativas que emplea. Con las fantasías de Jimmy Corrigan y la historia que se mueve en todo momento entre la temporalidad del protagonista y las de los otros personajes, se produce una ruptura de la linealidad narrativa. Sumado a esto, está también el empleo de una técnica narrativa rara vez usada en el cómic: el stream of consciousness, el cual refleja el transcurrir de la conciencia y que en Jimmy Corrigan se presenta mediante el empleo de dibujos y palabras. Así, este libro aparentemente fácil de leer, se convierte en un acto de lectura complejo.
Para estudiosos del cómic como Will Eisner o Scott McCloud el artista ideal de cómic es aquel que no sólo se ocupa de escribir una historia sino que también la dibuja, esto hace que su obra adquiera un carácter más personal y un verdadero valor artístico. En un medio en el que se trabaja con los tiempos y en los que los plazos de entrega son muy cortos, es necesario contratar en la mayoría de los casos a personas que realicen estas tareas de forma separada, mientras unos se encargan de escribir la historia otros la van dibujan y otros se encargan de ponerles color y agregar las letras de los diálogos. En el caso de Jimmy Corrigan, es Chris Ware quien lleva a cabo todas estas tareas, haciendo que su libro adquiera así un verdadero carácter unitario. Sin necesidad de emplear palabras, Ware pone de presente desde un principio esa constante en su historia: la soledad. Para ello, coloca como primera imagen el dibujo de una tierra diminuta en un universo inmenso. También emplea recursos como hojas muertas o pájaros para señalar ese paso irremediable del tiempo. La manera como son dibujados los personajes de Jimmy Corrigan puede recordar la sencillez de dibujantes clásicos de caricaturas como Charles Schulz o Winsor McCay, pero hay también un cuidado especial por los trasfondos donde suceden las historias. Cuando nos encontramos en 1893, presenciando al Chicago de esa época, Ware se dedica a revivir la iconografía de ese momento mediante imágenes que parecen extraídas de fotografías, pero que al mismo tiempo parecen extraídas de un sueño que nunca tuvo lugar. De igual manera, las calles de Waukosha y del Chicago de fines del siglo XX en las que se mueve Jimmy Corrigan, retratan fielmente ese paisaje monótono de los pueblos y los suburbios norteamericanos, ese aislamiento que se hace patente en cada una de sus construcciones.
Jimmy Corrigan, the Smartest Kid on Earth es también un libro consiente de sí mismo, esto se hace patente en el cuidado que hay en cada detalle de la carátula y en el hecho de que se incluya en la contra-portada una guía de instrucciones que “facilitan” su lectura. Mediante esa ironía que le es tan peculiar, Ware se burla de esas distinciones clásicas que se dan entre literatura y otros géneros populares como la ciencia ficción y el cómic, también realza el hecho de que una historia que se comenzó a publicar en periódicos sea presentada como un libro. Para ello, se vale de herramientas como resúmenes, láminas coleccionables y figuras para recortar, que aparentemente buscan ubicar y entretener al lector, pero que en realidad son deconstrucciones de la historia que abren nuevas ramas de lectura e interpretación.
En el año 2001 Chris Ware ganó gracias a Jimmy Corrigan el premio que el periódico británico The Guardian entrega cada año al mejor nuevo talento literario, así esta obra se convirtió en la primera novela gráfica en ser galardonada con éste. Este hecho es el reconocimiento del valor literario de esta historia, hace evidente que más allá del formato en que se presente es una obra de una gran calidad narrativa, que toca fibras íntimas de la naturaleza humana y que, como todo buen cómic, también es entretenida. Por ello, Jimmy Corrigan nos invita a replantear, o incluso eliminar, esas distinciones tradicionales que se hacen en las academias; aunque se encuentra en medio del cómic y la literatura, no pertenece a ninguna de las dos, por otra parte, el término “novela gráfica”, si bien suena mejor, quizás tampoco le hace suficiente justicia. Lo mejor quizás sería llamar a este libro como lo que es: arte.
La invención de la soledad
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