Novelas para escapar al tiempo

Por Sophia Vázquez Ramón

Bomarzo
Manuel Mujica Lainez
De bolsillo
Argentina, 2008
699 páginas



En más de un sentido, el anacronismo y la metahistoria son a Manuel Mujica Lainez lo que Bomarzo al duque Pier Francesco Orsini, protagonista de esta novela del autor argentino: la herramienta para una alquimia capaz de rescatar y reformular el pasado. El hallazgo sucede en Julio de 1958, cuando el escritor, tras una visita al bosque sagrado de Bomarzo, se da a la tarea de escribir una novela sobre Orsini y su singular colección de esculturas, al parecer secundaria dentro del ideario histórico italiano. Entregado por más de dos años a esta novela de largo aliento, lejana a la tendencia político-social o indigenista y al naciente realismo mágico que marcaba ya la literatura latinoamericana, Mujica Lainez construye su propio bosque, hecho de referentes, de símbolos, de un depurado barroquismo y escrito sobre el siglo XVI pero con el ímpetu de una novela del siglo XX.

En primer lugar, se trata de “una anti-historia del mundo occidental”, como declarara alguna vez Jorge Luis Borges, escrita con el rigor de una novela que no pierde su tiempo al acudir a la crónica pero sin permitirse los desmanes estilísticos de esta. Se trata, por lo demás, de la vida de Pier Francesco Orsini vista a través del catalejo de la invención -las esculturas de Bomarzo-, de la autobiografía y a través de Mujica Lainez, quien le sobrevive casi que de una manera flaubertiana. Por un lado, se acude a la reconstrucción de hechos y situaciones históricas, estan Toulouse-Lautrec, Miguel Ángel, Mussolini, Victoria Sackville-West, Miguel de Cervantes -para entonces apenas un soldado anónimo-, existe a su vez el relato fantástico que termina por dar a la ficción su propio sello de realidad, por el otro, la revelación significa ese complejo diálogo entre escritor y personaje: La vida de Orsini “fue mi propia vida. El duque y yo somos uno… hemos vencido a la muerte”.

Finalmente, se sabe que el duque ha engendrado su jardín etrusco con el fin de granjearse la inmortalidad, luego, tras crearse la dualidad Orsini-Mujica Lainez, los monstruos de piedra de Bomarzo llegan a la narrativa de este autor bonaerense para seguir en tal empresa: una apuesta por la eternidad, más allá de “la vulgaridad repetida e imbécil de lo uniforme”.

PdL