Por Celedonio Orjuela Duarte
Soledad Brother
George Jackson
Monte Avila Editores
Caracas, 1971
327 páginas
Apostillas a la libertad negra
Toda emancipación del alma viene revestida de pequeñas victorias, caso de las luchas de los negros en los Estados Unidos. Las primeras potestades negras fueron motivadas por profundos sentimientos religiosos, de allí que al negro se le catequizara con tal insistencia como si precisamente careciera de alma. Soledad Brother de George Jackson, es un epistolario escrito por un alma emancipada, tal como lo revela Jean Genet en su prólogo:
Desde Richard Wright hasta George Jackson, los negros se han quitado de encima todos los harapos bíblicos y presbiterianos: sus voces son más crudas, más negras, más acusadoras, más implacables, para evitar toda referencia a los cínicos engaños de la institución religiosa.
El trasegar de la emancipación negra en América puede ser rastreado desde la personalidad de Nat Turner (Jerusalén, Virginia 1800 - 1831), conocido entre los suyos como el profeta. El 4 de julio, día de la independencia, organizó una rebelión debido a una visión, acaso por su profundo carácter religioso. Dicha iluminación le encomendaba la liberación de su pueblo. Turner emprendió su ‘cruzada’ con algunos de sus hermanos, logró reunir a más de 50 hombres, entre esclavos y negros libres. Los rebeldes viajaron de casa en casa liberando esclavos y matando a todos los hombres blancos que encontraban. Para no alertar a nadie de su presencia, utilizaban armas blancas, cuchillos y hachas en lugar de armas de fuego. La rebelión fue vencida en 48 horas, pero Turner logró evitar ser capturado durante meses.
Thomas Ruffin Gray, su abogado de oficio, publicó un folleto titulado “Las confesiones de Nat Turner”. Fue ahorcado el 11 de noviembre de 1831. En 1967 el escritor Wiliam Styron publicó una novela sobre la revuelta, titulada Las confesiones de Nat Turner que obtuvo el premio Pulitzer en 1968. Como ocurre cuando hay levantamientos espontáneos de inconformidad, de inmediato se hecha mano de la Constitución para permear futuras insurgencias, caso de la Carta Norteamericana. El primer Código de Negros, documento que definía a esos hombres “como esclavos de por vida” y les negaba toda posible instrucción, fue editado en Meryland, en 1664. Un siglo más tarde, Thomas Jefferson (1743-1826) tercer presidente de los Estados Unidos, borroneó ese texto al afirmar: “…Todos los hombres han sido creados iguales; su Creador les ha dotado de ciertos derechos inalienables y entre estos derechos están la vida y la libertad”. Esta retórica convenció a Quork Walker, quien reclamó judicialmente su libertad apoyándose en ello, aboliéndose así la esclavitud en Massachusetts.
A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, creció el movimiento Abolicionista en Estados Unidos y entró en conflicto con el fuerte apoyo al sistema esclavista por parte de los habitantes blancos sureños que se beneficiaban ampliamente del mismo. Desde 1830, un movimiento religioso encabezado por William Lloyd Garrison declaró que la esclavitud era pecado y exigió a
los amos que se arrepintieran e iniciaran un proceso emancipatorio. Este movimiento fue muy controvertido y uno de los factores que originó la Guerra Civil. Aunque fueron pocos los abolicionistas que, como John Brown, defendieron el uso de la fuerza armada para apoyar levantamientos de esclavos, se produjeron revueltas como la de Nueva York, de 1712; la Rebelión Stono en Carolina del Sur, de 1739; una nueva insurrección en Nueva York en 1741; la encabezada por Gabriel Posser en Virginia en 1800; la dirigida por Charles Deslandes en Louisiana en 1811; por George Boxley en Virginia, en 1815 o Denmark Vesey en Carolina del Sur en 1822, así como el motín en el barco español Amistad, en 1839, que llevó a un pronunciamiento
de la Corte Suprema de Estados Unidos que declaró ilegal el transporte de amotinados desde África, a través del Atlántico, para su venta como esclavos y que, por lo mismo, no eran legalmente esclavos sino libres.
Soledad Brother
La década de los 60 y 70 fueron una suerte de síntesis de lo que significó el pensamiento en el siglo XX. En ese lapso de tiempo, se forjan otras miradas estéticas, políticas, económicas, filosóficas, sociológicas, libertarias, etc. que acompañaron el malestar de un siglo que prueba nuevas formas bélicas. Después de la guerra fría, la sed expansionista no se detuvo: mediante invasiones so pretexto de supuestas causas antiterroristas, se propician otras guerras con líderes más insensibles que el mismo Hitler.
El mundo contemporáneo siente un remezón en todos los órdenes de la inteligencia humana, ocurren grandes fenómenos que sacuden el orden establecido por zares, sultanes y engreídos dictadores, se fragua la Revolución Bolchevique de 1917, la guerra civil española del 36, el mayo del 68 francés, y otras fuerzas en el ascenso de masas que no fueron otra cosa que la acumulación
del nuevo espíritu del hombre. Esa pertinaz rueda de la historia reciente, fue jalonada por pensadores como Darwin, Marx, Engels, Freud, Althusser, Sartre, Durruti.
Soledad Brother, de George Jackson, es el producto de ese remezón histórico. Nacido en un “ghetto” de Chicago en 1941, donde pasó su infancia y adolescencia. En 1960 fue condenado, por complicidad en el robo de 70 dólares en una gasolinera, a una pena de prisión de mínimo un año y de un máximo de reclusión perpetua. Transcurrido el primer año, el condenado debía pedir anualmente su libertad a las autoridades penitenciarias, que se la denegaron sistemáticamente en tanto que la concedieron, en 1963, al autor material del delito. El 13 de enero de 1970, en el curso de una reyerta racial claramente provocada por los guardianes y que tuvo lugar en el patio de la prisión de Soledad, un vigilante desde una torre disparó una ráfaga de ametralladora que dejó tres muertos y varios heridos. Un guardián fue asesinado en una de las galerías, sin pruebas, Jackson fue acusado de su muerte. George Jackson fue muerto a tiros por los guardianes de la cárcel de San Quintín, en el curso de un supuesto intento de fuga.
Soledad Brother está dividido en dos apartados: “Cartas recientes y una autobiografía” y “Cartas 1964- 1970”. Ya el género epistolar para el hombre del siglo XXI es una expresión en desuso debido al Fax y la Internet, pero los libros que aún encontramos hasta principios de los noventa, que emplean este vehículo literario, atrapa como una buena novela o un libro de poemas, por eso dice Jean Genet: Muchos podrían sorprenderse al advertir que la narrativa epistolar es, todavía, capaz de proporcionarnos una forma resueltamente moderna de expresión; aun si sólo yuxtaponemos (una después de otra) cierto número de cartas de George Jackson, obtendremos un impactante poema de amor y de combate.
Estas primeras cartas revelan una infancia rebelde, producto de la marginación a la que fuera sometido por cuenta de los blancos, desde la misma educación, impartida por clérigos en los que Jackson no creía:
Disimulaba ante las monjas y los curas; ayudé [Sic] misa solo para tener mejores oportunidades de robar vino en el altar; canté en el coro porque me obligaron. Cuando íbamos de visita a las iglesias católicas para blancos ricos, nos trataban muy bien, alimentándonos, recompensándonos con regalos. Aunque me odiaba, el viejo Padre Brown nunca dejó de ponerme al frente cuando nos exhibía, y eso que yo era el más feo, flaco y ruin del grupo.
Todo ese ambiente de tortura cotidiana de la prisión, debido al permanente asedio por parte de una guardia que somete con vejámenes a los cautivos, no es otra cosa que “otro eslabón en la cadena de humillaciones”. La cárcel, lugar de estudio de Jackson, es un universo de permanente aprendizaje; le pide a Robert (su padre) la maquina de escribir, los rollos de cinta, libros y más libros. Horas y horas buscando el futuro del hombre, su premisa era: “captura el tiempo”. Y eso hacía Jackson desde todas las formas del conocimiento, en los libros que Robert podía comprarle o mediante cartas que escribía a editoriales solicitando ejemplares. Se detenía en el análisis del aspecto criminal y comprendía el fracaso de la política carcelaria, sobre todo en la era de Reagan. George Jackson también se sumergía en lecturas que deparaba la época: Marx, Lenin, Trotsky, Engels y Mao. Conoció a guerrilleros negros: George “Big Jake”, Lewis y James Carr., W. L. Nolen, Bill Christmas, Torry Gibson y muchos otros. La idea de Jackson era transformar la mentalidad criminal negra en una mentalidad revolucionaria negra. En tal sentido nace el partido de Las Panteras Negras.
Este epistolario es un río caudaloso en el que los personajes: se dan cita para el crecimiento de una conciencia que no da respiro a un Estado que ha puesto todos los tentáculos en el alma de los desposeídos para que no puedan permear el establecimiento. Jackson, el protagonista de este poema épico, lo va develando, desde el ejercicio del poder y sus funciones en las cárceles de La Soledad y San Quintín y la creencia en líderes como Bunchy Carter, black panther, asesinado en 1968; Eldridge Cleaver, ministro de información de las Panteras, a cargo de las relaciones internacionales, debió dejar el país el mismo año en que Robert Kennedy fue asesinado.
Desde Corea del Norte anunció la formación de una oficina internacional del partido. En Argelia, después de meses de negociaciones, consiguió el status de exiliados políticos para los miembros de su partido que deberían abandonar el país. Ha dicho: “No podemos, no queremos ser racistas negros. En los Estados Unidos, el enemigo de los negros no es el blanco. El enemigo de los blancos no es el negro. El enemigo, para unos y otros, es el capitalismo”. Seguimos descubriendo la historia negra norteamericana desde las mazmorras y las luchas de liberación. En este verlo todo desde la responsabilidad, Jackson no tiene reparos en decir a uno de sus personajes:
Siento que me has fallado. Mamá se que me has fallado. También se que Robert nunca tuvo opiniones propias. Tú has dirigido sus pensamientos desde siempre. Tú eres la que siempre ha conducido las cosas. Lo has convertido en un inútil. Ahora, también de Jon estás haciendo un inútil. Eres una mujer, piensas como una mujer burguesa. Pero este es un mundo de hombres. El mundo actual exige un pensamiento viril. Tu manera de ver el mundo es necesariamente burguesa y femenina. ¿Cómo podríamos, yo Robert, Jon, o cualquiera de los hombres de nuestra clase, cumplir con lo que debemos como hombres si pensamos como mujeres burguesas o dejamos que nuestras mujeres burguesas piensen por nosotros.
Jackson nunca mostró el más mínimo asomo de debilidad en sus creencias revolucionarias, no desfalleció porque justamente lo llevaron allí, al nervio más alterado del racismo norteamericano, la cárcel. O digámoslo con palabras de Jean Genet, otro exconvicto:
El racismo está esparcido, difundido a través de toda Norteamérica, repulsivo, clandestino, hipócrita y arrogante. Hay un lugar donde podríamos esperar que cesara, pero, al contrario, es justamente en ese lugar donde alcanza su más alto grado de crueldad, intensificándose a cada segundo, devorando cuerpos y almas; es en ese lugar donde el racismo se concentra: las prisiones de los Estados Unidos, la prisión, La Soledad, su corazón: las celdas de Soledad.